Novios de manitas sudadas

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Hoy por fin tenía una verdadera cita con su novio, su novio Obito. Le generaba felicidad el simple hecho de mencionar aquella palabra. Su novio, su lindo y bello novio.

Se baño con un gel de rosas que robó del baño de su madre, e incluso se roció un poco de perfume. Quería estar presentable, y sobretodo muy oloroso, no quería oler mal para su novio

¡Su novio! Que bien sonaba aquello.

Al estar listo cruzó por una florería, tomando unas orquídeas junto a claveles rojos, un ramillete muy lindo, si le preguntan. Caminó entusiasmado hasta la casa de su amado, tocando con cierta desesperación la puerta. Sus ojos destellaron brillo al ver a Obito, el niño lucía tan bonito, que sus mejillas se tornaron rositas.

Luego de que el menor pusiera las flores en agua, ambos salieron con destino al parque, tomándose de las manos con timidez.

—Itachi —Obito llamo de forma suave a su ahora novio.

—¿Si? Bobito

—Aaay no me digas así —un color carmín adorno sus mejillas —yo quisiera saber una cosa

—Oh, claro.

Ambos llegaron hasta un banco, tomando asiento de una forma que pudieran estar de frente.

—¿Yo podría convertirme en tu esposa?
—sus manitas se movieron de manera nerviosa.

—¿¡Qué!? —casi se atora con la saliva —O-obito ¿de dónde sacaste tal cosa?

—Bueno es que unos niños estaban diciendo que el hijo del líder del clan iba a encontrar a una esposa muy bonita cuando crezca —no debía escuchar conversaciones ajenas, pero era obvio que estaban hablando de su novio, claro que se iba quedar a escuchar. —Entonces yo no quisiera que encontraras a alguien más, yo quiero ser esa esposa

Una risita infantil salió de los labios del pelinegro.

—Ay Obito, no tienes que hacerle caso a esos niños tontos, y en todo caso serías mi lindo esposo ¿no crees? —sonrió de forma suave acariciando levemente la mejilla del azabache.

—Pero si quieres puedo ser tu esposa, no tengo ningún problema —sonrió dejando a relucir sus ojitos brillosos. —Ita ya te dije que ibamos a tener un pequeño bebé y un cachorrito, eso si es bonito —movió su cabeza en un asentamiento, convenciendose de sus propias palabras.

—Tú tranquilo, de todas formas me voy a casar contigo, seas mi esposa o mi esposo — puntualizó bastante decidido.

Sólo eran dos niños, el destino se encargaría de mostrar el verdadero color del amor.

Piel dulce para las hormigas |Itaobi|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora