Él entró silbando en su habitación, se quitó la chaqueta y la lanzó hacia la cama antes de acercarse al barreño de agua que había sobre la mesa.
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Ella le dio con la cadera a la puerta del armario y sonrió inconscientemente antes de mirarse en el espejo para tratar de pensar qué hacer con su pelo.
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Al terminar de lavarse la cara, levantó su brazo para olerse la axila y casi puso los ojos en blanco al darse cuenta de que quizás una buena ducha no le vendría nada mal.
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Resopló al comprobar que la media hora que llevaba trenzando, recogiendo y revolviendo las blancas hebras de su cabello no habían servido de nada, así que volvió a abrir el armario y se cruzó de brazos frente a él.
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Recordaba caminantes que le habían dado mucha menos guerra que aquella indomable pastilla de jabón.
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El vestido verde, el mismo que el día anterior había tachado de innecesario, ahora le pareció la mejor prenda del mundo.
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Salió de la ducha y, tras coger la toalla, empezó a investigar con curiosidad el resto de productos de higiene que había en las estanterías: cuchillas de afeitar, aceites, cremas, perfumes...
Cogió el que le pareció más masculino y apretó el botón para que el aire quedara impregnado de aquel olor que, aunque no terminó de gustarle, tampoco le desagradó.
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Se vistió y ató los lazos de la prenda alrededor de su cintura y... una sensación terriblemente extraña la invadió al verse.
Aquel color la favorecía y el corte le sentaba francamente bien, pero era como si aquel vestido la llevara a su adolescencia, como si la hiciera recordar los muchos años que llevaba sin ponerse uno.
Suspiró y se negó a quitárselo, porque ya no estaba Ed para pedírselo, ni debía ponerse a pelear contra ningún caminante o persona entre aquellos extraños muros.
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Dejó sobre la cama el bote de perfume, la crema, la cuchilla de afeitar y el gel para el pelo que había casi robado del cuarto de baño y se quedó mirándolos fijamente, tratando de entender cómo usarlo todo o, mejor dicho, para qué usarlo todo.
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Volvió a trenzarse el pelo y se colocó las mismas botas que llevaba años usando... Se miró otra vez en el espejo y se negó rotundamente a salir de la habitación con aquellos zapatos puestos.
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Se rascó la mejilla y meneó la cabeza: podría empezar por peinarse aquellas greñas.
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Resopló otra vez mientras paseaba descalza por la habitación.
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Echó un poco más de gel en sus manos y siguió tratando de darle algo de forma a su pelo, aunque paró enseguida, desesperado por verse aún más ridículo de lo que ya debía parecer sin necesidad de ningún potingue.
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Where you are
FanfictionCon Alexandria completamente destruida solo queda una opción: salvarse a sí mismos.