𝚝𝚛𝚎𝚒𝚗𝚝𝚊 𝚢 𝚍𝚘𝚜

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Diego

—¿Y qué quieres hacer?—pregunta Bambi a mi lado.—No podemos festejar solo aquí.

—Es una parada de descanso para lo que se me viene—digo, disfrutando el viento de la noche.

—Ah, okey—ella se acomoda a mi lado y sonríe feliz.—¿Es bonito estar así, cierto?

—Lo es—asiento, observándola de reojo.

Siento que ella también me mira, pero no dice nada. Solo nos quedamos callados, relajados. Tampoco es el medio paisaje, solo es una plaza piola que pillamos.

Lo lindo es la compañía y lo importante es que hay tranquilidad.

—Wena compas, ¿tienen fuego?—se para un weón a nuestro lado.

¿Por qué nada me sale cómo lo espero?

—No—contesto cortante con la intención de que se aleje.

—Es que no fumamos—responde Bambi a mi lado.—Yo nunca he fumado.

Se me olvidaba que estoy con la señorita que habla hasta por los codos con cualquier persona.

—¿No? Pero siempre es un buen día si quieres hacerlo—sonríe, sentándose con nosotros.—Yo tengo el equipo perfecto por si quieres.

¿Quién le dijo a este que se siente?

—¿Y si me atoro y dejo de respirar?—dice ella, entre asustada y animada.—No quiero quedar en vergüenza si empiezo a toser como loca.

—¡Pero si estamos en confianza!—sonríe él.—¿Están solitos?

—Sí, y  me gustaría que siguiera así—respondo, pero definitivamente el chico no captó la indirecta porque no se movió ni un centímetro.

—¡Cabros!—grita, llamando a dos chicos que están en unas bancas más allá. Con su mano les empieza a hacer señas para que se acerquen.—¿Les tinca si compartimos un rato? Somos buena onda, lo juro. Aunque ahora nos falta una, no pudo venir—hace una mueca.

¿Qué hago yo para rodearme de gente cuando es lo que menos quiero?

—¿Para qué preguntas si y...

—Ay, trae a tus amigos nomás. Me gusta hablar con gente, aparte parecen divertidos—sonríe ampliamente Bambi a mi lado.

—Te lo aseguro, si somos simpáticos—sonríe él.

—Pierde crédito si lo dices tú mismo—bufo.

—Ya verás que es verdad—me guiña el ojo.

Y llegan los  dos chicos donde estamos.

Uno tiene una gran sonrisa como si viviera en una película Disney, definitivamente ya me repugnó tanta felicidad. El otro tiene una cara más seria, pero tampoco es un "odio al mundo" como la mía.

—Les presento al Oliver y al Cirus.

Claramente el nombre es Oliver, si hasta eso me parece muy feliz.

—A mi me podí decir Wilson—sigue hablando el que provocó la interrupción de la linda soledad.

—No los he visto por aquí antes—nos mira dudoso el... ¿Cirus? Creo que ese era su nombre.

—Yo tampoco, pero da igual—se encoge de hombros el salido de Disney.—Siempre es pulento conocer más gente, me cayeron muy bien.

¿Le caímos bien? Pero si no les hemos dicho ni pío. Además, estoy seguro que mi cara no expresa felicidad como la de él.

amor capucha Donde viven las historias. Descúbrelo ahora