Capítulo 2.

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“¿Tienes idea de qué tan profundo estaré?”

Megumi sintió que casi se atragantaría con su propia saliva. Aunque se esforzara en no malinterpretar esas palabras, le era muy difícil.
¿Sukuna de verdad estaba diciendo esas cosas?

Sintió su rostro caliente, así que seguro se había enrojecido.
Quiso decir algo para no parecer nervioso, pero lo que sea que hubiese intentado decir había muerto en su boca.

Sukuna se rascó la cabeza en un gesto de incomodidad.
—No tiene sentido que le des tantas vueltas. Si piensas en ello, soportar esas sensaciones es un precio justo para obtener ventajas sobre la persona que te persigue.

—¿Estás describiendo eso desde tu propia experiencia?

Sukuna alzó una ceja.
—No realmente. La persona que me enseñó esto es muy poderosa, y en ese entonces yo era bastante joven.
Cuando iniciamos el entrenamiento y le permití entrar en mi mente, aunque él se esforzó en reprimir su poder para no hacerme daño, no pudo. Para mí fue… —Sukuna recordaba muy bien sus primeros días entrenando. Su maestro era la persona más buena y amable que había conocido en toda su vida, pero su poder era tanto que, aún reprimiéndose todo lo que podía, la mente de Sakuna apenas lo soportaba. Perdió la cuenta de la cantidad de veces que se desmayaba cada día, de las veces que vomitó hasta la bilis y esos casos más extremos donde incluso llegó a convulsionar mientras expulsaba sangre por su nariz y oídos para luego quedar inconsciente por días. No es que pensara que el método de enseñanza había sido incorrecto para él, o que su maestro no fue el mejor, estaba seguro que realmente no había otra manera, pero, aunque incluso en ese entonces lo sabía, nada podía hacerle olvidar el efecto que tuvo ese entrenamiento en él. El tiempo ya había pasado, más sin embargo, el recuerdo del dolor aún persistía en su memoria—. No fue agradable. Ese no será tu caso.

—Entiendo —Megumi no podía negar que estaba inquieto por todo eso. Hace unos días jamás se habría imaginado que estaría en el cuarto de Sukuna y mucho menos que ese tipo… ¿Estaría en su mente? Todo era una locura, parecía que nada estaba bajo su control.
Pero poniendo todas las cosas sobre la mesa, hace días tampoco se imaginaba que alguien intentaría matarlo tan descaradamente.

—Vamos a empezar de una vez —dijo Sukuna apartando la libreta en medio de ellos y acercándose a Megumi.
Las piernas de ambos estaban en el camino, así que tuvo que inclinar su torso hacia adelante para acercar sus rostros.

—¿Qué estás…?

—Cuando empiece a entrar en ti, trata de no poner resistencia, será un poco difícil, pero solo tienes que relajarte. Trataré de no forzarme para no lastimarte, así que ayúdame con eso —habló Sukuna.

Megumi sintió que se tambaleaba debido a la cercanía, pero al mismo tiempo era incapaz de apartar sus ojos de los de Sukuna; estar bajo su mirada lo ponía inquieto y esa cercanía era tal, que podía sentir su aliento cálido chocar contra sus labios cada vez que articulaba una palabra.
Reprimió con mucho esfuerzo las ganas de retroceder.

Sukuna alzó su mano para colocarla en la parte posterior del cuello de Megumi y juntó sus frentes, cerrando el poco espacio que los separaba.

—¿Por qué me estás tocando? —preguntó Megumi, removiéndose en su lugar. Sukuna había dicho que se relajara, pero cómo podría cuando se encontraban en tal situación—. ¿No puedes hacerlo sin tocarnos?

—Puedo. Pero no sería bueno para ti. De esa forma es más invasivo porque no sabes de dónde vienen las sensaciones. El contacto físico te facilita las cosas. Tendrás algo en qué enfocarte —Sukuna afianzó su toque, sin dejar de mirar los ojos de Megumi. Él sabía que Fushiguro se sentía incómodo, pero no podía hacer nada más para evitarlo. Iba a entrar en su mente, no había ninguna forma de hacer que eso se sintiera cómodo y superficial en lo absoluto. Además, Fushiguro no tenía el tiempo y él no tenía la paciencia para hacer las cosas más lento.
Aún así, mientras observaba esos ojos oscuros detrás de unas largas pestañas, mirándolo con algo que rayaba en el temor, una extraña inquietud le sobrevino. La duda se asentó en algún lugar de su interior y trató de arrinconarla e ignorarla lo mejor que pudo. No era el momento para dudar—. Será mejor que cierres esos ojos tuyos.

Engrama || SukufushiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora