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¿Qué clase de idea fue esa?, ¿por qué dijo que escribiría sobre la fórmula 1? Esa y mil preguntas más se pasaban por la cabeza de Victoria al cruzar la puerta de su departamento.
El almuerzo había sido un fiasco y Paola no tenía pinta de querer seguir haciendo lluvias de ideas, habiendo dejado en claro que la editorial buscaba una historia que diera ventas, y eso no hacía más que enfurecer a la reciente autora.

O tal vez tenía que pensarlo dos veces, un libro no puede basarse en una serie que viste en Netflix un día de poca inspiración. La editora tenía razón, necesitaba poner los pies sobre la tierra, buscar una trama original y atrapante, que rindiera como éxito en ventas, diera un mensaje, y la representara como escritora.
"-Pero nada, Victoria. Esa idea queda descartada, buscá otra mejor-" Recordaba la joven una y otra vez. Tal vez sí se había equivocado, ¿pero era necesario ser tan dura? se replanteaba.

Paola Martínez era la editora asignada para este proyecto, y si bien tenía un porcentaje en la toma de decisiones, esta se pasaba de la raya con su franqueza, rozando incluso la falta de tacto.
Ella y Victoria no se llevaban muy bien, pero tampoco se las podría considerar enemigas, ya que a ninguna de las dos le importaba realmente la otra, solo se limitaban a cumplir con sus deberes y soportar el tiempo que se veían forzadas a compartir.
La adversaria de la autora era sumamente seria, y es que ya al encontrarse cerca de los 30, consideraba que su trabajo sería lo único importante en su vida, dejando de lado otros factores, que dada su personalidad, no tenían relevancia. Su felicidad eran su casa, su auto, y su intachable currículum.
Pero Victoria siempre trataba de ver el lado positivo, pensando que esos comentarios y acciones ariscas eran solo una representación de su frustración, y que en realidad Paola tenía un corazón detrás de esa fachada de editora exigente. Aunque a veces fuera difícil de ver.

En un esfuerzo por olvidar lo sucedido del almuerzo, la chica sacó sus pertenencias de la cartera que llevaba, las acomodó y colgó su abrigo, era pleno julio y el clima en Buenos Aires era bastante frío. Luego de realizar esas acciones, procedió a desmaquillarse y ponerse un pijama, necesitaba dormir una siesta para compensar la noche en vela que había pasado.
Ni bien se acostó en su cama, Edgar se posó sobre ella para descansar también, en esos momentos, la joven agradecía la existencia de su gato, quien le aportaba calor en los días de bajas temperaturas.

Pasaron dos horas y el celular de Victoria comenzó a sonar, indicando que tenía una llamada entrante, como pudo, se incorporó para tomar el aparato y divisar quién era el emisor de la comunicación. Se trataba de su madre.
Deslizó el dedo sobre la pantalla y pronunció un adormilado "hola", que retrataba más la voz de un ogro que la de una chica de 20 años.
-Hola mi amor, ¿te desperté?- preguntó juguetonamente su progenitora -puedo llamarte en otro momento si querés-.
-No mamá, tranquila. ¿Qué necesitabas?-.
-Te quería preguntar si querías venir a casa a tomar unos mates, pero si estabas durmiendo no hay problema- respondió al otro lado de la línea.
-¡No! Voy para allá, quiero verlos- siseó rápidamente la joven, como si su contraria pudiera verla -en diez minutos estoy allá-.
-Dale, te esperamos. Te quiero- y así se escuchó el sonido que marcaba el fin de la llamada.

