capitulo 7

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Cuando salí del Camaro el jueves y me dirigí al edificio principal de la escuela, me sentía más optimista que nunca desde que habíamos llegado a Hawkins. La escena de la noche anterior había sido bastante mala, pero ya era de día y estaba lista para las clases, armada con los dulces que había reunido en Halloween y con la idea de que tal vez terminaría por gustarme este sitio. Empujé las puertas dobles y pasé junto a un par de chicas vestidas con gruesos chalecos tejidos mientras comía un puñado de M&M’s.
Llegué a mi casillero antes de que sonara la chicharra y estaba guardando mi patineta cuando apareció Lucas. Estaba solo esta vez, vestía su ropa normal y parecía muy torpe.
Levanté mis cejas.
—Hey, acosador.
Me miró con impaciencia y un poco de vergüenza, pero no comentó al respecto. Sin embargo, parecía inquieto, como si tuviera algo más en mente. En ese momento, sonó la chicharra para entrar a clases. Cerré mi casillero y caminamos juntos hacia el aula de Ciencias.
Se sentía raro caminar por el pasillo con un niño. Un chico agradable, con una sonrisa amplia y sincera, y manos limpias. Sin embargo, no tenía por qué sentirme cautivada o ridícula por eso. En mi hogar siempre andaba por los pasillos con Nate, o con Ben y Eddie.
Caminar con Lucas se sentía de alguna manera diferente. Él me lanzaba miradas continuamente, y le tomó un minuto llegar a lo que quería comunicarme. Pensé que tal vez me diría por qué Mike parecía tener un problema tan grande conmigo, pero resultó que solo estaba preocupado por lo que yo pensaba sobre Will y la crisis que había tenido la noche anterior. La forma en que Lucas actuaba era como si pensara que me asustaría, pero ese no era mi estilo en realidad. Claro, a veces usaba mi boca con demasiada contundencia, pero no iba a burlarme de Will ni a andar por ahí contándoles a todos lo que había pasado. Simplemente había ciertas situaciones en las que lo mejor era no comportarse como un cretino.
Sin embargo, había escuchado algunas cosas. En los dos días que llevaba en la escuela, estaba bastante claro que si había un niño raro en el grupo, ese era Will. Demonios, yo era la chica nueva y aun así no podía ser lo más interesante que pasaba en la pequeña escuela secundaria de Hawkins.
Las cosas que se decían sobre él eran estúpidas o ridículas y se escuchaban por todas partes. Una chica en mi clase de Historia llamada Jennifer Mack había contado que, el otoño pasado, la madre de Will lo había reportado como desaparecido porque se había perdido en el bosque y le había tomado una eternidad encontrar el camino de regreso. En mi clase de Deportes, el consenso general era que su padre lo había secuestrado durante una semana, y algunos de los niños en la clase de Inglés se daban codazos entre sí mientras dibujaban sus caricaturas con unas X en el lugar de los ojos. Decían que había regresado de entre los muertos, lo cual no explicaba en realidad por qué ellos eran tan cretinos, porque uno podría pensar que, si de hecho lo creían, tendrían que ser más amables. Parecía una mala idea burlarse de una persona que había resucitado de entre los muertos, dado que era claramente una especie de superhéroe.
Lucas me estaba mirando de una manera seria e infeliz, como si intentara hacerme entender algo pero no pudiera explicarlo claramente en voz alta. Su aliento olía a Skittles.
Su versión de la historia era muy parecida a la de Jennifer Mack, salvo por el hecho de que él sí conocía los detalles. Dijo que la razón por la que todo el mundo en la escuela le decía Chico Zombi a Will era porque todo el pueblo había pensado que él había muerto e incluso le habían organizado un funeral y todo, pero su explicación no me estaba ayudando mucho. Incluso si Will había desaparecido en verdad durante el tiempo que todos decían, una semana era demasiado pronto para hacer un funeral. Incluso si estuvieras buscando a alguien temiendo que nunca pudieras encontrarlo, ¿no tratarías de convencerte de que solo se había perdido antes de asumir que estaría muerto?
En Ciencias, me senté en mi escritorio y miré la parte posterior de la cabeza de Will, intentando verlo como lo hacía Lucas. Incluso sin haber hablado en realidad con él, conocía a los de su tipo. Esos chicos de los que los demás siempre se burlaban. Esa era una de las formas en que me recordaba a Nate.
La idea de él como una especie de resucitado muerto viviente era tan ridícula que en realidad daba un poco de miedo, como un giro inesperado en una historia. Había aprendido de películas como Psicosis que en ocasiones las personas eran peligrosas aun cuando no lo parecieran. No importaba cuánto mirara a Will, solo se veía cansado, tímido y un poco preocupado.
Dustin no estaba en su asiento, y me imaginé que tal vez habría decidido saltarse la primera clase para quedarse en casa y dormir un poco más o ver algunos programas viejos en televisión y comer sus dulces de Halloween. Estaba equivocada.
Entró precipitadamente casi al final de la clase, nervioso y sin aliento. Cuando yo llegué tarde el primer día me había sentido tensa e intranquila en el momento en que todos se volvieron para mirarme. Pero a él no parecía importarle. Se dejó caer en su escritorio, completamente imperturbable por la escena que estaba montando. Ignoró al señor Clarke y se inclinó para susurrar algo a los otros acosadores de la manera más ruidosa y obvia posible. Como si tuvieran algún tipo de campo de fuerza a su alrededor, y nadie más pudiera observarlos. Incluso cuando el señor Clarke finalmente se molestó y le dijo que prestara atención, actuó como si apenas le importara.
Miré desde el fondo del salón, en un intento por no sentirme excluida. Dustin todavía estaba inclinado hacia un lado en su asiento y les seguía susurrando algo con gran entusiasmo a Lucas, Mike y Will. Luego se volvió hacia mí y pronunció las palabras Club de Audiovisual. Almuerzo.
Estaba desesperada por saber qué estaba pasando, pero después de toda la escena con Will la noche anterior, todavía estaba consciente de que no los conocía en realidad y de que tal vez ellos no estaban interesados en conocerme. Esa mañana había llegado a la escuela preparada para pasar otra hora del almuerzo observando a las chicas en la cuadrícula del patio y tontear en mi patineta. Me había resignado a almorzar sola mi sándwich de atún y un puñado de pequeños Charleston Chews, y aún me resultaba difícil creer que podría haber encontrado amigos en un lugar como Hawkins.
Pero la manera en que Dustin se había girado hacia mí y pronunciado las palabras había sido tan natural, que ahora estaba lista para pasar mi almuerzo en algún lugar que no fuera sentada en los escalones detrás del gimnasio, sola.
La sala de audiovisual estaba oscura y abarrotada: era toda estanterías y carecía de ventanas, lo que hacía que el lugar se pareciera más a un armario de limpieza que a un salón de clases extracurriculares. Había un gran escritorio en el centro con montones de papeles sueltos, una computadora y un aparato de radio, y las paredes estaban cubiertas de estanterías llenas de cables y micrófonos. Tenía un aire adulto y sofocante, como si estuviera fuera del alcance de los estudiantes, pero se podía decir por la forma casual en que los chicos entraron en ella que pasaban mucho tiempo allí.
Dustin estaba parado junto al escritorio, inclinado sobre la trampa para fantasmas que había diseñado para su disfraz de Halloween. La trampa tenía un par de puertas mecánicas que se abrían con una bisagra y estaban cubiertas con cinta aislante. Lo único que yo sabía sobre la razón por las que nos encontrábamos reunidos en ese lugar era que quería mostrarnos algún animal extraño que había encontrado en la basura la noche de Halloween y que había llevado a la escuela dentro de la trampa para mantenerlo a salvo. Los otros chicos se reunieron alrededor de Dustin, y yo también me hice un hueco entre ellos.
