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Jin Ling se había metido en una pelea a sus ocho años porque algunos niños en la secta Jin lo estaban molestando.

Ese día se metió en su habitación y no salió de ella en todo el día, se desquitó rompiendo todos sus muebles hasta que su tío A-Yao le regaló un pequeño perrito.

Jin Ling estaba tan emocionado por enseñársela a su JiuJiu, no podía aguantar las ganas de estar en Muelle de loto.

Jiang Cheng no había podido ir por su sobrino como lo hacía siempre, tenía demasiado trabajo así que envío a Yu Xiao a Lanling para que pasara por su sobrino.

Estaba tan concentrado en su trabajo que no había escuchado que su sobrino había llegado ya.

—JiuJiu —estaba parado en la puerta con una sonrisa.

—A-Ling —elevó la vista para poder verlo—. ¿Qué hiciste?

—¡¿Por qué crees que hice algo?!

—Té conozco como la palma de mi mano, dime, ¿qué hiciste?

Jin Ling agachó la cabeza y se acercó a su tío.

—Tuve una pelea.

Jiang Cheng suspiro pesadamente, sabía que unos niños lo habían estado molestado.

—Cuando personas te molesten simplemente ignóralas, eso les molestara más porque verán que no te importa lo que ellos digan —se acercó a él.

—Pero, ¿y si me importa lo que dicen? —elevó la cabeza.

—Aún así, no debes de darle satisfacción en demostrarles que te importa, todo lo que digan de ti no es verdad —acarició su mejilla.

Jin Ling asintió. —JiuJiu, tengo algo más que decirte.

Jiang Cheng asintió, estaba esperando que su sobrino dijera lo que tenía que decir cuando escuchó un ladrido.

—¿Qué fue eso?

Jin Ling sonrió. —¡Tío A-Yao me regaló un perro!

Jiang Cheng abrió los ojos de sorpresa.

—Sabes que están prohibidos aquí, A-Ling.

—¿Por qué? No creo que a nadie le moleste.

Jin Ling tenía razón, Jiang Cheng sabía que a nadie le molestaba que hubiera perros en Muelle de loto, una persona en particular ocupó sus pensamientos.

—¡Tienes que verla! Mírala, es preciosa —la cargo y se la dio.

Jiang Cheng tenía a la pequeña en sus brazos y le dio una pequeña sonrisa.

—¿Cómo se llama?

—Pequeña Hada —sonrió feliz.

—Vaya nombre —pensó Jiang Cheng.

—¿Dejarás que se quede? —lo miro con ojos de cachorro.

—Mocoso sabes jugar bien tus cartas —miro a la pequeña Hada—. Puede quedarse —la acarició y le dio una pequeña sonrisa.

Hace demasiado tiempo que no tenía un perro, viejas heridas se abrieron pero Jiang Cheng ahora tenía un pequeño niño que lo salvaba de todos los malos recuerdos.

—JiuJiu va a matarme —se susurró Jin Ling así mismo.

Jiang Cheng se había ido a una cacería así que había dejado a Jin Ling en muelle de loto bajo el cuidado de sus discípulos, este estaba jugando en el cuarto de Jiang Cheng y había roto uno de los broches que usaba su JiuJiu.

Mi Pequeño A-Ling Donde viven las historias. Descúbrelo ahora