Capitulo 6.

625 77 13
                                    

El ruido se fue apagando poco a poco, al punto que, si se concentraban, podrían escuchar sus propios latidos. Las sobras a su alrededor empezaron a ascender, cubriéndolos por completo. Jamás habían estado en un lugar tan carente de luz antes.
La oscuridad se hizo tan profunda que incluso Sukuna empezó a sentirse desorientado e inquieto.

—¿Esto es...?

La voz apagada y confundida de Megumi le llegó fuerte y claro debido el silencio en el que se habían quedado. No podía verlo, así que apretó el brazo por el que aún lo tenía sujeto y lo atrajo un poco más a él.
Su respiración agitada le advertía sobre lo nervioso que empezaba a ponerse el chico.
—No permitas que tu escudo deje de funcionar en estos momentos —le dijo con un tono de voz duro.

Sukuna miró a su alrededor, buscando a su enemigo, pero donde sea que posara su vista solo encontraba esa profunda oscuridad proyectándose en todas direcciones. Por más que forzara sus ojos, no lograba captar nada. Podría cerrar los párpados y aún así, no habría diferencia.
Mierda, lo único que le advertía que no estaba flotando en un abismo negro y sin fin era el peso de su propio cuerpo sobre la planta de sus pies.

La negrura los envolvía por todos lados.

—No esperaba verlos a ustedes dos juntos —dijo una voz que les llegó desde todas las direcciones.

—No te separes de mí —le dijo Sukuna a Megumi, para luego soltar su brazo y ponerse en una posición defensiva.

—Deja de repetir eso —replicó éste—. También se cuidarme solo.

Sukuna casi pudo escucharlo fruncir el seño, le habría respondido con alguna broma si no estuvieran en una situación tan peligrosa.

Ruidos de pasos hicieron eco, esta vez pudieron captar su lugar de origen y ambos se voltearon hacia donde creyeron escuchar el sonido.

Una silueta que parecía tener luz propia caminaba hacia ellos a paso lento, tenía una especie de capucha cubriéndole su cabeza, la cual se quitó al estar cerca, dejando ver un rostro pálido envuelto por un halo claro que fue capaz de iluminarlos.

Sukuna y Megumi al fin fueron capaces de mirar sus propias manos, aunque sus ojos dolieron al tratar de acomodarse a esa pequeña claridad. Los lobos de Jade estaban frente a ellos, gruñendo por lo bajo mientras mostraban sus dientes, listos para atacar ante la mínima señal de Fushiguro.

El extraño giró su rostro hacia Megumi.
—Así que tú eres Fushiguro Megumi.

Al escuchar eso, Sukuna se puso inmediatamente entre Fushiguro y ese tipo.
—¿Quién eres y qué quieres? —preguntó sin ocultar la desconfianza e irritación en su tono de voz.

—Y tú debes ser Sukuna —dijo intercalando su mirada hacia él—. Yo soy... No siempre tuve un nombre, pero alguien me llamó Aiwas alguna vez.

La voz de ese tipo era demasiado tranquila, parecía hasta amigable, sin embargo, Sukuna podía percibir algo en él que lo inquietaba.
—¿Qué estás haciendo aquí?

Aiwas, si es que de verdad se llamaba así, seguía mirando entre Fushiguro y él con una clara expresión de curiosidad.
—Me pidieron que matara a Fushiguro Megumi —dijo como si fuera la cosa más normal del mundo.

Los lobos de Jade empezaron a gruñir más alto y Sukuna estaba a un par de segundos de lanzarse contra él, todos sus músculos en tensión.

Aiwas ladeó su rostro.
—Todos están muy tensos -habló sin inmutarse—. Dejen de mirarme de forma tan fría y dura. Me pidieron que hiciera eso, pero no lo haré.

—¿Quién te pidió tal cosa? —preguntó Megumi. Sabía que muy difícilmente obtendría un nombre, pero tal vez podría tener alguna pista. Algo para dar con la persona que había revuelto su mundo.

Engrama || SukufushiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora