Capítulo 14 // Gerión.

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P.O.V 3

Después de correr lo suficiente para no escuchar a Campe, Elizabeth y sus amigos llegaron por fin a una sala llena de cascadas. El suelo era un gran pozo rodeado por un paso de piedra sumamente resbaladiza.

El agua salía de unas enormes tuberías, chorreaba por las cuatro paredes de la estancia y caía con estrépito en el pozo.

Briares se desplomó junto al muro. Recogió agua con una docena de manos y se lavó la cara.

—Este pozo va directamente al Tártaro —musitó —Debería saltar y ahorrarnos más problemas.

—No hables así —dijo Annabeth —Puedes volver al campamento con nosotros y ayudarnos a hacer los preparativos para la guerra. Seguro que tú sabes mejor que nadie cómo combatir a los titanes.

—No tengo nada que ofrecer —se lamentó él —Lo he perdido todo.

—¿Y tus hermanos? —dijo Tyson —¡Los otros dos deben de seguir siendo altos como montañas! ¡Podemos llevarte con ellos!

El rostro de Briares adoptó una expresión aún más triste: era su cara de luto.

—Ya no existen. Se desvanecieron.

Las cascadas seguían rugiendo. Tyson contempló el pozo y pestañeó. Un par de lágrimas se asomaban en su ojo.

—¿Qué significa que se desvanecieron? —preguntó Percy —Creía que los monstruos eran inmortales, como los dioses.

—Percy —le dijo Elizabeth débilmente —, la inmortalidad tiene sus límites. A veces… a veces los monstruos caen en el olvido y pierden la voluntad de seguir siendo inmortales.

Elizabeth observó a Grover y se preguntó si estaría pensando en que pudo pasarle lo mismo a Pan. Luego dirigió su mirada a su escudo, ella sabía que la esencia de Medusa seguía en su escudo pero se iba debilitando; era la razón por la cual no pudo petrificar por completo a Campe, recordó lo que le había dicho una vez: que sus hermanas, las otras dos gorgonas, habían muerto y la habían dejado completamente sola.

También Apolo, el año anterior, hablando del antiguo dios Helios, comentó que había desaparecido y lo había dejado solo con todas las tareas del dios del sol.

Elizabeth no se había detenido a pensar demasiado en todo ello, siempre pensó que la inmortalidad sería genial, pero en ese momento, mirando a Briares, comprendió lo triste y aterrador que debía de resultar ser tan viejo, tener miles y miles de años, y encontrarse completamente solo en el mundo.

—Debo irme —dijo Briares.

—El ejército de Cronos invadirá el campamento —advirtió Tyson —Necesitamos tu ayuda.

El centimano bajó la cabeza.

—No puedo, cíclope.

—Eres fuerte.

—Ya no. —Briares se levantó.

—¡Eh! —Elizabeth lo agarró de uno de sus brazos y se lo llevó aparte seguida por Percy, de modo que nadie los escuchara.

Percy habló primero.

—Briares, te necesitamos. Por si no te habías dado cuenta, Tyson cree en ti, yo creo en ti, los dos hemos arriesgado la vida por ti —Dijo en tono de regaño cosa que le hizo un poco de gracia a Elizabeth, sonaba un poco como a Sally —Tal vez no pueda saber lo que se siente ser torturado por miles de años, pero lo que sé, es que deberías de pelear para que no te pase lo mismo dos veces.

Elizabeth y La Batalla del LaberintoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora