Segundo paso

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—Por favor, ten piedad de mi.—rogaba Gong Song con una voz temblorosa.—Debe ser un error, siempre he trabajado duro y jamás he traicionado a los Jiang.

—Guarda silencio. Él se enojara si llega y tu estas haciendo un escándalo.

Tembló ante las palabras del hombre frente a él. No sabía a quien se estaba refiriendo, pero sabía que no podía ser nada bueno.

Las cuerdas alrededor de su cuerpo se sintieron mas tensas conforme su respiración se agitaba, sus brazos dolían de estar atados a su espalda desde hace dos horas. Con su mirada empañada solo podía ver las paredes de aquel pequeño contenedor de aluminio, preguntándose si llegaría a ver a su amada esposa e hija al final del día.

Había iniciado su día como cualquier otro antes de irse a la florería. Trabajando diligentemente en las preparaciones necesarias antes de abrir el negocio, tanto el crear frescos arreglos florales de muestra como el alterar los números en las facturas, escondiendo las actividades ilícitas que sucedían tras la puerta de empleados.

La primavera era la mejor temporada para realizar esas actividades, tantas bodas que pedían sus servicios y ellos podía tomar como ventaja para declarar la mayor cantidad del dinero sucio.

Antes de siquiera poder voltear el letrero de la pared a "Abierto", frente a la florería paró un auto negro del que bajaron aquellos a quienes mas temía.

Impecables trajes oscuros con corbatas violetas, el distintivo de los Jiang. Gong Song alcanzó a ver las flores de loto grabadas en sus muñecas cuando uno de los hombres abrió la puerta del negocio y cuando otro de los hombres que habían entrado al lugar, mucho mas grande que él, alzó su brazo antes de golpearlo.

Después de eso había despertado en ese pequeño contenedor completamente atado a una incomoda silla de metal. No sabía quien era el hombre que mantenía su mirada fija en su celular, este no parecía tener ni el mas mínimo interés en él, solo en que no hiciera ruido.

Ambos se mantuvieron en silencio por unos minutos. Gong Song aún lagrimeaba cuando la puerta del contenedor se abrió de golpe. La luz del exterior pegó de lleno a su rostro, obligándole a entrecerrar los ojos intentando acostumbrarse al repentino cambio de iluminación.

Por un momento Gong Song dejó de temblar, asombrado por la figura que entraba al contenedor y con elegantes movimientos cerraba la pesada puerta de este.

El hombre tenía la gracilidad y la delicadeza de un hada, de cuerpo pequeño y esbelto con un rostro fino. Parecía un chico indefenso, pero su mirada llena de fiereza le estremecía.

—Zizhen, ¿es él?—preguntó mirándole fijamente.

Gong Song sintió como si el extraño le estuviera mirando mas allá, juzgando cada error que había llegado a cometer en su vida junto con la búsqueda de sus debilidades. Las lagrimas cayeron con mayor abundancia mientras que los sollozos escapaban de sus labios, siendo incapaz de acallarlos.

Para.

Pensó, quizás para si mismo o para el peligroso extraño. Gong Song no estaba seguro, solo quería volver a casa.

Escuchó al tal Zizhen dar una respuesta afirmativa a la pregunta mientras el joven castaño extraía un cigarrillo del interior de su saco, encendiéndolo antes de acercarse a él e inclinarse.

Al momento en que sus rostros quedaran a la misma altura, el extraño sonrió. Su sonrisa realzaba el color ocre de sus ojos y sus rosados labios, pero está era peligrosa.

—Por favor...tenga...piedad.—encontró su voz para volver a suplicar entre jadeos e hipidos.

El joven caló el cigarrillo entre sus dedos, soltando una bocanada justo frente a su rostro. Gong Song comenzó a toser, parpadeando constantemente para evitar el ardor del humo.

Entre pecadores y santos - ZhuilingDonde viven las historias. Descúbrelo ahora