capítulo 15

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El cielo estaba completamente oscuro ahora, salpicado de todas las estrellas que no podía ver en San Diego. La Vía Láctea se extendía sobre nosotros, delicada y extraterrestre. El bosque parecía pasar flotando. Cada árbol y cada rama sobresalían bruscamente por un segundo y desaparecían casi tan pronto como los pasábamos.
Seguí a los demás a través de la espesa maleza del bosque, y luego a lo largo de las vías del tren, como si estuviera caminando en un sueño. Seguimos el sonido de los monstruos, un rugido que se escuchaba a través de los árboles como si se tratara de un viento furioso.
Siempre había estado lista para la gran aventura, perfectamente feliz de ser arrastrada junto con papá en sus estafas y proyectos. Tenías que moverte rápido para seguirle el paso. Pensé que eso me había preparado para cualquier cosa. Todo lo que Lucas me había contado en la sala de arcades resonó en mi cabeza. El otro mundo misterioso, los monstruos, el laboratorio secreto. Will perdido en un lugar peligroso, imposible de alcanzar. La maga. Ahora, la historia estaba sucediendo alrededor de mí, y no sabía adónde iba ni cómo terminaría. Solo tenía que seguir moviendo mis pies y enfrentar lo que sucediera a continuación.
El laboratorio era un enorme edificio de concreto, como un hospital, excepto que todo el lugar estaba guarecido detrás de una cerca alta con alambre de púas a lo largo de la parte superior y una caseta de entrada. Nos paramos en la colina boscosa, mirando hacia la carretera. Un viejo auto destartalado estaba en la caseta de entrada con las luces encendidas. Era extraño porque el laboratorio estaba cerrado y el lugar completo estaba sumido en la oscuridad. Una chica delgada y un muchacho con el cabello enmarañado habían salido de él y estaban observando la cerca. Parecían lo suficientemente jóvenes para cursar el bachillerato.
Cuando salimos de entre los árboles, los dos se giraron como si estuvieran en alerta máxima, luego se quedaron mirando sorprendidos.
—¿Steve?
En cuanto salimos del bosque y bajamos a la caseta de entrada, resultó obvio que todos se conocían, pero un grupo no había esperado encontrar al otro aquí. Resultó que el chico de cabello enmarañado era el hermano de Will, Jonathan, y la chica la hermana de Mike, Nancy, y ambos habían ido al laboratorio para ver cómo estaba Will. En medio de la charla que comenzó, descubrí que al parecer tanto este como Mike estaban dentro del laboratorio y corrían grave peligro. Sin embargo, con la puerta cerrada, no había manera de entrar. Durante el día, quizás habría un tipo montado en una silla con rueditas en la pequeña caseta de entrada para permitir el acceso a la gente, pero ahora estaba vacía. Todo estaba muy callado.
Mientras estábamos ahí, Lucas me contó sobre Will y el laboratorio, cómo lo habían estado monitoreando después del tiempo que pasó perdido en el otro mundo. No hablamos sobre lo ocurrido en el depósito de chatarra, pero no podía olvidar esa horrible boca abierta, atestada de dientes. Y seguía recordando cómo se había sentido sostener su mano.
Todavía estábamos en medio del camino, tratando de averiguar qué haríamos a continuación, cuando de pronto la luz de unos faros comenzó a dirigirse hacia nosotros, y todos nos dispersamos. Nos quedamos mirando mientras las luces se acercaban. El auto de Jonathan pasó volando a nuestro lado, seguido de una enorme camioneta Blazer con el escudo del departamento de policía de Hawkins pintado en su costado. La Blazer se detuvo justo frente a nosotros y el conductor se inclinó hacia la ventanilla del lado del copiloto.
Era un hombre alto y corpulento con una barba de muchos días.
—¡Rápido, arriba!
Toda mi vida me habían advertido que jamás debía subirme a un auto con un hombre extraño, pero pensé que tal vez ese criterio no aplicaba si se trataba de un auto de la policía y, de todos modos, no tenía otra alternativa.
El viaje desde el laboratorio transcurrió en silencio. Ninguno de nosotros habló al respecto, pero por la forma en que el oficial de policía se mantenía mirando en la oscuridad yo sabía que algo terrible había sucedido. La expresión de su rostro era demasiado sombría para que pudiera significar otra cosa. Todavía percibía el hedor rancio de los monstruos en el depósito de chatarra, o tal vez el hedor también estaba en aquel hombre que conducía, y se filtraba en todo.
Nos llevó por un camino estrecho de dos carriles que serpenteaba entre los árboles. La casa estaba escondida en las profundidades del bosque, incluso más lejos de la ciudad que la nuestra. Era pequeña y se encontraba en mal estado, con el porche hundido; no era muy diferente de ninguna de las pequeñas cabañas de una sola planta en las que había vivido con mamá en California.
Tenía alrededor de un millón de preguntas, pero permanecí en silencio la mayor parte del tiempo. Lo único que sabía con certeza era que había pensado que nuestro enfrentamiento en el depósito de chatarra había sido lo más extraño que sucedería durante esa noche, lo más extraño que sucedería en toda mi vida quizá, pero en lugar de eso me había tropezado justo en medio de algo todavía más grande y más extraño. No había un segmento de En nuestro capítulo anterior… y ninguna voz en off para ponerme al día. La historia estaba sucediendo y así había sido por un tiempo. Todos formaban parte de ella, no solo Steve o los chicos, sino todos. La madre y el hermano de Will, la hermana de Mike, Hopper. Lucas y Dustin ni siquiera parecían haberse sorprendido de encontrarse con todos allí.
Cuando bajamos de los autos y entramos en la casa yo esperaba un ambiente común, quizá acogedor y deteriorado, pero normal. Sin embargo todo el lugar parecía una locura. Estaba lleno de dibujos, cientos de ellos, pegados con cinta adhesiva por todo el piso y en las paredes. Cada uno de los dibujos formaba parte de un todo más grande, se ramificaba y se bifurcaba como venas bajo la piel de algo enorme.
Recostaron a Will en el sofá, pero él estaba completamente fuera de combate. Todavía no estaba segura de qué le ocurría. Lo único que nos dijeron fue que habían tenido que escapar del laboratorio, y que este ahora estaba abandonado y repleto de monstruos. Mantenían a Will sedado, y eso tenía algo que ver con Dart y los hambrientos monstruos rastreros que habíamos visto en el depósito de chatarra.
Cuando nos sentamos a la mesa de la cocina, comencé a reconstruir la historia a partir de las cosas que los chicos estaban diciendo, pero la imagen que se formaba era descabellada. Ellos seguían nombrando a las bestias del depósito de chatarra algo así como demoni-dogos. El lugar donde antes se había perdido Will era el lugar de donde procedían los monstruos, y aunque ahora él estaba de regreso en nuestro plano, algo que vivía allí se había metido en el interior de su cabeza. O de su cuerpo. La diferencia era difícil de entender. Mike y Dustin lo llamaban «el Azotamentes», pero lo importante era que había encontrado una forma de usar a Will como un títere para que siempre estuvieran conectados. Sería capaz de encontrarlo. Y si lograba encontrarlo, lograría encontrarnos a nosotros también.
Era horrible ver lo duro que la madre de Will había trabajado para mantenerlo a salvo, y aunque nunca antes había pensado que él provocaba miedo, la cosa en su interior lo había convertido en algo terrible. Él era parte del monstruo ahora, y aun así, ella estaba lista para hacer cualquier cosa para salvarlo.
Nos sentamos y esperamos en la casa oscura, mientras afuera, en el cobertizo, su familia estaba haciendo todo lo posible para aprender cómo detener al Azotamentes antes de que él nos encontrara. Esto no pintaba bien.
Cuando Hopper entró corriendo y nos ordenó que nos preparáramos porque los perros se estaban acercando, yo quería permitirme creer que ellos podían protegernos de lo que fuera que sucedería a continuación. Me reconfortaba un poco la rapidez con la que todos se estaban preparando. La hermana de Mike, Nancy, cursaba el bachillerato, pero parecía muy diferente a las chicas que rondaban a Billy. Parecía una chica educada de suburbio, era delgada, tenía los ojos grandes y cautelosos, y el cabello oscuro con un corte al hombro. Lucía como esa clase de chicas a las que les gustan más los relojes Swatch y el brillo de labios de Bonne Bell, pero cuando Hopper entregó las armas, ella se apresuró a tomar el rifle. Sus ojos estaban muy abiertos y parecían temerosos, pero sostenía el arma como si supiera usarla.
Permanecimos en la pequeña sala de estar y esperamos. Los perros venían por nosotros, pero al menos no los enfrentaría sola. Durante la mayor parte de mi vida había sido como un globo atado a una barandilla en algún lugar, sin protección. Me había acostumbrado tanto a la sensación que me resultaba difícil darme cuenta de que había desaparecido. Los otros estaban alrededor de mí ahora. Ni siquiera me conocían y, aun así, me habían puesto en medio de su círculo. No estaban dispuestos a rendirse y dejar que el mundo pasara por encima de nosotros como lo hacía mamá.
Afuera, los bosques habían cobrado vida. Se escucharon gruñidos y crujidos mientras los arbustos se sacudían del otro lado de la ventana. Venían por nosotros. Me pregunté qué se sentiría ser desgarrada por hileras interminables de pequeños dientes puntiagudos. Cobraba sentido que algo tuviera solo una boca inmensa y salvaje como esa si había sido creada para comer todo lo que tocaba.
El mapa de dibujos yacía en un enredo serpenteante a lo largo del suelo, una guía a un lugar terrible e imposible. Habíamos estado cerca de ser más astutos que el Azotamentes, pero aun así él nos había encontrado.
No había muchas esperanzas en lo que estábamos a punto de hacer, pero ahora creí entender por qué podían hacerle frente. No importaba lo que pasara, se tenían el uno al otro. La mayoría de las veces mamá no había tenido a nadie. Si en verdad estaba siendo honesta, la mayoría de las veces ni siquiera me tenía a mí.
Los demoni-dogos estaban allí, cazando por el bosque en una manada frenética. Casi podía sentirlos corriendo hacia nosotros pero luego, sin previo aviso, algo sucedió. Se escuchó un golpe colosal y una forma oscura cruzó a través de la ventana de la sala y se deslizó flácidamente en el suelo.
Cuando la puerta se abrió, no se trataba del ejército o la patrulla estatal o un grupo de hombres del laboratorio en trajes para manejar materiales peligrosos. Era una niña. Entró en la sala y supe, más allá de toda duda, que esa era la chica de la que había escuchado. Once, la maga. Ce había regresado.
Ella se paró frente a nosotros. Estaba vestida de negro y llevaba el cabello engominado hacia atrás. En cuanto Mike la vio, toda la miseria y la mezquindad con las que había estado caminando parecieron desaparecer. Se veía perdido, impactado y muy joven. Se acercó a ella y la abrazó con fuerza, como sabiendo que ella también lo recibiría con igual intensidad. No importó que todos estuviéramos ahí, mirando.
La forma en que la buscó me llenó de una extraña alegría tan inesperada que casi dolía. Yo nunca había tenido una conexión así con alguien.

max la fugitiva  Autora: Brenna YovanoffDonde viven las historias. Descúbrelo ahora