Una tarde de dangos y risas

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No podía creer que ya tenía tres meses siendo amigo de Obito, el pequeño azabache era el ser más dulce que se había permitido conocer, y si lo observabas con detenimiento podrías saber que tenía trece pecas en el rostro, las había contado mientras el azabache dormitaba un día que llegó bastante agotado.

Ese día había invitado a Obito a su tienda favorita de dangos, y no cabía de la emoción que sentía de ver al niño ¡Incluso recogió flores en el camino! Eran silvestres, pero no quitaba que fueran muy bonitas.

Al llegar a la casa del de ojos onix ni siquiera tuvo que tocar la puerta cuando ya Obito estaba saliendo por está. Una pequeña sonrisa dulce surcó en sus labios, la piel color azúcar de Obito hacia lindo contraste con el color de su ropa, no podía evitar pensar que era muy lindo.

—Mira, mientras caminaba las recogí —le extendió las diversas florecitas, cerrando sus ojos por miedo de no ser bien recibidas.

Obito levanto sus cejas asombrado, tomando las pequeñas flores en sus manos, deteniéndose un momento a olerlas.

—Son muy lindas, gracias —el color rosita se posaba en sus mejillas. —Esta es mi favorita — colocó una margarita en su oreja, caminando a la par del pelinegro.

El corazón de Itachi latió desbocado, esa flor hacía ver a su chico muy adorable, como si fuera un ángel.

Al llegar al colorido puesto los ojos de ambos niños se deslumbraron, rápidamente pidiendo de todos los sabores y colores.

—Sodn muy dicos — atinó a hablar con la boca llena — gacias Itadi

El pelinegro rió, sintiéndose feliz

¿Realmente podía expresar lo que era el amor? Porque su corazón creía amar a ese niño, sin importar tener trece años o cuarenta.

De eso no tenía dudas, quería guardarlo como un diente roto.

Piel dulce para las hormigas |Itaobi|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora