Tac tac tac tac tac tac tac tac

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Una gota.
El sonido era desquiciante.
Dos gotas.
Aún estaba vacío, ¿De que hablas? Ah sí, de la paciencia.
Tres gotas.
Me ponía nerviosa, ansiosa saber que se iba a llenar, pero mientras disfrutaba.
Cuatro gotas.
Tac, tac, tac, tac.
Cinco gotas.
Me debía comenzar a preocupar en ese instante.
Seis gotas.
Mis dedos jugaban con la costura de mi camiseta.
Siete gotas.
¿Tanto? Vale, creo que no puedo aguantar más. 
Y aguanté, aguanté hasta la octava gota, y aguante demasiado que aún sin haber estado lleno, yo misma lo derrame.
La octava gota cayó, y con ella mis ganas de intentarlo.

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