Capítulo 13

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Después de que Zahara me colgase el teléfono y tras unas horas largas e intensas de ruegos y suplicas, Aidan ha accedido a mostrarme su generosidad —según él— y contarme lo que habló con Elio por teléfono. El problema es que, cuando me lo ha contado, quedaban dos horas aproximadamente para la maldita quedada que ha estado toda la tarde ocultando. He estado tan desesperada por enterarme de la conversación que hasta he terminado ayudando a Aidan a recoger su cuarto. Lo he pasado fatal mientras que él ha disfrutado cada segundo de esta tarde. De todas formas, ya me vengaré de él. La venganza se sirve en plato frío. Que se prepare.

En estos momentos me encuentro tumbada en mi cama cargando continuamente la aplicación del whatsapp para ver si me llegan nuevos mensajes. Ninguno en media hora. Lo máximo que he conseguido ha sido un mensaje de Nuria por el grupo de clase sobre una noticia que ella ha calificado como interesante. En fin. Mientras intento relajarme y no contestarle con un cómprate una vida, escucho de fondo el agua de la ducha cayendo. Elena se está duchando. Yo ya me he duchado hace rato porque no aguantaba más el sentimiento de suciedad que recorría mi cuerpo desde que pisé el cuarto de Aidan. Eso sí que era una leonera —como diría mi madre— aún teniendo en cuenta que yo a veces soy bastante desordenada.

Mi tranquilidad acaba en cuanto oigo que Elena pone música y empieza a cantar canciones de reggaeton a todo volumen. Qué horror. Cojo la almohada y me la coloco intentando sellar mis oídos completamente. Como diría Shakira en una de sus canciones: inevitable. ¿Cómo podía gritar tanto? Debía estar dándoles un concierto a sus champús, porque lo estaba viviendo intensamente.

Después de diez minutos de tortura, oigo como cierra el grifo y apaga la música. ¡Por fin! Ya era hor... ¡No! Otra vez vuelve a sonar el agua y lo que es peor, su playlist. Me levanto de inmediato y me dirijo hacia la puerta del baño con intenciones de acabar con su vida.

—¡¿Quieres salir de una maldita vez?! —grito mientras aporreo la puerta.

—¡¿Qué?!

¿No me ha escuchado? Pues ahora me va a escuchar pero bien.

—¡QUÉ CIERRES EL GRIFO Y LA BOCA!

Me doy la vuelta y me tiro de plancha encima de mi cama. Al instante dejo de oír el agua y la música, y cinco minutos más tarde Elena sale del baño con el pelo cubierto por una pequeña toalla. Yo evito mirarla y suspiro con fuerza para que note mi enfado.

—Ya me has aporreado la puerta —comienza a hablar ella—, no necesito que me des más señales, pesada.

—Pesadas sois tú y tu música.

Enseguida le lanzo un cojín a la cara y empezamos una especie de guerra de almohadas que se ve interrumpida con unos ligeros toques en la puerta. ¿Quién es ahora? Miro a Elena y ella gira inmediatamente la cabeza mirando al techo. Está claro que no tiene pensado ir a abrir. Me levanto de la cama y me dirijo a girar el pomo de la puerta y ahí está él. ¿Quién iba a ser sino?

—¿Todavía estáis cambiándoos? —pregunta Aidan pasando por mi lado.

Cierro la puerta y lo sigo cruzándome de brazos.

—No recuerdo haberte dejado entrar en la habitación.

—No ha hecho falta —dice tirándose en la cama.

Lo miro con una sonrisa malévola y sin pensarlo dos veces me lanzo sobre él echando todo mi peso sobre su cuerpo. Él intenta hacer como que se ahoga, pero yo no tengo piedad y empiezo a hacerle cosquillas. De todas formas, obviamente, esta no es la venganza, solo un pequeño aperitivo.

—¡Para, para! —grita sin dejar de reírse.

Hago caso omiso y sigo torturándolo un rato más hasta que consigue tirarme de la cama y firmamos la paz —por el momento— para evitar que un libro del tamaño de la biblia acabe aterrizando en la cabeza de alguno de los dos.

4 partes en un todoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora