Capítulo 4

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Me ha costado conseguir sacar a Elena de la cama, pero en cuanto le he contado de que se trataba no ha podido resistirse a salir pitando de su casa. Ya estamos aquí, en el muro. Hemos llegado unos dos minutos antes de lo previsto. Solo espero que la persona con la que he quedado no tarde mucho en aparecer. Estoy deseando verla. Tengo muchas preguntas que hacerle, pero lo que más ganas tengo es de abrazarla. Sí, eso es. Tengo ganas de abrazarla. Mientras veo como Elena da vueltas sobre sí misma, oigo una rama crujir. Me doy la vuelta y ahí está. Ya era hora.

—¡Mamá!

Ella se acerca con cuidado.

—¡Shh! Cariño no grites, no vaya a ser que aparezca un guardia. Deja que te mire. —Me coge de la cara como si buscara alguna irregularidad en ella. A veces sigue actuando como cuando era pequeña conmigo—. ¡Estás muy blanca!

—Tanto tiempo sin verme y... ¿me dices eso?

—Está bien, cuando tienes razón, tienes razón —mi madre se detiene a mirar a su derecha —¡Elena! —Se acerca a mi amiga para darle un ligero abrazo.

—Hola, Coral —Elena dibuja una amplia sonrisa en su cara, casi tan grande como la de mi madre.

—Espero que me la hayáis cuidado—me señala con descaro.

—¿Puedes parar ya? —reclamo a mi madre cuando siento el calor llegar a mis mejillas. Mi madre levanta las manos como si le estuviera apuntando con una pistola.

—Vale vale —accede a parar de humillarme—. Al menos no te has hecho tatuajes en mi ausencia. Ahí si me habría enfadado.

Elena se troncha de la risa mientras mi madre me repasa la cara agarrándome ligeramente de las mejillas. Sabe que eso me incomoda, y querrá devolverme todas las veces que yo le he hecho pasar vergüenza delante de sus padres.

Aparto las manos de mi madre de mi cara y me restriego la mano por mis mejillas manoseadas.

—Oye, ¿y papá? — pensaba que vendrían juntos o al menos eso entendí en el mensaje en clave que recibí.

—No te preocupes —hace un gesto con la mano restándole importancia—, juraría que estar apunto de llegar.

Unos segundos más tarde mi madre comienza a reírse y Elena le sigue con una de sus sonoras carcajadas. 

«¿Se ríen de mí? ¿Qué he dicho que sea tan gracioso?»

Me doy cuenta que están mirando justo detrás de mí, así que me giro entendiendo a ambas. Cuando lo veo yo tampoco puedo evitarlo. Mi padre vestido de ciclista profesional y se acerca a un ritmo lento como si estuviera modelando para nosotras.

—¡Eh! ¿De qué os reís? —por mucho que frunza el ceño fingiendo estar enfadado, soy consciente de que está aguantándose la risa.

—¿Qué eres?¿Runner? —no puedo evitar seguir riéndome.

—A tu padre ahora le ha dado por ser ciclista y llevar esas mallas tan ajustadas —mi madre tampoco está por la labor de dejar de reírse.

—¿Es que no piensas abrazar a tu padre después de un año sin verlo? —abre los brazos y me abraza tan fuerte que me levanta del suelo.

Es la segunda vez que mis padres me visitan desde, bueno, desde que nos separaron. El año pasado quedamos en el mismo lugar y me dijeron que todos los años intentarían visitarme una vez. Ya iba siendo hora de que vinieran a verme. Les echaba mucho de menos.

—No quiero fastidiar este reencuentro pero, ¿no estamos gritando demasiado? —Elena siempre interrumpe a todas horas pero yo ya estoy acostumbrada. —Por cierto señor..., digo Adrián, le... digo..., te queda muy bien ese outfit —bromea Elena. A ella también le resulta demasiado gracioso.

4 partes en un todoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora