|3|

390 29 0
                                    

Había ido a revisar el entrenamiento de Gianluca y de Raffaele para ver si necesitaban ayuda con algo.

-¡Agg! Porqué tiene que venir a mandarnos esa chica. Nuestro entrenador era Paolo, y lo llevábamos genial- dijo Gianluca.

-Sí, pero ahora ella es nuestra gerente.

-Una gerente no hace de entrenador- dijo con asco.

-Ya lo sé, Gianluca, pero no podemos hacer nada. Paolo no la llevó la contraria asique nosotros tampoco podemos. -dijo con rabia Raffaele.

-Sí no os gusta, salid del agua- dije cuando me acerqué.

Se me quedaron mirando con cara de asombro, pero en cuestión de segundos cambiaron a una expresión seria.

Los dos salieron del agua.

-Mañana haced lo que queráis- dije -Yo no soy entrenadora, pero sé de fútbol, lo he jugado, y he sido gerente. Ahora vuelvo a serlo y tengo experiencia. Sé lo que cada uno tiene que hacer, porque soy observadora, y os oí hablando. Esta super técnica sería perfecta para vosotros, pero si no queréis no lo hagáis.

Dicho esto les dejé una botella y una toalla a cada uno y salí de allí para ir otra vez al campo.

Cuando llegué hice sonar el silbato haciéndoles saber que el entrenamiento había acabado, y les mandé a todos a sus cuartos, no sin antes dejarles una toalla y una botella a cada uno preparadas.

Volví al albergue a preparar la cena.
No sabía ni lo que había en la cocina, pero algo se me ocurriría.

-vamos a ver...- murmuré pensando en qué hacer para que todos cenaran bien- patatas... Pasta... Zanahorias... Arroz... Hay bastante comida entonces- sonreí.

Me lavé las manos y empecé a cocinar unas bolas de arroz rellenas de atún acompañadas por unos espaguetis a la boloñesa.

Cuando terminé de hacer la comida para todos les llamé para cenar, y coloqué los platos en las mesas.

-¿Lo has cocinado tú sola Laia?- preguntó el capitán.

-sí, pero ha sido fácil, asique no pasa nada.

-¿Tú no comes?- me preguntó Angelo.

No había preparado nada para mí porque no tenía hambre. Algo normal en mí después de salir del hospital por... Bueno, temas médicos....

-ya he comido, no te preocupes- le dije poniéndome a su altura para alborotarle el pelo. Este rió y se fue a sentar, pero la mirada seria de Paolo seguía encima mío.

-me voy ya a dormir, cuando acabéis dejarlo todo en el fregadero, lo fregaré mañana- dije para salir del comedor y dirigirme a mi cuarto.

Pero no fui la única en salir del comedor.

Subí las escaleras y en cuanto entré a mi habitación cerré la puerta lo más rápido que pude, pero un pie la frenó.

-No has comido, no hay nada en el fregadero- dijo la voz de Paolo. Yo tenía la cabeza agachada.

-Lo lavé y lo guardé, ahora voy a descansar -dije intentando cerrar la puerta, pero no me dejó, y en su lugar entró a la habitación, cerrando la puerta detrás de él.

-Dime la verdad, Laia -la voz firme del capitán me asustó un poco, pero levanté la mirada para verle a los ojos. Esos ojos azul mar que me hipnotizaron nada más llegar.

-Estuve picoteando mientras cocinaba y ya no tengo hambre, es la verdad- mentí.

Nos quedamos un buen rato mirándonos. El sabiendo que le había mentido y yo intentando creerme esa mentira para que le pareciese más real.

Justo cuando iba a hablar alguien llamó a la puerta. Angelo.

-Lo siento, pero capitán, se te va a enfriar la comida y Gianluca y Raffaele están discutiendo...- dijo el pequeño chico.

Paolo se fue sin decir nada más junto con Angelo y yo cerré la puerta.
Suspiré y me tiré a la cama sin saber que hacer.
Cada vez que comía algo me echaba a llorar y pesaba por lo menos 20kg menos de lo que tendría que pesar.
El médico me dijo que tenía tca y me dio un horario con lo que tenía que comer cada día, pero no le hacía caso. Después del accidente de tren tuve que ir a un psicólogo, y para rematar, por culpa de la decisión de los médicos de decir que estaba muerta, caí en depresión.
Saqué las pastillas del cajón y cuando ya no escuché ningún ruido, bajé a la cocina. A la tonta de mí se me había olvidado un vaso de agua.

Cuando bajé me encontré otra vez a Paolo.
Estaba de brazo cruzados sentado en una silla del comedor.
Decidí ignorarlo e ir a por mi vaso de agua.

-¿No me vas a decir la verdad?

-No

-Eres la gerente, tienes muchas cosas que hacer, no puedes estar sin comer.

-Hoy no tenía hambre, mañana comeré.

Rendido salió del comedor, y yo salí detrás de él para ir a mi cuarto con el vaso de agua en la mano.
Entré y me senté en la cama, me tome las pastillas, me puse el pijama (una camiseta fina de tirantes color negro y unos pantalones finos cortos blancos con diseños de balones de fútbol) y me fui a dormir.

no dejes de amarme  (Paolo Bianchi)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora