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Eran las cuatro de la mañana. Victoria y Paola se encontraban en el vehículo de la mayor camino al aeropuerto de Ezeiza. La noche invernal aún se encontraba agazapada y lo único que las acompañaba era la luz de la iluminación pública. El silencio inundaba la cabina, ambas mujeres solo se limitaban a repasar mentalmente todos los procedimientos que tenían que hacer para poder abordar. Los minutos pasaban y la joven estaba cada vez más ansiosa, sentía que estaba por hacer algo ilegal, aunque no lo fuera en todo el sentido de la palabra.
La joven escritora decidió devolverle los pasajes de vuelo a su padre, quedándose solo con las entradas del circuito, su superiora insistió en que debían utilizar los asientos que les brindaba la editorial, así levantarían menos sospechas. El señor Herrera se mostró comprensivo con la idea, alegando que cambiaría el destino para realizar un viaje de recreación a Milán con su esposa.

Finalmente, se detuvieron en el estacionamiento de la terminal. Paola se dirigió hacia un área de cuidado para que guardaran su auto, mientras Victoria bajaba las maletas de ambas y terminaba de chequear que no les faltara ningún documento.
Luego de dos horas de trámites y check-in, las empleadas se dirigieron a la zona de embarque, la misma estaba separada de las salas comunes.
—Convencí a Villareal de que nos de pasajes de primera clase— dijo la editora frente a la cara de confusión de la menor —no pienso aguantar un vuelo de tantas horas sin poder acostarme—.
—Bien pensado Woody— contestó bromeando la joven, pero la mayor no le siguió el juego y solo la miró con una expresión seria.
Los minutos pasaban y la autora estaba un poco incómoda, nunca había compartido tanto tiempo el mismo espacio con su contraria, y ya no sabía que más hacer para romper el hielo. La observó un poco, tratando de encontrar alguna pizca de amabilidad que la animara a interactuar, pero solo pudo encontrar lo de siempre, una ejecutiva seria que mira todo el tiempo su celular y lleva un bolso con su laptop a todos lados.
Iba a preguntar si volaba muy seguido, cuando el sonido de su propio smartphone se hizo presente, al ver la pantalla, su mirada se iluminó frente al nombre de su hermano.
—Hola Alpiste— dijo sonriente, aunque su contrario no pudiera verla.
Paola se volteó unos segundos, creyendo que le hablaban a ella, pero al ver la situación continuó con lo que estaba haciendo.
—¿Cómo está mi viajera favorita?— saludó Dylan al otro lado de la llamada -estaba por almorzar cuando ví que ya te ibas, así que te quería desear suerte-.
—Todo bien, sí, ya estoy en la sala de embarque esperando a que nos llamen— respondió —¿Vos que onda?—.
—Todo en orden— contestó —Vamos con Runa y Sven a un restaurante de unos amigos argentinos, ayer estuvo todo el día diciendo que estaba antojada de empanadas salteñas—.
—El verdadero quién pudiera— agregó Victoria —desde que vivo sola subsisto a base de milanesas y pizza de delivery—.
—No te quejes, que en nada vas a probar comida típica de los ingleses— Dylan tenía un semblante alegre, se notaba en su voz —Bueno Vic ya estamos llegando, te mando un beso—.
—Dale después pasame fotos de la comida— se despidió la autora.
—Olvidate— rió el mayor.
La llamada finalizó y la joven seguía sonriendo hacia su teléfono, extrañaba mucho a su hermano. A los segundos reaccionó y se dió cuenta de que su superiora la estaba mirando.
—Ya nos llamaron— dijo —nos esperan—.
Victoria asintió y tomó su equipaje de mano.

Ambas embarcaron y el avión ya estaba en posición de despegue, la joven escritora lo llevaba calmada, no era la primera vez que volaba, pero al observar el tono pálido de su acompañante, no pudo decir lo mismo de ella.
—Me quiero bajar— dijo Paola con un tono que la autora jamás había escuchado, este denotaba preocupación y miedo —no puedo con esto, quiero irme—.
Le recordó a ella en su infancia y el miedo que tenía al principio cuando no tenía mucha experiencia en vuelos.
—Paola, lo más importante es que controles tu respiración— la animó —seguime a mí, inhala y exhala— agregó realizando ademanes con su mano, tratando de ser lo más suave posible para evitar que la editora tuviera un ataque de pánico.
Los ojos de la mayor estaban empañados y su respiración era algo irregular, pero ponía toda su fuerza de voluntad en seguir las indicaciones, no podía permitirse perder el control, ella no era así.
—Seguí así, vos podés— seguía alentando Victoria.
Los minutos pasaron y avión ya se encontraba en su altura máxima, Paola había logrado alejar los pensamientos negativos y decidió que lo mejor sería tomar una pastilla para dormir que tenía en su bolso y así evitar estar despierta la mayor parte del viaje. Por otro lado, la joven autora anotaba en su libreta posibles ideas para orientar su novela hacia la fórmula 1.

Primero pensó en un personaje femenino que lograra llegar a la categoría, inspirándose en las mujeres que corrían en fórmula 4. Luego consideró si podría hacer una historia que relatara como es ser un piloto, y cómo se mantienen en armonía la vida personal y la deportiva.

