Frio Y Caliente

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Las gotas de agua escarchada golpeaban los cristales, en sonido estaba tan presente en la habitación que pensé que irónicamente el sonido es similar a una pava un poco antes de que hierva el agua, producto de el frio de fuera y el calor de adentro los vidrios se hallaban con una capa de humedad que difuminaban la visión como si un chef italiano los hubiese espolvoreado con harina.

—Pobre del que tenga que salir— dijo Alicia mirando por la ventana.

—Si, no es la mejor de las noches— le respondí, mientras la abrazaba con mi mentón sobre la coronilla de su cabeza; podía oler su perfume a fresa.

La tormenta, que estaba sospechosamente oscura, dio coletazo de viento hizo que las ventanas temblaran en sus marcos, mi pequeña Ali se asusto apretándose mas a mi pecho.

—No sabia que te asustaran las tormentas— me burle apretándola un poco mas.

—Calla.— respondió con una mezcla de vergüenza y enojo.

Como es de espera, la ventana estaba cerrada, por lo cual no entraba viento pero si un poco de frio que hacia que mis brazos estuvieran mas fríos que mi espalda; la que estaba siendo calentada e iluminada por la única luz de la estufa a leña que teníamos en nuestro hogar.

Era como si cada extremo de la habitación fuera un país diferente, y nosotros su frontera.

—acércate al fuego— le dije al oído, mi aliento le cosquillaba la suave piel de su oreja— quiero hacer algo.

Lentamente libere la presión que ninguno de los dos quería que se fuera.

Fui a buscar algo a la cocina, cuando volví ella ya estaba sentada en nuestro sillón frente al fuego, aun que me miraba con sus ojos de venado asustado yo sabia que me deseaba; igual que yo la deseaba a ella.

—Ya volví.

—¿Qué vamos a hacer?

—Solo espera— le dije mientras le tapaba los ojos con un pañuelo de seda— solo quédate sentada.

Yo, parado atrás suyo nuevamente pasase mis brazos sobre sus hombros hasta llegar a sus pechos, use mis uñas para generar un poco de fricción en mis caricias. Hasta que llegue a sus pezones ya duros por el fresco de la ventana, entonces solo los apreté haciendo que Alicia soltara su aliento y tirara su cabeza hacia atrás.

Ya era suficiente de sus pechos.

Baje mi mano aun mas hasta llegar a una húmeda entrepierna solo protegida por una bata blanca y una braguita negra. 

Estaba caliente, tanto que creo que era lo mas caliente de la habitación. Llámenme loco, pero quizá hasta mas caliente que el propio fuego que nos abrigaba.

—Toma aliento— dije luego de unas profundas caricias.

Ella obedeció ciegamente llenando su pecho, yo tome el cubito de hielo que había ido a buscar a la cocina, ya había empezado a derretirse; pero aun serviría para nuestro propósito.

Sin dar mas rodeos lo lleve hasta la parte baja de su sexo, ella dejo escapar el aire por una boca completamente abierta, las gotitas derretidas pero no mucho mas calientes que el hielo bajaban haciendo que se mojaran sus muslos.

Empecé a subir lentamente el hielo, pero no lo deje tocar su clítoris, eso lo dejaría para el gran final; antes de tocarlo lo levante levemente y lo posicione en su pelvis ahora el pequeño hilo de agua caía por el camino generado por su sexo.

Mi mano estaba completamente mojada, con algunas partes calientes y otras heladas.

Retire el hielo, ayudado por el fuego empecé a darle caricias, tenia que recuperar que habíamos invertido en placer; en estos juegos lo importante no es el frio en si, sino el contraste con el calor.

No tarde en lograr mi objetivo, lo cual era conveniente por que ya no quedaba mucho de el pequeño cubito de hielo, así que tenia que apresurarme.

Volví a llegar a su sexo, esta vez llevando el hielo dentro de mi mano para que lo primero que tocara fuera su clítoris

—Vuelve a tomar aliento— le susurre —esto puede ser duro.

Obedeció sin decir palabra, lo tome como una invitación a llegar al clímax de nuestra aventura.

Por fin lo use.

Soltó el aliento, rápida como una piedra que cae por una colina sin nada a su paso mas que el aire, acto seguido esturo sus piernas tirando sus pantuflas vaya a saber donde, doblo en  ángulos extraños cada uno de los dedos de sus pies, que estaban hermosamente decorados por medias de seda semitransparente que llegaban hasta la mitad de sus muslos.

—Ya queda poco— le dije. Era cierto.

La pobre ya estaba en su limite, arqueo su espalda tensando sus músculos y haciendo que todo su peso reposara en sus hombros y muslos, dejando sus pies, piernas, culo y la mayor parte de su espalda en el aire.

Tiro su cabeza hacia atrás y mirándome directamente a los ojos soltó un gemido; tan fuerte que si no fuera por la helada lluvia podría haber sido oído por cualquier vecino, aun que de ser sincero eso no nos importaba, ni mucho menos a ella.

¿Fue su primer gemido? ¿o así como yo tape sus ojos ella había echo que me concentrara tanto en el tacto que había tapado mis oídos?

Como fuese ya no quedaba hielo, su entrepierna empezaba a recuperar su calor natural, ella estaba soltando  gemidos rápidos que, con esfuerzo, lograba hacer cada vez mas espaciados.

—Vamos a nuestra habitación— le dije, ella ya había tenido algo de placer y aun que aun faltara mas, ya tenia ganas estar dentro de ella.

La noche no había terminado y la lluvia tampoco.




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