Cardio.

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Las guardias de Alex eran desesperante, estoy orgulloso de ella, pero cada vez que se iba me ponía de los nervios su manera de reaccionar a los errores. Tenía que admitir que Alex era la cirujana cardio-torácica más profesional, preparada que había conocido, y prácticamente gracias a todo su trabajo había conocido a varios de sus colegas, pero no solo tenía esa especialidad, sino que podía entrar a un quirófano a realizar una intervención quirúrgica ortopédica, neurológica, mínimo acceso, pediátrica, obstetricia y hasta cirugías estéticas, su carrera profesional era absolutamente genial, y era admirada por todos, cosa que me hacía inmensamente feliz, pero...su problema psicológico a veces sentía que se nos iba de las manos.

Esa necesidad de que no hayan errores, de que no puede fallar, a veces la hacía enloquecer por horas, incluso días.

Me paseaba por los ya conocidos pasillos, saludando al turno que hoy era dueño de los salones.

─Hola Jedd. ─Me saludó la jefa de residentes con una hermosa sonrisa, esa mujer era el diablo, o eso decían, al menos a mi me parecíauna viejita muy tierna.

─Hola Susan. ¿La doctora Bailey? ─la miro esperando respuesta inmediata mientras muevo el té cambiando de mano a mano. Quema.

─Quirófano dos. Sale en 7 minutos y 30 segundos. Le digo que ya estas. ─informa y sigue por el corredor.

Las operaciones de Bailey eran cronometradas, ella usaba un tiempo exacto para cada cosas y se enojaba cuando no se cumplía. Solo me alegro que en casa fuera otra persona.

Eso era lo que más me gustaba de Alex, que tenía reglas profesionales difícilesde cumplir para los demás, pero en casa era otra Alex, igual de refunfullona, pero tierna y amorosa conmigo, eso me tenía enamorado de ella.

Me siento en uno de los sillones de espera mientras saludo a los enfermeros y estudiantes que me ven, prácticamente en este ala todos me conocen, sobre todo desde el día de la discusión.

Que día.

Sonrío ante el pensamiento fugaz, pero mi risa no llega tan lejos, una mancha roja y gris corre por mi frente y gracias a mi rapidez visual distingo que es Ax.

Suelto el té en la mesa y me apresuro a correr detrás. 

Sigo persiguiendola hasta que sale de la instalación directo al parking privado.

Ataque. Muerte.

Mi cuerpo se tensa cuando veo que se recuesta a la pared blanca y mohosa para sentarse en el posiblemente frío suelo.

─¿Bailey? ─susurro, en el trabajo me pide que la llame así, y por mí, bien.

─Dejame un rato.

Pone la cabeza dentro de sus rodillas, justo como indicó la psiquiatra que lleva viendo hace un par de meses.

─Sabes que no. ─Sostengo mi palabra y me acerco más hasta quedar justo en su frente agachado a su altura mientras mis dedos pasan despreocupadamente por su rodilla cubierta de la tela de algodón. 

─¿Murió? ─cuestiono con miedo. Y ella levanta sus dos preciosos ojos ahora rojos e hinchados, pero sin lágrimas a la vista.

─Sí.

Se queda mirándome en silencio, y eso, lejos de ponerme incómodo me hace quererla más. Sus facciones son de cansada, lleva más de 48 horas en el hospital, posiblemente sin dormir y comiendo galletas integrales, pero aún así sigue viéndose hermosa, diría que más hermosa que con ese vestido verde que tanto me gusta.

─Eres preciosa, gnomo. Simplemente perfecta. ─pego mi frente a la de ella con mis ojos aún puesto en los suyos.

─Soy horrible, deberías odiarme, soy una asesina. ─Su cara de repugnancia asi misma me provoca arcadas a mí, pero eligo sonreír y volver a la carga.

─Ax, en esta semana has salvado a 48 vidas. ─Le recuerdo con una sonrisa ladeada y veo tristeza en sus ojitos.

─Podrían ser 49.

─Es cierto, menuda mierda eh, si es que yo he salvado 50 vidas en dos días, eres un asco. ─bufo con ironía y suelta una carcajada.

Misión cumplida.

─Me has salvado a mí. ─Habla bajito, así como siempre lo hace cuando esta totalmente segura de las cosas.

─Y contigo he salvado un millón. Ax, eres la cirujana más testaruda y genia que he conocido. ─Le acaricio el cabello rojo trenzado bajando mis dedos por su mandíbula. 

─¿Estás viendo a otras cirujanas Jedd Williams Geek? ─Hago una mueca cuando pronuncia mi segundo nombre dando unos pequeños voleteos con sus pestañas.

─A una muy sexy diosa del cardio. ─Bromeo y se abanica la cara fingiendo enojo.

─Tengo un bisturí y no dudare en usarlo.

─Tengo tu témpano y no dudare en descongelarlo. ─Hace una mueca ñoña que me recuerda a un conejo y su relinchido de caballo habitual.

─No lo dudo, pero ahora dejame vomitar.

Y así con toda la calma del mundo, se levanta para ir a un punto exacto donde hay césped natural y vomitar con ganas.

Me quedo sentado mirándola, luego de cada ataque, gracias a dios este no ha sido nada, vomita.

─¿Ya has sacado el demonio de adentro? ─La jodo un poco y pone los ojos en blanco para pasar por delante y entrar directo al hospital sin avisarme antes.

Puto gnomo.

Esto es una pequeña escena de una historia que quería crear, pero no me siento en condiciones de hacer lo mejor por ella, así que decidí poner un pedacito acá y pues...eso. Al final esto lo hice para escribir todo lo que se me ocurra.

Que tengas una linda semana.

Pd: La verdad ni siquiera la revisé antes de publicar, no tengo ganas. :(

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