Cuanto (te) quiero - Parte 2

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¿Tenía que hablar? ¿Era ahora el momento? ¿Era aquel el lugar? ¿O lo fue unos cuantos kilómetros antes? ¿O quedó atrás hace más de diez minutos? ¿O sería mejor callar?

Callar y seguir andando, y seguir apretando el cuchillo entre sus manos por si algún otro caminante se acercaba.

-¿Qué pasa?- se atrevió Carol a preguntarle tras verle resoplar.

-Nada- la miró, extrañado por su pregunta, -¿por?-.

-Por nada- meneó la cabeza y ahora fue ella la que suspiró.

-Carol...- quiso insistirle.

-Al final creo que sí me apetecía ese helado- se obligó a bromear para dejar a un lado todas sus dudas.

-¿Quieres que volvamos?- se activaron de golpe todas las de él.

-¡No!- no quería decir eso, no quería darle a entender que no deseaba estar allí, a su lado. -Es que...- sonrió a sus pensamientos, -la idea del paseo... era... algo diferente a acabar manchados de sangre como siempre- y levantó sus manos para mostrarle que no exageraba un en absoluto.

-Ya...- ni siquiera se quiso mirar las suyas.

-Pero está bien- estuvo a punto de acariciarle el brazo, de engancharse a él y decirle que sí, que estaba genial pasar la tarde con él, aunque fuera así, aunque tuvieran que enfrentarse a toda una horda.

-Aún estamos a tiempo de volver- le repitió la oferta.

-¡Que n...!- quiso volver a negarse, pero calló al volver la vista hacia él. -Espera- le pidió.

-¿Qué?- se asustó, frenó el paso y la miró tratando de averiguar por qué le miraba así.

-¿Qué es esto?- alargó su mano hacia su pelo y trató de entender por qué tenía mechón completamente apelmazado.

-Nada- dio un paso atrás al entender que quizás se refería a ese maldito gel que había intentado usar.

-¿Nada?- se le escapó una sonrisa al verle tan nervioso de pronto.

-Sí, nada- y volvió a echar a andar.

-¡Daryl!- a su nombre lo siguió una carcajada. -¿Es fijador? ¡Te has duchado y te has echado fijador!- otra más, porque había sentido su olor a jabón en cuanto había posado su nariz sobre su hombro en la moto, pero que hubiera intentado peinarse agravaba y, no poco, aquel hecho.

-¡Déjame!- aceleró el paso.

-¡Daryl!- volvió a reírse. -¡Espérame!- siguió haciéndolo.

Y hasta diez minutos tuvo que andar acelerada para luego pillarle el paso y acabar sentada a medio metro de él en la primera piedra que encontraron junto al río.

-Ni se te ocurra volver a decirlo- le advirtió.

-¿El qué?- fingió no acordarse, aunque otra sonrisa le cruzó la cara.

Daryl la miró y casi puso los ojos en blanco, dándola por imposible.

-Está bien- suspiró, -no le diré a nadie que... te has duchado y engom...-.

-¡Basta!- en qué mala hora se le ocurrió pensar en acicalarse para aquel maldito paseo.

-Y engominado el pelo- terminó de decir, -siempre y cuando...- tragó saliva, -tú no le digas a nadie que yo he estado a punto de ponerme un ridículo vestido- ahí era a dónde había querido llegar, a hacerlo sentir menos estúpido, a confesarle que ella también lo había sido.

-No hablas en serio- se negó a creerla, porque se negó a pensar que ella también hubiera querido arreglarse para estar con él.

-Bueno...- se encogió de hombros y se levantó para clavarle el cuchillo en la cabeza al caminante que andaba acercándose a ellos. -¿Crees...- suspiró y se volvió a sentar junto a Daryl, -que Pamela también querrá reclutarme como soldado?- le preguntó para cambiarle de tema.

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