La boda

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La música sonaba de forma agradable en el gran salón, era un baile por demás romántico, y como no serlo, era la boda de los más jóvenes del grupo de amigos, en el centro de la pista un peliazul miraba con adoración a su ahora esposo, sus ojos lilas le habían dejado embobado desde la primera vez que le miro, y ahora nada le complacía más que ver esos ojos llenos de emoción.

Su baile termino con un tierno beso por parte de los dos, el más bajo de ellos portaba un traje blanco que se ajustaba perfectamente a su figura, el mayor por igual usaba un traje solo que el color era negro con pequeños detalles en azul. Will estaba especialmente contento, su amado por fin le mostraría aquella faceta que le había enamorado.

Justo cuando la música se detuvo las luces se apagaron, poco después se escuchó un grito de dolor y para cuando las luces volvieron en el suelo yacía Miles con la garganta cortada de extremo a extremó, los presentes quedaron estupefactos ¿Que había pasado? Apenas y la luz se fue unos segundos.

Chicos creo que...lo mejor es salir de aquí –La voz nerviosa del peliazul se escuchó por el salón, todos los presentes sabían del miedo del chico hacia la sangre, así que ninguno pudo resistencias.

Vamonos, tenemos que llamar a la policía, pero lo haremos cuando estemos seguros en otro lado.– El mayor y por lo tanto más responsable de todos hablo, Armand se consideraba el protector del grupo, para el eran sus niños, se acercó a una de las grandes puertas y la empujó queriendo abrirla, sin embargo está ni se movió.

Una risa un tanto dulce se escuchó por todo el salón, al voltear todos lograron ver el momento exacto en que Hiro apuñalaba a un azabache, Marshall termino por caer arrodillado, el de ojos lila movió el cuchillo hacia abajo abriendo en canal al vampiro, gracias a Will le era más fácil el asesinar a esos seres.

–¿Que mierda haces, Hiro?– Alex, la pareja de Marshall se acercó de manera amenazante al azabache, todos conocían el temperamento explosivo de la chica y estaban casi seguros de que intentaría golpear al de traje blanco, y está vez no pensaban detenerla, tenía una razón más que justificada más nunca pudo llegar a hacerlo, una daga había Sido incrustada en su espalda, y era sujeta por aquel peliazul de sonrisa inocentes.

–Ni siquiera lo pienses, tus sucias manos no tienen derecho de tocar a mi preciado angel. –La voz del peliazul era armoniosa, bastante agradable, o eso sería si no fuera porque acababa de asesinar a aquella chica, ni siquiera se inmutó por la sangre que ahora manchada sus manos o la que ensuciaba el antes pulcro traje de su esposo.– Bien, no quiero que arruinen mi noche de bodas, no podrán salir de aquí hasta el amaneces así que, juguemos algo chicos,– su voz era calmada mientras caminaba hacia su amado esposo, tomo su mano y tiro de la misma suavemente acercandolo más a él, era la primera vez que mataba a alguien, pero estába seguro de algo, si alguien se atrevía a poner una mano sobre su ángel no dudaría en terminar con su estúpida existencia. –Juguemos a las escondidas, nosotros dos buscaremos, tengan cuidado chicos, la casa de un demonio es un lugar peligroso. Pueden esconderse dónde quieran, quien logré sobrevivir hasta el amanecer le dejaremos ir.

Dicho esto chasqueo sus dedos apagando las luces del lugar, las puertas se abrieron y ellos escucharon con gusto como los demás salían corriendo.

Armand llevaba de la mano a Ari y Tomioka les seguía de cerca, ellos ni siquiera intentaron escapar, Armand conocía a ese peliazul, lo había visto enojado en incontables veces y si bien no era de los que mataban sus castigos llegaban a ser dolorosos, sabía que no saldría de ahí hasta que el lo quisiera, y ahora que había probado la sangre no tenía ni idea de lo que podría pasar. Les llevo hacia la segunda planta en dónde entrando a la habitación del fondo busco abrir las ventanas, ninguna se movió, entonces decidió buscar esconder más más pequeño, Ari.

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