—¿Crees en el amor a primera vista?
Mis labios formaron una línea recta al escuchar la pregunta de Chiara.
—No. —Contesté indiferente.
—¿No crees en el amor a primera vista, America? —Cuestionó la rubia incrédula.
Volteé mi rostro encontrándome con sus ojos azules que me miraban incrédulos.
—No, Chiara. No creo en el amor a primera vista. —Fruncí el ceño antes de agregar—: Sabes que no me gusta que me llamen America —Mi voz salió ahogada.
—Sí, sí, cómo sea. —Hizo un ademán con la mano restándole importancia—. Pero, ¿cómo es posible que no creas en el amor?
—Quizá en el amor sí creo… pero no en el amor a primera vista —Suspiré profundo—. ¿Tú si crees en eso?
—¡Por supuesto! —Contestó sin pensarlo dos veces—. Tal vez no es común que alguien se enamore de inmediato al conocer a la persona solo de vista. Pero estoy segurísima que sí pasa.
Caminábamos por los pasillos del hospital buscando una habitación específica. Al cruzarnos con algunas enfermeras y médicos que nos conocían, estos nos saludaban con un movimiento de cabeza y una que otra sonrisa.
—No lo sé. Yo no lo creo. ¿Cómo puede alguien enamorarse de una persona que no conoce en lo absoluto? —Cuestioné sin esperar respuesta—. Es decir, tal vez quede cautivado por el físico de la persona, su vestimenta o expresiones faciales, pero dudo que se enamore de alguien que no conoce para nada.
—Tienes un punto —Señaló Chiara dándome la razón—. Pero el amor es un misterio. No conocemos la sensación, así que no podemos dar experiencia de ello. Pero creo que es un tipo de conexión, sus almas se llaman a gritos y el destino los hace encontrarse. Son el uno para el otro y en el momento que se ven por primera vez ellos saben que están enamorados. No es una casualidad que sus corazones se hayan hecho uno y que se encuentren. ¡Es el hilo del amor!
Mordí mi labio para no contradecirla.
—Eres una romántica —Dije nada más, evitando que un comentario sarcástico saliera de mi boca.
Llegamos al pasillo donde se encontraba la habitación 14-A.
>>Pero sigo sin creer —No pude evitar decir. Aunque seguro no me escuchó porqué fue un murmullo apenas audible.
Chiara y yo visitamos a los niños ingresados del hospital. Llegó la hora en la que ellos regresaron a sus habitaciones a descansar; en el momento en el que ellos se marcharon a sus respectivas habitaciones, nosotras estábamos por marcharnos por ese helado que nos habíamos prometido.
Tuvimos la oportunidad de pasar un buen rato con ellos, jugando y entreteniéndolos con juegos y dinámicas para alegrar su día; al terminar la hora ellos empezaron a abandonar el cuarto de juegos, se despidieron de nosotras y nos marchamos de aquella habitación hasta que el último niño abandonó la estancia. Pero antes de salir del edificio necesitaba visitar al paciente que se encontraba detrás de la puerta que estaba frente a mi.
—¿Entrarás conmigo? —Cuestioné mirando a mi amiga sobre la altura de mi hombro.
—Claro. Si no te molesta.
—Vamos.
Di unos golpecitos a la puerta llamando antes de entrar.
Chiara y yo entramos cuando escuché un “Adelante”.
Una habitación iluminada por los últimos rayos de sol que se colaban por la ventana nos recibió. Me adelanté unos pasos más hasta visualizar el cuerpecito que se encontraba en la camilla recostado. Ignoré el resto, concentrándome en la niña que me devolvió la mirada con esos espectaculares ojos verdes llenos de inocencia.
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El Latido de mi Vida
Teen FictionAmerica Gibson, una chica lastimada por la vida conoce a un joven de ojos azules en el puente camino a casa cuando ella se encontraba al otro lado del barandal absorbida por la belleza de la ciudad frente a sus ojos. Patrick Donovan, el simpático y...