Pasaba el tiempo y cada día ambos chicos se hacían más cercanos, había más contacto entre ellos, más toques que hacían acelerar sus corazones y teñir sus mejillas de un rojo carmesí. Cada toque era único, inolvidable y inigualable, eran simples como un abrazo, o un roce pero eso era suficiente para ambos.
El castaño era quien iniciaba los toques pues no tenía miedo de demostrar sus sentimientos hacía el peli anaranjado, es más quería que se diera cuenta que él iría en serio.
Por el contrarió el peli anaranjado era más tímido, se sonrojaba con facilidad ante los toques del castaño, le amaba eso era seguro y por tal motivo quería hacer las cosas con calma para no perder a su amado.
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Eran tan distintos el uno del otro, Osamu es alegre, juguetón y no le importa lo que los demás piensen de el, Chuuya es tan reservado y serio lo contrario del castaño. Eso era lo que les gustaba eran imperfectos estando separados pero juntos se complementaban y eran perfectos.
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Dos almas destinadas a estar juntas por la eternidad, ambos entendiendo lo que es el dolor, el rechazó, la soledad y ahora también entendiendo lo que es amar y ser amado. El amor podía llegar a ser complicado pero estaban con la persona correcta y sabían cómo enfrentarlo.
- Buenos días Chuchu -saludo con una gran sonrisa-
- Buenos días Osamu -contestó devolviendo la sonrisa-
Era la misma rutina de siempre, el castaño esperaba al peli anaranjado fuera de la universidad para después entrar juntos y comenzar sus clases, en el descanso comían solo ellos bajo un árbol, al término de su día se retiraban a sus casas acompañado uno del otro. Su rutina era simple pero hermosa pues gozaban la compañía de alguien que amaban con toda sus alma y corazón.