Kohai

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Una mañana pacífica para algunos y ajetreada para otros era la que comenzaba en Shinjuku.

Era sábado y los estudiantes probablemente yacían dormidos en sus camas con colchas esponjosas.

Pero para Katsuki Bakugo no era más que otro día laboral.

-Cállamte.- Decía el joven adulto con un pan tostado en la boca.

-Vamos Bakugo, eres un adicto al trabajo. El jefe literalmente te dijo que no era necesario que fueras hoy. ¡Búscate una vida!- Decía desde la otra línea

Katsuki desayunaba apresurado en el pequeño comedor de su apartamento. Un par de rebanadas de pan tostado y una taza de café, no podía pedir más.

-Ya voy tarde, te voy a colgar.-Decía Katsuki rascándose su cabellera ceniza con desinterés.

-¿Estás diciendo que vas tarde a un lugar al que ni siquiera tienes que...?.

"Me colgó el descarado" pensó el pelirrojo.

Bakugo tenía un sentimiento de amor-odio hacia su compañero Kirishima, de no ser por el quien lo hostigaba cada que podía en la oficina su interacción humana estaría por los suelos.

Sin embargo llegaba a fastidiarlo de vez en cuando tal como en ese momento.

No era un adicto al trabajo para nada, sólo no tenía nada mejor que hacer. Su vida era bastante aburrida y no hallaba mejor manera de ocupar su tiempo que trabajando más.

Se vio por última vez en el espejo y recorrió su rostro con sus ojos carmín.

"¿Desde cuando me veo tan patético?" pensó.

Se acomodó la corbata y salió de su departamento.

Bakugo a ojos externos no tenía nada de patético. Era apuesto, tenía un trabajo con un buen salario y un modesto departamento.

Pero Katsuki no estaba en su época personal más gloriosa, extrañaba su juventud y sus aspiraciones.

Todas las mañanas a excepción del domingo Bakugo realizaba un viaje en metro de Shinjuku a Shibuya donde se encontraban las oficinas de la empresa en la que trabajaba.

Siempre esperaba a la misma línea en la misma estación, la única diferencia de ese día era que iba una hora más tarde de lo habitual.

La gente en la estación iba y venía, comenzaba a sentirse ansioso por su impuntualidad. Cada cinco segundos revisaba su reloj de mano.

Cuando su metro por fin llegó se sintió fuera de lugar, estaba tan acostumbrado a ver las mismas caras todas las mañanas.

Observó los asientos vacíos, de entre sentarse al lado de una señora con su bebé llorón y al lado de una bola de jóvenes sospechosos prefirió sentarse al lado de la criatura ruidosa, amaba su reloj no quería perderlo por un descuido.

Unos cinco chicos de ropa holgada y de dudosa procedencia tenían acorralado a otro en la esquina del vagón, Bakugo trató de ignorar la conversación lo más que pudo. Pero si algún defecto debía tener era su impertinencia a la hora de escuchar conversaciones que no le concernían.

-No te hagas el tonto Midoriya.- Decía uno de los bravucones.

-No es eso.- Se oía la voz relajada del chico.

-No nos quieras ver la cara de idiotas.- Agregó otro con la cabeza rapa.

-No puedo verlos con otra cara que no tienen.

"Al menos es audaz" pensó Katsuki.

-Mira bastardo.- Habló el que parecía el líder.- Si piensas que puedes aprovecharte de Todoroki estas muy equivocado.

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