𝚝𝚛𝚎𝚒𝚗𝚝𝚊

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Ambar

La vida es una... ¿o no? En estos momentos espero que sí, para no terminar arrepintiéndome de lo que estoy por hacer. Pero es mi especialidad actuar y luego pensar, imposible intentar mejorarlo a segundos de lo que quiero hacer. Porque sí, yo quiero.

Agarro valentía y toco la puerta enfrente mío, esperando que alguien salga. Cuando comienzo a escuchar pasos, mis nervios crecen y rezo para que esto salga bien.

La puerta se abre y aparece el rostro adormilado de el Diego. Su pelo está revuelto y la alegría en su cara crece cada vez más mientras me analiza de pies a cabeza.

Ajá. Seguro que sí.

—Siempre babeando al verme, si esto ya se está convirtiendo en una rutina—bufa, divertido.

Que tonta, me quedé viéndolo como una loca.

—¿Salgamos?—pregunto, directamente.—Estaba aburrida en mi casa y no tenía nada bueno que hacer... así que pensé en venir a visitar a mi simpático vecino que le encanta pasar tiempo conmigo—sonrío, esperando que se me entienda lo que dije por lo rápido que hablo.

—Tengo sueño—responde, bostezando.

Yo lo miro mal y él parece divertirse con mi cara.

—De todas formas ni quer...

—Puedes dormir conmigo—me interrumpe.

—¿Qué?—quedo procesando sus palabras.

—Yo quiero que te quedes.

Él quiere.

—¿Qué?—balbuceo.

—Lo que escuchaste—se encoge de hombros.—¿Te gustan los cereales?

Yo asiento, con la boca abierta porque aún no comprendo sus intenciones. Incluso suena muy simpático para ser él, pero me sigo repitiendo en mi mente que él quiere que yo esté ahí, con él.

—¿Después su bajón de cereales?—sugiere.

Como no logro reaccionar aún y decir algo coherente, vuelve a hablar cada vez más divertido con mi reacción.

—Oye, sé que estoy en mi máximo punto de belleza de recién despertado, pero estay comenzando a asustarme si me mirarás así toda la tarde.

Disimuladamente, me aprieto suavecito el brazo, así logro procesar sus palabras.

—Es que no sé cómo tomármelo. Quizás es una broma tuya o simplemente algo te poseyó.

—Sí, el espíritu de las hadas y buenas intenciones—gira lo ojos, sarcástico.

—Yo sí creo en las hadas—sonrío, orgullosa.—Y no vayas a decir que tú no, porque sino se puede mor...

—Si alguien no cree, se muere un hada. ¿Te crees que no me vi Peter Pan? No soy un inculto, Bambi—sonríe, divertido.

—¡Yo no dije eso!—intento defenderme.

—Indirectamente lo hiciste.

—Era una advertencia.

amor capucha Donde viven las historias. Descúbrelo ahora