QUINTO MORDISCO

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Rosseane ha observado los nuevos comportamientos de Jimin casi con fascinación.

Para ella, quien ya posee mas años de los que debería, el tiempo es algo menos que importante. El tiempo es nada; un año simboliza un día y un día es menos que un minuto.

Así que, ver a Jimin crecer y llegar a los trece años, transformado en un adolescente, es mas que chocante. Y es que...joder, ella lo sostuvo en brazos y lo acunó cuando llegó al castillo. Ahora, cada noche, descubre pequeños cambios en lo que fue una vez el cachorro desastroso que le obligaron a cuidar. Cambios que lo alejan de su imagen infantil y que no solo ella ha notado.

La llegada de los colmillos causó horror en el chico hace casi un mes.

-Es absolutamente normal. -ella explicó mientras el muchacho lloriqueaba frente a un espejo.

Los lobos son, naturalmente, criaturas carnívoras. Es de suponer que sus descendientes posean no solo ese rasgo, sino otros.

Los colmillos de Jimin son una cosa pequeña y no lo suficiente afilada. Le hacen ver casi como una especie de felino inconforme y no como el lobo que realmente es. Supone que se debe a su naturaleza omega, puesto que ellos no necesitan cazar o marcar, mucho menos defenderse. Sus colmillos son decorativos y, en realidad, son solo el aviso de que su infancia le ha dejado casi por entero.

Ya era bastante obvio, incluso sin los colmillos. Solo hacia falta mirarlo.

-Estás más alto.

Jimin boquea asustado cuando ella irrumpe en su habitación en la torre. Se supone que nadie lo visita aquí pero ella tiene permisos especiales por ser su niñera y piensa usarlos.

-Vine a traerte esto. SeokJin los envió. -continúa ella al ver el silencio del chico que la mira desde la ventana. La habitación está demasiado iluminada para su gusto, pero Rosé hace un intento y entra en ella cargando la bandeja con panecillos y frutas. -Dijo que no probaste bocado en la cena, así que...

-No tengo mucho apetito.

La vampira suspiró, cerrando la puerta de la habitación con el pie y caminando hasta depositar la bandeja sobre el escritorio de madera oscura.

Jimin ni siquiera le presta atención ya. Está demasiado abstraído de nuevo, mirando por la ventana hacia el bosque que se ve en casi toda su extensión. No entiende qué hay detrás de su fascinación con mirar hacia ese montón de árboles, pero el omega siempre ha demostrado ser un verdadero adepto a la naturaleza (en honor a su origen) y no va a inmiscuirse en eso.

El chico, que ya ha dejado de serlo tanto, parece mucho más lobo que antes.

A pesar de la blancura de su piel, producto a sus horarios nocturnos, Jimin tiene ese brillo y lozanía del que los inmortales carecen. Rosé compara su tes con la del omega y se percata cuan enfermo se ve su color en comparación. Jimin está realmente vivo, y eso marca muchas diferencias. Pero ella, en un inexplicable capricho, esperaba que el chico se pareciese más a ellos.

No lo hace.

Solo se necesita mirar la forma en que sus ojos brillan con energía y su cuerpo se vuelve mas y mas curvilíneo. En contraste, los vampiros están mas en el lado delgado de la escala, y sus ojos son opacos con excepción del momento en que su instinto sale a flote.

Pero, de nuevo, Jimin no es un vampiro. No importa lo mucho que ella quisiese que así fuera.

-¿Por qué no quieres comer?

El omega se encogió de hombros, aportando la mirada un segundo de la ventana para dirigirla a ella.

-Simplemente no tengo hambre.

Singularity © yoonmin.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora