Despertar

205 34 19
                                    

Gulf

Una fuerte luz aterrizó directo en mi cara, obligándome a despertar.

Con algo de pereza, abrí mis ojos, aún medio cerrados, y me encontré con una claridad cegadora que me hizo parpadear varias veces.

Mis pupilas se paseaban de derecha a izquierda, tratando de adaptarse a la intensa luminosidad y analizar el extraño lugar en el que me encontraba.

Confundido, refregué mis manos sobre mis ojos, frotándolos vigorosamente en un intento de despejar la neblina del sueño.

Mi mente estaba nublada, y luchaba por recordar por qué me encontraba en este lugar tan desconocido y raro.

Me senté lentamente sobre mis piernas.

Al hacerlo, noté algo peculiar: mi toga no estaba.

En su lugar, llevaba puestos unos trapos coloridos que cubrían mis partes más íntimas.

La tela, aunque extraña, era sorprendentemente cómoda.

Sentí la suavidad de las tiras enredadas alrededor de mi pecho y espalda, proporcionando una sensación de seguridad y abrigo que no había experimentado antes.

Era una sensación reconfortante, aunque desconocida.

Tomé la suave tela blanca con la que estaba cubierto y la envolví completamente alrededor de mi cuerpo, dejando solo mis manos al descubierto.

La tela se sentía ligera y cálida contra mi piel, un contraste agradable con la frialdad del ambiente.

Miré a mi derecha y descubrí una mesita cargada de cosas extrañas, objetos que nunca había visto antes.

Uno de ellos era un aparato que parecía un cuadrado con una base, del cual salía una cuerda negra que se unía a la pared.

La cuerda terminaba en un botón que atrajo mi curiosidad de inmediato.

Lo tomé entre mis manos, sintiendo el material bajo mis dedos, y presioné el botón con un ligero temblor de emoción.

Para mi sorpresa, el objeto se iluminó de repente, bañando la habitación con una luz suave pero intensa.

Mis ojos se abrieron de par en par, maravillados ante tan magnífica creación.

En casa, la luz siempre provenía del sol, y nunca había visto algo tan mágico y misterioso como este aparato que podía encenderse con solo apretar un botón.

Pasé a observar el siguiente objeto en la mesa.

Era un círculo con pequeñas patitas y dos orejas, y en el centro tenía tres flechas de diferentes tamaños.

Los números estaban distribuidos perfectamente alrededor del círculo, formando un patrón ordenado y meticuloso.

Lo tomé en mis manos, sintiendo su peso y textura, y comencé a agitarlo con curiosidad, intentando descubrir su propósito.

—Esto no es tan genial como el otro —murmuré para mí mismo, mis ojos volvieron al objeto de la luz, que seguía brillando con una intensidad fascinante.

Angel CaidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora