El plan

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Subía las escaleras del envejecido edificio con calma, sus labios curvados en una gran sonrisa. Eso sería un evento singular para sus allegados, incluso para sí mismo ya que dado su línea de trabajo solía comportarse con mayor seriedad.

Pero se trataba de una ocasión especial.

Finalmente, tras tantos años de espera, había llegado el día que ansiaba desde su infancia.

Se detuvo en el penúltimo piso, caminando por el pasillo hasta la puerta del fondo. El sonido de los tacones de sus zapatos de vestir resonaban por el desolado lugar, de no ser por los pequeños negocios que seguían abiertos en el primer piso el edificio estaría completamente abandonado.

Dado que era una ocasión tan especial, se tomó un momento para ajustar su saco y alisar el par de mechones castaños que gustaba dejar sueltos. Abrió la puerta, adentrándose en la pequeña oficina.

El lugar se veía bastante destartalado, el color amarillo de las paredes no le hacía verse animado como había sido el plan de los dueños sino que le daba una apariencia vulgar. Los pocos muebles con los que contaban tenían un mínimo de treinta años de antigüedad a juzgar por lo roídos que se veían. No se comparaba en absoluto a los cuartos de operaciones con los que contaba en su residencia, pero la discreción era primordial y ese era el lugar perfecto.

-Jin Ling.

Saludó una suave voz femenina.

-A-Qing.-devolvió el saludo sin dejar de sonreír. La emoción era notoria en su voz causando que su receptora se contagiara de su buen ánimo.

Sentada en una de las sillas revisando unos papeles se encontraba una mujer menuda, apenas unos años mayor que el castaño. Su cabello era oscuro, suelto de atrás y recogido en dos moños a los lados haciéndola verse mucho menor. Su físico no era nada extraordinario, pero llamaba la atención por el color lechoso de sus ojos. Una extraña condición con la que la joven había nacido, pero que no afectaba su vista.

Frente a una pizarra y organizando fotografías se encontraba un hombre unos centímetros más alto que Jin Ling. De cabello azabache recogido en un pequeño moño, su flequillo era lo suficientemente largo para cubrir su frente pero sin llegar a ser una molestia para sus verdosos ojos. Aunque su rostro mostraba una expresión de seriedad conforme movía las fotografías en la pizarra, emanaba una sensación de calma.

Ambos vestían trajes de dos piezas completamente negros. La monocromía resaltaba sus corbatas violetas.

-¿Les fue bien en el aeropuerto?-preguntó Ouyang Zizhen mirándole por un instante antes de volver a centrar su atención en la pizarra.

Jin Ling asintió mientras tomaba asiento, haciendo una mueca ante la incómoda silla pero sin vociferar sus quejas. Después de todo él había sido quien había elegido ese lugar, no podía reclamarle a nadie más que a sí mismo.

-Todo fue tranquilo. -Revisó el reloj de su muñeca.- Llegarán a Italia por la noche.

-Aún me sorprende que el Jefe aceptara llevar a Wei Ying consigo.-A-Qing apoyó su mentón sobre su carpeta, mirando al techo de la oficina mientras hablaba.-¿Diez horas de vuelo juntos? No hay manera que el señor Jiang no lo termine ahorcando.

Jin Ling no pudo evitar reír, incluso Zizhen soltó una pequeña risa.

-Es una suerte para Wei Ying que Huaisang los está acompañando. Mi tío respeta demasiado a su consigliere.

-Más bien dirás, a su esposo.-corrigió Zizhen.

Jin Ling conocía a la perfección a sus tíos. Jiang Cheng podía ser un hombre pasional mientras que Wei Ying adoraba jugar con sus pobres nervios, haciéndole bromas y comentarios fuera de lugar sin importarle las posibles consecuencias de sus acciones. Nie Huaisang era el único capaz de no solo llevarles raciocinio cuando se trataban asuntos de la Familia, sino también de su vida personal ayudando a evitar muchos gritos y huesos rotos.

Entre pecadores y santos - ZhuilingDonde viven las historias. Descúbrelo ahora