capítulo 17

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CAPÍTULO DIECISIETE
Hace apenas un mes, ni muerta me habrían arrastrado al Baile de Invierno de la Escuela Secundaria Hawkins. Durante todo el tiempo que había vivido en California nunca había aceptado bailar. Por supuesto no cuenta aquella vez que, durante el campamento de quinto grado, nos obligaron a presentar un número de baile tradicional.
Ahora estaba parada frente al lavabo del baño, con mi mejor suéter y mis pantalones favoritos color salmón, preparándome para el evento.
Mamá estaba detrás de mí, arreglando mi cabello, y yo tenía que obligarme a mantenerme quieta, mientras intentaba acostumbrarme a la extraña y cuidadosa sensación de sus dedos en mi cabeza. Ella tiró con suavidad mientras trenzaba la parte frontal de mi cabello lejos de mi cara. Nos miré en el espejo. Lo inusual de tenerla tan cerca me hacía sentir nerviosa e inquieta.
—Ay, ay… dolió —me quejé, aunque no había dolido tanto.
Cuando mamá sujetó la trenza en su lugar con un broche, juntó las manos y dio un paso atrás para inspeccionar mi suéter.
—¿Estás segura de que no preferirías llevar un vestido?
—Sí, así estoy bien.
—Mi pequeña eterna rebelde, ¿verdad?, ¿marchando a tu propio ritmo?
Sonreí, a pesar de que quería poner los ojos en blanco por haber sido llamada pequeña.
—Sí.
Cuando terminó de acicalarme, me pasó un brazo por los hombros y se paró a mi lado frente al espejo. Nuestros reflejos eran parecidos, con pecas y cabelleras pelirrojas, solo que la suya era un tono o dos más oscura que la mía. Siempre había asumido que yo era más parecida a papá, pero gran parte de mí venía de mamá. Ella lucía melancólica y un poco preocupada, pero también orgullosa. Se veía feliz.
Con un suspiro distraído se giró hacia mí y golpeó un pulgar contra mi boca.
Ella siempre sería mi madre, incluso cuando se empequeñecía y dedicaba todo su tiempo y atención a inútiles como Neil. Ella seguiría preparando la cena, y las excusas, para él, y no había algo que yo pudiera hacer para arreglarlo. No podía cambiar los hombres que elegía ni las cosas que soportaba, pero podría amarla sin sentirme obligada a seguir sus pasos.
Decidir alejarse del monstruo fue más fácil sabiendo que no estaba sola aquí en Hawkins. Que había un montón de personas que luchaban por los demás. Si yo confiaba en ellos y se los permitía, tal vez ellos también lucharían por mí.
Cuando mamá aún arreglaba mi cabello, miré por encima de mi hombro y descubrí a Billy mirándonos. Desde esa noche en la casa de los Byer, había tenido cuidado de mantenerse fuera de mi camino. Todavía había una oscura ira en su rostro algunas veces, cuando me tomaba el tiempo de buscarla. Él no nos había molestado desde entonces, ni a mí ni a ninguno de mis amigos, pero yo sabía que no estaríamos a salvo de él para toda la vida. Él era la misma persona que siempre había sido, y esa rabia vacía aún refulgía en su rostro en algunos momentos. Pensé haberla visto en el centro de sus pupilas cuando me miraba, más negras y vacías que antes. Necesitaba tener cuidado.
Hubo momentos en los que creí que él había sido lo más genial, lo más emocionante que me había pasado, pero también hubo momentos en los que definitivamente fue lo peor. Ahora, sin embargo, creía que podría simplemente asentarme y vivir con él hasta que no tuviera que hacerlo más. Desde que habíamos llegado a Hawkins, había presenciado cosas tan increíbles y salvajes que esa inmensidad hacía que Billy pareciera de alguna manera más pequeño. Menos real.
Después de pincharlo con la aguja, no nos quedamos ahí. Él estaba desmayado en el piso, y era crucial que ayudáramos a Ce y a Hopper en todo lo que pudiéramos. Con Steve fuera de circulación después de que Billy le había aplastado la cabeza contra el suelo, no había nadie que nos detuviera.
Conduje el Camaro hasta un campo de calabazas. Ahí salimos todos y nos internamos bajo tierra en una red de túneles sinuosos. No era el lugar donde Will había desaparecido, sino un nido oscuro y extenso que los monstruos habían cavado en nuestro mundo.
En la escuela, los pasillos estaban decorados con carteles y pancartas para el baile, pintados en colores azul hielo y plata. El gimnasio se había transformado y estaba repleto de guirnaldas y serpentinas, con una bola disco y un tazón para el ponche. Nancy Wheeler se encontraba detrás de una mesa plegable repartiendo bebidas, mientras Jonathan tomaba las fotografías conmemorativas del evento frente a un fondo preparado. Todo el lugar estaba atestado de chicos en sus pantalones caquis y de chicas con sus flequillos levantados y sus vestidos con hombreras.
Lucas y Mike lucían torpes e incómodos enfundados en camisas formales y sacos. La mayoría de los otros muchachos iban vestidos más o menos de la misma manera, pero Dustin llevaba una corbata de moño y se había peinado el cabello en un enorme copete rizado. Se veía ridículo, pero también reconfortante y fresco. El hecho de que llevara zapatos deportivos tipo bota con sus pantalones formales me hizo sentir menos como una idiota en un disfraz y más como si solo estuviera probando una nueva versión de mí misma. Si no encajaba, todavía podría arrepentirme.
Sin embargo, la versión de mí que llevaba un broche brillante en el cabello y dejaba que su mamá le tocara la cara, no se sentía tan terrible. Tal vez la mantendría.
Una canción lenta comenzó a sonar. Lucas me miró con ojos amables y firmes. Por lo general, era resueltamente directo, pero esta noche se le dificultaba pronunciar cualquier palabra. Llegaba hasta la mitad de una oración, luego elegía una diferente y comenzaba de nuevo. Después de que me cansé de verlo tartamudear y avergonzarse, tomé su mano y tiré de él hacia la pista de baile.
Ahora aquí estaba, con las manos de Lucas en mi cintura, su rostro a centímetros del mío. Me lancé y lo besé. Fue rápido y un poco torpe, pero su boca era cálida y la sensación de estar juntos en el centro del gimnasio era exactamente lo que yo anhelaba. Me apoyé contra él y descansé mi cabeza en su hombro.
Cuando la maga apareció, nadie pareció notarla. Se quedó vacilante en el borde de la pista de baile, y tuve que girarme y estirar el cuello para lanzarle otra mirada.
Ella había llegado a la casa en el bosque con un aspecto salvaje y atrevido, como Joan Jett o Siouxsie Sioux, pero esa versión de ella ya había desaparecido. Ahora lucía limpia y joven, y tímida. Como una niña. Solo una chica normal, con brillo en los labios y suaves y alborotados rizos. Su vestido lucía formal y un poco grande, como si hubiera pertenecido a alguien más.
Mike se acercó a Ce. Sus hombros estaban tensos, pero su rostro era sincero y vulnerable. La manera en que la miraba era tan tierna. Claro, seguía siendo demasiado serio y podía estar de un humor tan malo como el infierno mismo, pero últimamente había sido más amable conmigo. En realidad, yo no sabía quién era ella, qué deseaba o por qué le gustaba él. Pero así era. Tal vez lo único que importaba en realidad era que él a ella le gustaba.
Lucas me estaba mirando mientras nos balanceábamos al ritmo de la música, cada vez más cerca. Cuando él me besó, esta vez fue más suave y menos extraño, y sentí que mis mejillas alcanzaban un rojo ardiente, llameante, pero no me importó. Estaba en Hawkins, con las manos sobre los hombros de Lucas en medio de la pista de baile y, por una vez, estaba totalmente segura de hallarme en el lugar correcto.




Fin

max la fugitiva  Autora: Brenna YovanoffDonde viven las historias. Descúbrelo ahora