Capítulo 22

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En el momento en el que sus labios hacen contacto con los míos, pierdo completamente la noción del tiempo. Tardo unos segundos en salir de la estupefacción y enseguida correspondo su beso.

Me encantaría poder decir que cuando sus labios trazan los míos no siento nada, pero me estaría engañando a mí misma. A quién voy a mentir, aunque sé que no debería, el chico de Aire me encanta.

Su mano derecha acaricia mi pelo trazando un recorrido hasta mi mejilla. Sostiene mi cara con su mano aprovechando para profundizar el beso. Mi respiración se acelera y mi sangre hierve en estos instantes. Podría desmayarme en cualquier momento por el temblor que siento en todo mi cuerpo.

Los dos nos apartamos por unos instantes para coger aire. Nos miramos a la cara y me quedo sin respiración. Este chico es tan diferente de los que conozco..., pero resulta que es eso lo que más me atrae de él.

Nos mantenemos en silencio mientras nuestros ojos no abandonan los del otro. Mi corazón está tan acelerado que tengo miedo de que él se de cuenta cuando su mirada se desplaza hasta mis labios. Veo sus intenciones de volver a besarme y mi boca se entreabre involuntariamente. Se acerca acortando la mínima distancia que separa nuestras bocas y...

—¡Chicos! ¡Tenemos que irnos, ya los hemos perdi...! —Marina aparece, seguida por Aurora, en la entrada del callejón— ¡Ay! ¡Perdón! No sabía que estabais... tan... eh... juntos.

Nos separamos inmediatamente como si nuestras pieles quemaran ante el contacto. Siento mis mejillas calentarse a la vez que vislumbro un poco de color aparecer en las mejillas del chico de Aire. Se aclara la garganta cuando se da cuenta de que lo estoy mirando demasiado, se pone de pie ofreciéndome su mano y la tomo para levantarme.

Mi interior reprime un gritito de alegría cuando soy consciente de lo que acaba de pasar hasta que veo a nuestras espectadoras. Caminamos un poco avergonzados pasando justo al lado de una Aurora y una Marina bastante sorprendidas. Marín y Zahara nos esperan fuera con impaciencia, por lo que nos acercamos a ellos lo más rápido posible.

—¿Pasa algo? ¿Por qué estáis sonrojados? —pregunta Marín con el ceño fruncido.

Elio y yo nos miramos mutuamente sin evocar una sola palabra.

—Mejor no digáis nada. Vámonos antes de que la policía llegue, seguro que ya la habrán llamado.

Todos asentimos sin poner ninguna queja y seguimos a Marín. Cruzamos el muro con ayuda de una de las tantas cuerdas camufladas que tienen en varios puntos del muro mientras oímos el sonido de las sirenas a lo lejos.

Una vez dentro de Aire, los seis nos dirigimos hacia la cueva. Marín es el que se encarga esta vez de abrir la trampilla y entrar primero. El resto vamos entrando de uno en uno detrás de él hasta llegar al salón, dónde las luces ya están encendidas cuando ponemos un pie dentro.

—¿Hola? —pregunta Elio sin obtener respuesta— ¿Brisa? ¿Edahi? ¿Estáis ahí?

—Parece que no hay nadie. Se habrán dejado la luz encendida —concluye Marina.

Zahara es la primera en pasar por delante de todos y sentarse sin decir nada en la mesa grande. Los demás hacemos lo mismo, menos Elio, que se acerca a la estantería para coger unas carpetas y luego se sienta a nuestro lado mientras que esparce papeles por la mesa.

Recibo uno de los papeles que me ofrece y leo rápido el nombre del padre de mi profesor. Levanto la mirada encontrándome con un Elio bastante serio.

—Tenemos que cerrar este tema cuanto antes —determina apoyando sus codos sobre la mesa—. Sé que te dije que podías contarnos lo que hablaste con tu profesor cuando te sintieras preparada, pero esto se está poniendo serio. Lo que le han hecho a Aurora se llama secuestro.

4 partes en un todoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora