La Primer Gobernante.

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Aveces se necesita de alguien con la valentía de cazar a un puma, un oso o tal vez y alce, toda esa valentía para oponerse, levantar la voz y hacer pequeños cambios, rasgar un velo que se creía indestructible, aveces necesitas la valentía de la primer gobernante.

O.L.
A.L.

Ella nació cuando los hombres gobernaban todo lo visible y oculto, se le crió para que desde niña su pensamiento se dirigiera a una cosa, por más que en su vida fuese la primera hija en nacer, su destino esté aunado con La Mesa, aún con todas esas ventajas; ella nunca gobernaría a su pueblo, sería el sostén de su acompañante de vida y guiaría a sus hijos para que el poder fuese otorgado al selecto entre los suyos. Siempre creyó que la injusticia había nacido con ella, su primera fue nacer mujer y la segunda, que le robaran descaradamente el único puesto por el que toda una nación batallaba con ansias para tenerlo después de su nombre.

Ella fue la primera en no aceptarlo, en dejar en claro que si antes de su nombre estaba una ventaja indiscutible, esta le permitiría que si ella decidía, nunca compartiría un poder que desde su nacimiento le fue concedido y por la injusticia de su vida quisieron arrebatarle.

Hera Lombarde dejó en claro que si nadie de su familia lo había hecho, ella sería la primera en lograrlo.

Dejo en claro y grabo con orgullo su nombre en la imborrable historia de la familia Lombarde y se hizo merecedora del nombre con el que siempre será recordada.

Esta es la historia de Hera Lombarde, La primera Gobernante del Supremo Concejo. Y la Madre Magnífica de los Lombarde.

Nació cuando los primeros días de lluvias asomaban al país, fue la primera mujer en nacer, siendo la tercera de la dinastía, una liderada por hombres.

Su madre al verle lloro, no de alegria, decepcionada le limpiaba las lágrimas que caían de sus cuencas, sabía que su destino no estaba aunado a la gloria que su familia le podía ofrecer, decaída permitió que las mujeres a su cargo le criaran como castigo debía de engendrar otro heredero antes de que los cuarenta días de descanso resonaran, pero su esposo era un hombre respetuoso y dejó que esposa descansara los tres meses, como sus otros herederos.

- ¿Recuerdas esos libros que me regalaron de Grecia, Amada esposa? - el hombre no se había despegado de la niña desde el momento que supo que era una ella y no un él -. De los dioses del Olimpo y de todas esas fantasías....

Su esposa alegre de ver una respuesta positiva en su esposo asintió , ella estaba acostada y el se mantenía de arriba a abajo besando a su pequeña.

- La diosa Hera... me gusta ¿que te parece a ti?

- Lo que diga mi esposo será recibido por mi - respondió la muchacha con voz suave.

- Sabes que tienes derecho en este hogar, eres mi mano derecha y no con lo que debo de engendrar....

La mujer se quedó callada, lloro, lloro por que en su cruel destino de enlazarse para que su familia consiguiera gloria su esposo había sido como los cuentos que su nana le contaba cada noche, era su ideal y había logrado casarse con el.

- Caro que lo se y por eso me gusta que tú tomes los nombres de tus herederos.

El hombre asintió, a el no le importaba que su pequeña tenía la piel morena de su madre, para el era perfecta, era su heredera

Hera se crió entre los deberes de ser una buena esposa y el ser un heredero capaz. Su madre se encargaba en las tareas de administración del hogar mientras su padre estaba ocupado en la capitanía general y La Mesa, ambos eran un equipo, ella no solo era el sostén de su casa, si no también de su familia y su esposo, su madre a pesar de creer que no cumplía un rol importante siempre tenía en claro que era la administradora del hogar y eso indiscutiblemente era lo que a Hera más le gustaba, cuando su madre demostraba el poder que su esposo siempre le había dado.

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⏰ Última actualización: Sep 06 ⏰

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