~*MY TIME 𝘐𝘯 𝘠𝘰𝘶 *~ (KOOKV). Pra. Temporada~

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[PARA UNA MEJOR LECTURA VERSE, ATENCIÓN A LA LETRA: 👆🏻 ]

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"𝘖𝘫𝘰𝘴, 𝘦𝘴𝘰𝘴 𝘮𝘢𝘭𝘥𝘪𝘵𝘰𝘴 𝘰𝘫𝘰𝘴 𝘮𝘦 𝘫𝘰𝘥𝘪𝘦𝘳𝘰𝘯 𝘱𝘢𝘳𝘢 𝘴𝘪𝘦𝘮𝘱𝘳𝘦, 𝘮𝘦 𝘩𝘪𝘤𝘪𝘦𝘳𝘰𝘯 𝘦𝘭 𝘢𝘮𝘰𝘳 𝘤𝘰𝘯 𝘵𝘢𝘯 𝘴𝘰𝘭𝘰 𝘮𝘪𝘳𝘢𝘳𝘭𝘰𝘴."
                                  
__𝘊𝘩𝘢𝘳𝘭𝘦𝘴 𝘉𝘶𝘬𝘰𝘸𝘴𝘬𝘪__

Cuando el sueño le abandonó y abrió los ojos, se encontró solo en aquel sofá, sintiendo el frío gracias a que aquellos brazos le habían abandonado. El apartamento estaba en penumbras por lo que pudo notar, aunque no del todo, pues una luz azulada y tenue se vislumbraba. Debía estar amaneciendo.

Entumecido. Era la palabra correcta para describirse. Ni frío ni calor, ni tristeza ni felicidad. Neutro. Sentía los ojos hinchados y resecos, por haber llorando tanto seguramente.

Se enderezó sentándose en el sofá, su cabello hecho una tierna maraña. Sentía el rostro hinchado, como era comúnmente cuando se despertaba. Miró a todas partes, la cocina, la sala en la que se encontraba; buscando a JungKook, pero estaba solo. Una quietud y silencio se extendía por todo el lugar, así que se levantó andando solo con esa camiseta dos tallas más grande negra que le había prestado JungKook y que le quedaba grande, además de su ropa interior también prestada. Sus pies descalzos sintieron el frío piso pero no le importó, solo se adentró en el pasillo y así a lo lejos, vislumbró una figura del otro lado de este en el balcón del apartamento.

Allí estaba JungKook, el cielo estaba despejado afuera, pero aún no amanecía, clareaba apenas.

TaeHyung caminó hasta allí sigilosamente, embobado por aquella perfecta vista que esa ventana de cristal corrediza, que separaba el interior con el balcón, le proveía de un JungKook relajado y recién levantado. Demasiado hogareño para ser verdad.

Llegó hasta el fin de la ventana y decidió que el suelo era un buen lugar para sentarse, así que lo hizo al pie de la ventana, admirando a aquel hombre de cabellos despeinados, que lejos de darle un mal aspecto, lo embellecían aún más. Llevaba una camiseta negra de bocamanga y los tatuajes en sus brazos relucían y destacaban gracias a su piel blanca y acerada. Unos chándals deportivos por el color y un cigarro entre sus labios que desprendía un humillo que se iba perdiendo de a poco sobre su cabeza.

Tae no perdió detalle de ese salvaje e intrépido hombre que ahora se mostraba imposiblemente quieto, disfrutando de algo tan banal como un cigarrillo y mirar al horizonte.