Por un segundo todos nos quedamos en silencio, mirándolo. Me producía una sensación de inquietud. No me asustaban los animales, ni siquiera los más espeluznantes. Ya alguna vez había cazado serpientes entre la maleza detrás de mi casa. Sin embargo, las serpientes eran secas y escamosas, e incluso algo gráciles. La cosa en la trampa de Dustin era resbaladiza y estaba llena de grumos como mocos.
Su cuerpo era básicamente una masa amorfa con una cola puntiaguda y dos pequeñas y rechonchas patas delanteras. Dustin lo sacó de la trampa y lo miré con los ojos entrecerrados, estudiando su cabeza bulbosa. Estaba buscando los ojos, porque no parecía tenerlos. Nunca había visto nada como esto.
Dustin se inclinó sobre la mesa, mirando a la criatura en sus manos como si fuera la cosa más dulce y adorable. Seguía llamándolo «él», aunque era tan extraño y sin forma que, ¿cómo podrías estar seguro de nada?
Cuando vio que yo lo estaba mirando fijamente, me preguntó si quería sostenerlo, aunque yo negué con la cabeza en respuesta, él se giró, inclinó sus manos ahuecadas y lo puso en las mías.
La forma en que Dustin parecía estar tan entusiasmado con un renacuajo gigante resultaba un poco intensa. Nos estaba diciendo todo tipo de trivialidades al azar: que era un renacuajo terrestre, que lo había llamado Dart, que le gustaban las barras de chocolate 3 Musketeers y odiaba la luz. Todo fue absolutamente irreal, como un juego grande y complicado, y no estaba segura de que yo formara parte de él en verdad.
Sin embargo era divertido ver a Dustin hojear una pila de libros sobre anfibios que había traído de la biblioteca, y era agradable tener otra vez algo divertido y emocionante que hacer. Habían pasado meses desde que había tenido la oportunidad de ser parte de algo.
La forma en que Will había mirado el renacuajo, con tanta tensión y cautela, era extraña. No es que yo estuviera planeando abrazar al animal ni algo por el estilo, pero tampoco resultaba aterrador. Solo era asqueroso y un poco viscoso, y lo suficientemente pequeño para caber sin problema en la mano. Él lo observaba como si se hubiera quedado congelado, y me pregunté de nuevo si esto se estaba convirtiendo en una especie de Calabozos y Dragones de la vida real, pero no parecía que él estuviera fingiendo siquiera un poco.
Lo acepté de cualquier forma. Dustin estaba tan emocionado por el renacuajo que era casi encantador. Y a pesar de que todo esto era un poco bobo, en mi hogar también habíamos tenido nuestros propios juegos.
Habíamos subido la colina detrás de mi casa en San Diego todos los días después de la escuela y habíamos corrido allí todos los veranos. Incluso antes de que aprendiera a deslizarme en patineta, ya estaba enamorada de cómo se sentía viajar rápido e imprudentemente en la parte posterior de la bicicleta bMx de Nate, mientras me balanceaba con las manos en sus hombros y los pies en las clavijas. Bajábamos por Wakeland Road con los ojos cerrados y el viento azotando nuestros rostros. Levantábamos los pies de los pedales y las manos de los manillares, y nunca nos importó cuántas veces salíamos volando.
Cuando pensaba en la vida que había dejado en California, se sentía brillante y lejana, casi como un sueño. Me seguía descubriendo nostálgica al respecto, recordando las mejores partes: las tardes en la pista de go-karts o en la playa. Las noches de verano en busca de sapos en el cálido y oscuro silencio del jardín de la mamá de Eddie.
El jardín era tan grande como una piscina olímpica, más que mi patio completo, pero no pasábamos mucho tiempo allí porque la mamá de Eddie siempre estaba revoloteando alrededor, detrás de nosotros, ofreciéndonos bandejas de apio con mantequilla de maní y dándonos servilletas. Era molesto y un poco extraño que un adulto prestara tanta atención a lo que hacíamos.
El resto de nosotros teníamos padres que nunca parecían darse cuenta de que existíamos. La mamá de Nate pasaba las tardes recostada frente al televisor, y el papá de Ben algunas veces nos dejaba en el centro de recreo o en la pista de patinaje, pero por lo general estaba demasiado ocupado administrando su negocio de tejados o reconstruyendo el Buggy que estaba estacionado en su camino de entrada. Mamá no estaba tan pendiente de nosotros y definitivamente era más funcional que la de Nate, pero nunca se asomaba por nuestra guarida detrás de la casa.
Vivíamos nuestras vidas cotidianas en lugares donde nadie asomaría la cabeza ni querría saber qué estábamos haciendo, pero en las noches, cuando la contaminación había bajado y la luna había subido, todos íbamos a casa de Eddie. Nos sentábamos con las piernas cruzadas debajo de los rosales o nos tumbábamos en la pequeña franja de césped entre los macizos de brotes y la casa, mirando el cielo nocturno, respirando el olor cálido e impetuoso de las flores.
Cuando pasé por mi casillero para dejar mi libro de matemáticas y recoger mi patineta y mi mochila, tuve cuidado en recordarme que a pesar de que Lucas y Dustin habían sido amigables, no debía contar demasiado con ellos. Después de todo, en mi hogar, mi vida social se había basado en siete años de planes, proyectos y aventuras. Y al final resultó que incluso los amigos que pensé que siempre me apoyarían… no lo hicieron.
—¡Hey, Max!
Por un segundo, pude escuchar a Billy en algún lúgubre rincón de mi mente diciéndome que Lucas se aburriría conmigo. Él se olvidaría de mí, de la misma manera que mis amigos en mi hogar se habían olvidado de mí, porque era demasiado tediosa. Era estúpido pensar que porque habíamos salido juntos a pedir dulces en Halloween, me querrían alrededor de ellos el resto del tiempo. Yo era una chica extraña y desagradable, y nadie quería estar con la chica rara. Me dije todo eso en la voz baja y plana de Billy, porque sonaba más verdadero que si usaba la mía. Billy podía estar descontrolado y era un verdadero cretino, pero por lo general tenía razón.
Lucas no parecía ser el tipo de persona que solo era amigable por educación o para ser cortés, y era bastante obvio que estaba haciendo todo lo posible por encontrarse conmigo. Si me estaba invitando, era porque quería hacerlo y no solo porque estuviera vigilándome, preocupado de lo que pudiera contar sobre ellos a los otros chicos de nuestro grado. Por un lado, sus secretos ni siquiera eran tan interesantes. Y de cualquier forma, no hablaba con ninguno de los otros chicos.
Lucas sonaba menos adulador y más impaciente. Su voz era baja y abrupta, y un poco ronca. Me gustaba eso. Mamá siempre era tan sensible acerca de cómo la gente le hablaba, como si el tono fuera lo único que importara. Podrían decirle las cosas más terribles pero con la voz más dulce, y ella se derretiría por eso. Sin embargo, ni siquiera cuando Lucas sonaba irritable o impaciente, me importaba. Nunca parecía estar tratando de convencerme de algo.
Metí mis deberes en la mochila y azoté la portezuela de mi casillero.
—¿Y qué se supone que el señor Clarke hará al respecto? ¿Es algún tipo de experto en renacuajos?
Lucas se encogió de hombros. No parecía molesto de que yo nunca supiera cómo sonar más suave. Sus ojos eran oscuros y firmes, como si yo fuera alguien digno de conocer.
Lucas también miraba a la gente, pero lo hacía con intención, como si en verdad quisiera ver. Parecía pensativo, no hostil, y cuando sonreía, su sonrisa era amplia y algo tímida. Había pasado una eternidad desde que había sentido que alguien estaba haciendo todo lo posible por intentar verme.
Nos encontrábamos mirando expectantes cuando Mike entró corriendo. Tenía los ojos muy abiertos y respiraba con dificultad. Sin ninguna advertencia o explicación, tomó la trampa de las manos de Dustin y le gritó al señor Clarke que todo había sido una simple broma. Luego salió corriendo del salón, junto con Dart y la trampa para fantasmas. El señor Clarke observó la escena con una expresión de total desconcierto.
Lucas y Dustin solo dudaron un segundo antes de perseguirlo. Casi en el mismo segundo, acomodé mi patineta y también los seguí.
De regreso en la sala de audiovisual, todos estaban apiñados en el interior, pero Mike se detuvo en la puerta. Intenté pasar, pero se paró frente a mí, bloqueando mi camino.
—Tú no —luego se dio media vuelta y cerró la puerta en mi cara. Oí el clic de la cerradura, y me quedé sola en el pasillo.
Por un instante, solo me quedé allí parada, mirando la puerta cerrada. Me estaba acostumbrando a su mal humor, pero esto era ridículo. Al parecer, yo estaba autorizada a pasar el rato con ellos, pero no a participar en ninguno de sus planes o secretos. Dejé caer mi mochila, todavía escuchaba el eco de la voz de Mike en mi cabeza: Tú no.
Podía intercambiar Snickers por Clark con ellos y caminar a la clase con Lucas o Dustin, pero en el momento en que todo el grupo se reunía, yo ya no formaba parte del juego.
Y tal vez no era justo esperar que simplemente se hicieran a un lado y me dieran un espacio, pero tampoco lo era que me invitaran a formar parte de su grupo y luego me echaran cada vez que les diera la gana. No tenía que quedarme y seguir intentando ganarme un lugar. Podía irme a casa o ir a la sala de arcades en el centro y jugar Dig Dug, lo que fuera que quisiera hacer. Nada me mantenía allí.
Pero esperé. La verdad era que todavía tenía una pequeña y estúpida esperanza de que tal vez después de haber terminado con cualquier negocio secreto del que estuvieran tratando, podríamos estar todos juntos. Y aún más que eso, quería saber qué estaba pasando en la sala de audiovisual. A cada minuto sentía más curiosidad por saber cómo ese renacuajo ciego y viscoso se había convertido en un gran secreto.
Al principio, solo se escuchaba como el sonido normal de los niños discutiendo sobre cómics o tarjetas de béisbol, y no pensé demasiado al respecto. Pero entonces escuché a Lucas decir algo con voz tensa e irritada, y hubo un alboroto como de golpes y empujones.
Metí la mano en mi mochila y tomé un clip. Papá siempre me decía que nunca se debía ir a ningún lado sin las herramientas para abrir un candado o una perilla. Enderecé el clip en un movimiento rápido y ensayado, aunque una parte de mí seguía susurrando que tal vez todo se trataba de un juego.
Sin embargo, los ruidos al otro lado de la puerta me ponían nerviosa.
Empujé el clip dentro de la perilla de la puerta y busqué el tambor. Desde el interior de la sala de audiovisual se escuchó un montón de chirridos y chillidos, y alguien gritó: ¡Rayos! Sonaba como Lucas.
Hubo un traqueteo suelto y un clic. Sostuve el clip con firmeza y giré la perilla.
En cuanto la puerta se abrió, algo salió corriendo con los frenéticos chicos agitándose detrás de él. Lucas pasó tambaleante a mi lado, pero Dustin se estrelló de lleno contra mí y los tres caímos sobre el piso del pasillo.
Mike se paró frente a nosotros, con los ojos muy abiertos por la exasperación o por la alarma.
Lo miré fijamente. Había tenido el tiempo suficiente para registrar la forma de la criatura cuando salió disparada de la sala de audiovisual. Tenía las patas achaparradas, como de rana, y una enorme boca abierta; casi no se parecía al grumoso renacuajo ciego que Dustin nos había mostrado esta mañana. Había pasado junto a mí por el pasillo, con las piernas remando frenéticamente sobre el suelo. Y luego ya no estaba.

max la fugitiva  Autora: Brenna YovanoffDonde viven las historias. Descúbrelo ahora