La autora se levantó de su cama, acomodó a su mascota, la cual seguía dormida, acariciando su pelaje gris por última vez. Se volvió a colocar la ropa que había usado al mediodía, agregando un abrigo extra para hacerle frente al frío de la tarde, tomó las llaves de su auto y hogar junto con su teléfono, para así emprender su camino hacia el pasillo. Ya había llamado un ascensor, el cual se encontraba en el subsuelo, por lo que tendría que esperar un poco para que llegara al piso en el que estaba.
Estaba revisando la hora en su smartphone, cuando vió unas valijas en la puerta de otro departamento, siguió observándolas hasta que una figura de apersonó en el ascensor que acababa de llegar.
-Permiso, es que llevo cosas pesadas- dijo un chico de unos 30 años amablemente al darse cuenta que Victoria le impedía el paso.
La chica tardó unos segundos en darse cuenta de la situación, pero una vez lo logró se limitó a dedicar una sonrisa a su contrario y moverse.
-¿Recién te mudaste?- preguntó para romper el hielo, nunca había visto a ese chico desde que había llegado al edificio y le pareció extraño no conocerlo.
-No, de hecho hace dos años vivo acá, solo que viajo mucho y paso a penas unas semanas en este departamento- contestó dejando el bolso que llevaba en el piso, provocando un leve sonido metálico.
-Bueno, gusto en conocerte...- iba a despedirse cuando se dió cuenta de que no sabía el nombre de su vecino.
-Martín, y el gusto es mío...-.
-Vicky- dijo metiéndose al ascensor -vivo en el 44, por si necesitas algo- y así las puertas se cerraron, llevándola al estacionamiento.

Luego de haber manejado un rato por las calles de Belgrano R, llegó a la casa de sus padres. La residencia se mantenía en buen estado, a su madre le importaba mucho la presentacion de su hogar, por lo que era pintada seguido y lucía un jardín que era cuidado diariamente por la misma.
Siempre fueron muy unidos, los Herrera era el tipo de familia amorosa que apoyaba en todos los aspectos a sus integrantes, siempre habría un momento para hablar y expresar lo que sea, esa casa siempre sería un hogar agradable al que regresar después de un día difícil.
Victoria bajó del auto, abrió la reja con una copia de las llaves que tenía y caminó por el trazado de margaritas que conducía hasta la casa, al abrir la puerta principal, pudo distinguir un aroma a chocolate que provenía de la cocina. A paso acelerado fue hacia ese espacio de la casa, para encontrarse con sus progenitores, que ya tenían el mate y termo listos para cebar a su hija.
-Hola hijita, ¿Cómo estás?- pronunció su el padre de Victoria con un cariñoso abrazo y cálida sonrisa.
-Todo bien pa, ¿y ustedes como están?- correspondió esta.
-Acá andamos, te preparé los brownies que tanto te gustan- contestó esta vez su mamá, señalando un plato repleto del postre chocolatoso.
-Son los mejores- una sonrisa autentica estaba instalada en el rostro de la joven. Amaba con todo su corazón estar en esa casa, con sus personas favoritas.
Los tres se sentaron y empezaron a conversar sobre como le había ido a la pareja en la semana, pasando por pequeñas anécdotas como los canelones que se habían quemado por ver Grey's Anatomy, y la temible araña que había asustado a su padre una madrugada mientras iba al baño.
Entre risas se pasaban los mates, dulces claro, hasta que fue el turno de Victoria de hablar sobre su vida. No es que tuviera problema en conversar con sus padres de su vida, en lo absoluto, solo que no le agradaba exponer que su editora había llamado inviable a su idea, y que sobre todo la redujera a "un manual sobre cómo conducir un auto". Lo meditó unos segundos, pero concluyó en que al fin al cabo eran sus padres, ellos no la juzgarían.

-Es verdad que no es común, pero eso no quiere decir que sea una mala idea- dijo su madre una vez la autora expuso la situación -de hecho, si fuera tu editora, te apoyaría para crear un proyecto original que se salga del molde-.
-Concuerdo con mamá, aunque me llama la atención que escribas sobre la fórmula 1, sobre todo cuando nunca nos contaste que te resultaba interesante- agregó su padre -me hibera encantado que veamos las carreras juntos-.
-Es que no me interesaba mucho, hasta ayer- rió levemente la menor de los tres -ví un documental y poco a poco me estoy metiendo en el campo. Hasta sigo a varios pilotos en Instagram-.
-¿Y creés que un documental te puede explicar absolutamente todo sobre el deporte?- continuó su padre -tal vez rechazaron tu idea por miedo a no saber sobre el tema, demostrales que sos una experta y vas a ver como te aceptan-.
-Pero es que no soy una experta, aunque sí me gustaría aprender más- replicó Victoria.
-Creo que sé como ayudarte, hijita- esbozó una sonrisa su progenitor -recordá que amo ese deporte- dijo entusiasmado su padre, levantándose de su silla y yendo escaleras arriba a buscar algo.
-Creo que sé lo que va a hacer- sonrió su madre mientras cebaba otro mate.

It's raining outside | Lando NorrisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora