05| Son of the Sea

97 8 0
                                    

👑

El mar protege a sus hijos, dicen. El mar siempre, protege a sus hijos, siempre los protegió. Incluso antes de aquella noche olvidada. Niños nacían en el mar, y hombres morían en él, mucho antes de que su color fuera rojo. Y su nombre en aquel momento era Nerea, en honor a la reina que puso orden en el Reino Mar de Cristal, su historia es bastante interesante de hecho. 

El tiempo en el mar transcurre diferente, te dirá cualquier criatura que habite en su superficie. El tiempo en el mar no transcurre, te dirá cualquier criatura que habite en sus profundidades. Y cuando el mar se enteró de que un joven príncipe quería convertirse en su hijo no lo habría aceptado. Su primer reflejo fue hundirlo, porque seguía furioso, porque la sangre que habían derramado sobre él había arruinado la vida en su interior. 

Así que envió una tormenta, con el propósito de que nunca llegara a destino, pero los ojos azules de aquel joven le recordaron al color que había poseído hacía ya tiempo. Le había recordado a su antiguo nombre, a su antigua reina, a su antigua paz. El mar solía ser tan pacífico y amable que apenas se reconocía. Entonces calmó sus aguas y le sonrío a su nuevo hijo. Su favorito a partir de aquel momento.

El Moraju yacía silencioso en el palo que le correspondía, no había ataduras ni jaulas pero aún así no se movía de su lugar. Seis gaviotas aterrizaron en cubierta y picotearon el pan seco que habían tirado los tripulantes la noche anterior. El sol no terminaba de salir, pero el cielo ya estaba claro. El aire salado de la mañana barría las velas. Los tripulantes seguían dormidos. Ron permanecía despierto, haciendo guardia, junto con un hombre más, vigilaban el barco dormido. 

El viento helado le sonrosaba las mejillas y destacaban sus pecas, sus ojos azules estaban enrojecidos y llorosos por la sal, siempre lo estaban, ya no le molestaba. Tenía una manzana en la mano y la miraba antes de dar pequeños mordiscos alrededor. 

—Capitán —dijo el hombre con voz ronca por el alcohol. Ron no respondió pero levantó la mirada para invitarlo a hablar —¿Vamos a entregarlo? ¿Vamos a dárselos hoy?

El pelirrojo asintió lentamente, una fuerte ola inesperada inclinó el barco, pero los tripulantes apenas se dieron cuenta. Pasaron unos minutos más en silencio pero Ron ya no podía seguir tranquilo porque la mirada del hombre le perforaba la nuca.

—¿Algún pensamiento que quieras expresar en voz alta? —su voz, también ronca por el desuso, resonó grave y calmada. A pesar de su tono bajo, espantó a las gaviotas y encogió al hombre.

—Yo solo... —apretaba los dientes, como si se estuviera debatiendo entre el sí y el no —No creo que nos convenga —dijo al fin.

—¿Cómo es eso?

El hombre se aclaró la garganta. 

—No sabemos que hay allí adentro, no sabemos a ciencia cierta lo que vale. No es mi intención cuestionar sus decisiones ni por un segundo, capitán, pero creo que es tonto de nosotros entregar algo que podría valer mucho más que el dinero que nos entregan.

Cuando terminó se llevó su taza de te a los labios para demostrar que había terminado, temblaba de arriba a abajo y era por algo más que el frío.

Ron nunca había sido bueno con las palabras, pero sabía escuchar. Saber escuchar le había permitido aprender en silencio. Escuchaba a su padre hablar de las estrategias que le habían enseñado en la escuela militar, a pesar de no haber ido él, aprendió todo lo que él sabía y más. Escuchó a su madre hablar por horas de cómo cazaba en el bosque cuando era joven y aprendió a conseguir su propia comida antes siquiera de ponerlo a la práctica. Escuchó a su hermana jugar con las estrellas del cielo, dándoles nombres raros y formas invisibles, y aprendió sin darse cuenta a usar el cielo como brújula. 

Heartless (hinny)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora