Serie de microrelatos sobre algunas parejas canon o no del videojuego de Apex Legends. No están conectadas entre sí.
Pueden hacer peticiones así como también escribiremos algunos cuantos nosotras.
Esperamos que lo disfruten.
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—A veces pienso que... —la militar suspiró, algo que hacía muy contadas veces—, lo que sientes por el simulacro es mucho más grande que tú.
Loba miró inmediatamente a Anita, con algo más que ira hirviendo en su mirada.
—Vete de aquí —soltó con algo de simpleza, tratando de disimular su molestia. La otra no podía saber lo que Loba pensaba, de hecho, nadie, pero a veces sentía como si ella fuera transparente en cuanto a sus sentimientos y todo el mundo pudiera darse cuenta de lo que realmente sentía.
De lo que realmente quería.
La militar abrió la boca, y pensó brevemente en algo que podría decir, pero nada salió de sus labios. Simplemente se dio la vuelta en su perfecta postura y salió de la habitación de la ladrona.
La chica miró su P2020 y la tomó entre sus manos, la miró durante algunos segundos y, sabiendo que se encontraba sola en su habitación, soltó algunos sollozos que jamás se permitiría soltar en compañía de alguien.
Estaba llena de odio, a veces sentía que todo el rencor que guardaba en sí misma la mataría algún día.
Tiró la pistola a ningún lugar en particular de la habitación. Limpió sus lágrimas con las palmas de su mano, aún más enojada —si es que podía estarlo—.
Suspiró lentamente. Una, dos, tres veces.
¿Era posible que pudiera sentir algo además de odio y rencor por aquel simulacro?
¿Acaso podría sentir... lástima?
¿Pena?
¿Amor?
Se odiaría a sí misma si sintiera aquellas cosas. Sería imperdonable, una completa ofensa para sus padres. Y peor aún, todo el tiempo que había gastado buscando el código fuente, los recursos que había perdido, peleando por lograr lo que siempre había querido... sería en vano.
Miró al techo, y decidió que necesitaba tomar un poco de aire, dejar de pensar tanto y tratar de relajarse por un momento.
[...]
—Loba, lo dijiste entre sueños.
—¡Deja de meterte en mis asuntos!
—¡Sólo me preocupo por ti!
—¡Pues no lo hagas, nadie te lo pidió! —la ladrona, en medio de la completa desesperación, señaló la puerta, con una mirada llena de odio—. Te... te suplico que salgas de aquí, no quiero seguir peleando —posicionó su otra mano en su frente, tapando sus ojos.