Ya llevaba dos tópicos, y ninguno de los dos la convencían. No quería caer en clichés y solo se le venían a la mente escenas de esta categoría. Lidiando con esa frustración, guardó su material y se dispuso a ver alguna película que ofrecía la aerolínea en su pantalla táctil.
Varios largometrajes ya estaban consumidos por la joven, cansada de navegar por el catálogo, se decidió a imitar a su superiora y dormirse.

Luego de un par de horas despertó, se volteó para ver a Paola, la cuál ya estaba merendando, con la mirada un poco perdida.
—¿Cómo te sentís?— indagó la joven —¿te bajó la ansiedad?—.
—Algo, pero probablemente vuelva a dormir— contestó tranquila su superiora, con un semblante desconocido para la autora, uno que mostraba una cercanía impropia de la ejecutiva.
—Avisame cualquier cosa si te sentís mal— Victoria sabía que era mejor pasar por alto ese cambio de actitud, al fin y al cabo, podía ser solo producto del episodio de pánico por parte de su jefa.
—Sí, tranqui, no te preocupes— dijo Paola con una minúscula sonrisa.
Seguro tenía fiebre o las pastillas le habían provocado efectos secundarios. Sea lo que fuera, la autora no tiraría de esa cuerda y dejaría que su contraria se mostrara "amigable" si así lo deseaba.

Aprovechó la conexión de wifi que ofrecían en primera clase para navegar un poco por Instagram. En su feed ya aparecían algunas fotos de pilotos que habían arribado a Inglaterra, incluso algunos ya estaban haciendo pruebas.
Likeó algunos posts, como los de Charles Leclerc, Lewis Hamilton, y George Rusell. Victoria no tenía muchas preferencias, todos le parecían buenos pilotos. O bueno, casi todos, sacando de su lista a Nikita Mazepin.
Luego continuó interactuando con las cuentas de sus cantantes favoritas, como Rosé y Olivia Rodrigo, para después a ver un par de memes.
No supo cuando, pero en algún punto se quedó dormida, siendo interrumpida unas horas más tarde por una Paola algo distinta, con su pelo suelto, despreocupado y sin maquillaje.
—En una hora aterrizamos— avisó continuando con su tono amable.
Okay, gracias— respondió la autora, aún sin entender la actitud de la mayor.

Pasó un rato y el avión de Aerolíneas Argentinas ya había pisado tierras londinenses. Los pasajeros bajaban ordenados y se dirigían a migraciones para completar los trámites correspondientes.
Las dos empleadas de la editorial una vez que buscaron sus maletas y sellaron el pasaporte, buscaron el bus del hotel que la editorial les había reservado. Debían registrarse ahí para que su jefe no sospechara, y luego partirían a Northamptonshire. Una vez que llegaron a destino, Paola realizó los cargos a la tarjeta de la empresa, con esa maniobra ya quedaba sentado que eran solo dos empleadas haciendo su trabajo.

Saliendo del hotel, reservaron un uber, el cuál llegó rápidamente, una vez que ingresaron al vehículo, se relajaron, ya que tenían un largo camino.
Estuvieron en silencio por dos horas, dada la naturaleza de la ejecutiva y que el conductor que les había tocado no era muy hablador, el habitáculo se mantenía en silencio. Frente al escenario tranquilo, la mayor se encontraba tipeando en su laptop un informe y Victoria leía una novela de Kasie West.
—No puedo creer que esté haciendo esto— comentó la editora de repente.
—¿Hacer qué, viajar?— respondió la autora.
—No solo eso, que de paso no lo había hecho antes— sonrió mirando hacia abajo —si no también ver una carrera de fórmula 1 en vivo— finalizó.
—¿Te gusta?— preguntó desconcertada —Creí que por tu opinión sobre la historia no te interesaba—.
—Sí, me gusta— alegó —pero eso no quiere decir que automáticamente sea viable para una historia— contestó un poco seria, pero sin llegar a serlo como de costumbre.
Victoria no tenía que olvidar que estaba hablando con Paola.
—¿Y hace cuanto te atrajo?— sería cuidadosa, pero no podía evitar ser curiosa.
—Desde siempre— al parecer el hilo de amabilidad no se había roto —mis viejos eran muy fanáticos, los fines de semana almorzábamos viendo las carreras— una sonrisa nostálgica se instaló en su rostro.
—Que lindo, tener esa clase de recuerdos de los viejos está bueno— la autora también buceaba en su memoria y encontraba momentos agradables con su familia, evadiendo sus años de adolescencia.
—Sí, te ayudan a recordar de dónde venís— sentenció la ejecutiva.
—¿Ya no ves las carreras?— replicó la joven.
—No, mi papá falleció a mis 10 años y mi mamá...—
Iba a continuar la frase, pero entonces el chofer había anunciado que habían llegado a destino.

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Bueno, llegamos a Inglaterra! Que aventuras esperan a nuestras protagonistas?

Con amor, Vicky!💕

It's raining outside | Lando NorrisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora