𝚞𝚗𝚘

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Ambar

¿Y este qué mierda se cree?

Seguro yo soy la culpable de que no salga de su casa unos minutos antes y pierda la micro.

Ni siquiera imaginé que me lo encontraría en la asamblea. A él lo conozco, se llama Diego. No estudiamos juntos ni nada por el estilo, pero recuerdo que él le gustaba a una chica de mi curso. Se pasaba todo el día hablando de él, admito que me tenía aburrida.

Donde vivimos no es la gran ciudad, simplemente es un lugar que es ni tan pequeño, ni muy grande. Pero aún así, todos se conocen.

El Diego nunca le presta atención a los demás. Incluso, siempre está con las mismas dos personas, y ahora entiendo por qué. Nunca antes habíamos hablado, pero ahora que desgraciadamente ya lo hice, puedo asegurar que no fue una linda experiencia digna de querer repetir. Es un desagradable.

Mi día estuvo pésimo, como para que ahora llegue él, y lo empeore aún más.

Caminé enojada a esperar micro para llegar luego a mi casa.

Mañana tenía dos pruebas de materias en las que me iba más o menos, y ahora solo podía pensar en lo mucho que me gustaría no encontrarme más con él.

Yo había asistido antes a montones de asambleas y solo en algunas lo había visto. De todas las que se han hecho, lo he visto como en tres solamente, y siempre venía con alguna compañía.

El Diego vive como a cuatro casas de distancia de la mía. Eso quiere decir, que lamentablemente, es mi vecino. Y por lo que entiendo, vive con su abuela únicamente.

Cuando llegué a mi casa estaba mi papá viendo un canal de noticias y mi hermana acostada en el sillón mientras revisaba su celular. Ella se llama Constanza, pero le decimos Cony. Vamos en distintos liceos, aunque de alguna forma siempre lo agradecí. Creo que no nos hubiéramos soportado si estuviésemos todo el día juntas.

—Llegué—cerré la puerta.—Sí papá, traje el pan para la once—sabía que me preguntaría eso.

—Ya, que bueno que no te olvidaste—me sonríe.—¿Y? ¿Cómo te fue en la asamblea?

—Bien bien, pudimos tocar todos los temas en los que habíamos quedado por el grupo—le digo mientras me siento al lado de la Cony.

—¿Pero...?

—¿Qué? Lo que dije solamente.

—A mi no me haces tonto, te conozco. ¿Qué pasó? Siempre cuando llegabas de las otras asambleas, tenías una actitud distinta, ahora solo estás como media molesta. ¿O me equivoco?

Me acomodo bien en el sillón, me suelto el pelo y me estiro. Ahora sí, puedo soltar toda mi rabia tranquilamente.

—Puta, sí, tienes razón. Hoy un chico viene y me reclama porque, según él, por mi culpa perdió la micro. ¿Te das cuenta de idiota que es?—bufo.

Apuesto que es como gran parte de los chicos que he conocido con aires de superioridad.

—¿Cómo? No entendí. ¿En la asamblea se te acercó?

—Sí, ahí—me miró esperando a que continuara.—Hoy cuando fui a tomar micro para ir para allá, un chico venía tratando de alcanzar la micro. Me hizo señas, pero me puse muy nerviosa y solo lo terminé ignorando. Si eso le puede pasar a cualquiera—me cruzo de brazos, en clara muestra de mi molestia.

amor capucha Donde viven las historias. Descúbrelo ahora