Capítulo 3.

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Sukuna despertó más temprano de lo que le hubiese gustado.
Aunque en realidad no era tan tarde. Miró su celular y la hora marcaba casi las once de la mañana. Quería dormir todo lo que pudiese ese día. No le gustaba la ociosidad, pero si que la aprovechaba para reponer energías.

Solo recibiría una clase teórica por la tarde. Estaban en la transición de primavera a verano y, como estudiantes, no tenían muchas misiones. La sobrecarga de trabajo para los exorcistas disminuía considerablemente en esos días. Pero a pesar de todo, en su interior, Sukuna deseaba que surgiera algún problema y le enviaran a destruir una que otra maldición.

Se levantó de la cama para tomar un baño. Ahora que ya estaba despierto, aunque lo intentara, no podría volver a quedarse dormido.

Una vez se cambió, se dispuso a ir a la cafetería de la escuela a desayunar.
Llegó al lugar y agradeció a cualquier deidad superior que no hubiese más personas. Ordenó su desayuno y, con la bandeja entre sus manos, se dirigió a una mesa apartada.

Estaba empezando a comer tranquilamente cuando, por el rabillo del ojo, vio a alguien más entrar.
Rodó los ojos con molestia cuando notó que esa persona se acercaba a él y miró hacia otro lado, ignorando su presencia.
Por supuesto, no pudo seguir ignorándolo cuando se sentó frente él, golpeando sus manos sobre la mesa y haciendo brincar el jugo en su vaso.

—Es muy temprano para tus mierdas. Lárgate —dijo con molestia, para luego darle una mordida a su emparedado.

—¿Qué le hiciste a Fushiguro?

Sukuna clavó su vista en los ojos de Itadori.
—¿Qué quieres decir?

Hace dos días que Sukuna no miraba a Fushiguro.
Después de entrar en su mente por primera vez, consideró prudente darle unos cuantos días de descanso antes de empezar a crear los escudos. Pero... ¿Algo andaba mal?

El día después de iniciar su entrenamiento con él, se despertó en la cama de Itadori y se dirigió inmediatamente a su habitación; hasta pateó a su hermano que dormía en el suelo por llegar rápido.

Fushiguro ya había despertado y se miraba relativamente bien.
Es cierto que podía notar que sus sentidos agudizados le estaban molestando, pero no parecía grave. De hecho, Sukuna consideró que lo estaba manejando excelente, así que le dio unos días para que terminara de acostumbrarse a su nueva realidad.

—Sé que él estuvo en tu habitación hace dos días —dijo Itadori—. ¿Sabes qué ha pasado? Anteayer vomitó cuando volvíamos al complejo de habitaciones después de clases, y dejó de hacerlo hasta que simplemente no tenía nada en el estómago. Ayer, se desmayó durante su entrenamiento. El profesor Gojo lo llevó con Shoko, pero ella dijo que todo indicaba que se trataba de cansancio. ¡Cansancio! Fushiguro es uno de los estudiantes más fuertes, él jamás se desmayaría por un simple entrenamiento de rutina.

Itadori hablaba con enojo y, al mismo tiempo, con preocupación. No quería culpar a Sukuna de haberle hecho algo malo sin saber qué había pasado realmente entre ellos dos.
Fushiguro no le contó mucho cuando le preguntó, así que por eso decidió confrontar a su hermano.

—Ahora teníamos clases por la mañana y él no fue —continuó hablando—. Kugisaki y yo estábamos preocupados, así que fuimos a su habitación a verle ¡Y parecía la cueva de un ermitaño! La habitación estaba en total oscuridad. Había colocado trapos negros sobre su ventana, tenía tapones en sus oídos y estaba envuelto bajo las sábanas de su cama. Se que no le harías daño después de haberlo ayudado, pero lo que sea que hayan hecho ustedes dos, no le está sentado bien.

—Su habitación está al lado de la tuya, ¿no?

—Si, pero... —Itadori dejó de hablar cuando Sukuna se levantó y empezó a caminar hacia la salida de la cafetería.
Él le siguió hasta el complejo de habitaciones y pronto estaban frente a la puerta de Megumi.

Engrama || SukufushiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora