Alcé la mirada, unas cuantas nubes grises rodeaban la media luna que decoraba el oscuro cielo que yacía a esa hora de la noche. Mis ojos se deleitaron con la delicada luz que proporcionaba la luna, ese bello resplandor que iluminaba la calle por donde caminaba. Aire que contenía en mis pulmones salió de entre mis labios, era una noche fría.
Estaba cansada, había sido una dura semana en el trabajo, mis pies dolían y un par de calles faltaban para llegar a casa. Todas las noches después del trabajo caminaba hasta residencial donde vivía, era una rutina a la que me había acostumbrado pero lamentablemente en el fin de la jornada terminaba cansada y con ganas de dormir hasta recuperar las energías agotadas.
Una brisa helada golpeó mi rostro provocando que hebras oscuras de mi cabello chocaran en mis –seguramente– sonrosadas mejillas debido al frio. Cruce la calle para seguir mi camino pasando por el puente que me indicaba que estaba por entrar a la calle donde se encontraba mi casa, detuve el andar de mis pies justo a la mitad del puente peatonal.
Mis ojos nuevamente buscaron la luna pero no la encontraron, se había escabullido entre las nubes grises que se encontraban en el cielo de la noche, me obligue a seguir andando pero mis ojos encontraron la bella vista de la ciudad de Florida. Casi por inercia mis pies se acercaron a la orilla del puente, mis ojos no se despegaron de la iluminada ciudad que se encontraba frente a mí.El claxon de los vehículos que transitaban por la avenida que pasaba justo debajo del puente llamó mi atención, desvíe la mirada para encontrarme con algunos autos que aun transitaban la avenida a esa hora de la noche, sus farolas pasaban iluminando mi rostro.
Afiance mis manos en los bolsillos de mi chaqueta, la helada brisa provocaba escalofríos en mi piel. Me acerqué un poco más llegando completamente a la orilla e incline mi cuerpo para observar a los autos pasar por debajo; fue un estúpido pensamiento el que cruzo mi mente pero a simple vista no parecía un mal plan.
Llevé las manos al frio metal del barandal que impedía que se cruzará la orilla del puente y coloqué mi pie en el primer tubo de hierro, luego mi pierna la levante para que quedara al otro lado del barandal y lo mismo hice con la otra pierna; mi cuerpo cruzó completamente el barandal quedando de pie al lado contrario donde me encontraba anteriormente. Era una descabellada idea.
Mis manos sujetaron con fuerza el tubo de hierro, la brisa de la noche golpeaba con más fuerza mi rostro a ese lado, mi mirada chocó con el suelo de la avenida, era muy alto. Sin perder más tiempo me senté en el barandal a contemplar la ciudad.
En algún momento perdí contacto con la vida real, solo era la noche y yo.
Pensamiento tras pensamiento cruzaban mi mente, lagrimas empezaron a recorrer mis mejillas. Había vivido acontecimientos fuertes, era duro seguir adelante, ya no podía, era mi ruina, o eso pensé.
—¿Lo vas hacer? ¿Vas a lanzarte? —Una ronca voz varonil llena de incredulidad llegó a mis oídos haciéndome pegar un respingo—. Sé que no soy nadie para impedirlo, pero, ¿por qué no piensas mejor las cosas? Algo bueno puede que suceda.
Volteé mi rostro encontrando a un chico joven, con las manos metidas en los bolsillos de su abrigo marrón, no sé que fue lo que más me sorprendió, si el hecho de que él pensará que iba a cometer un suicidio y la expresión de incredulidad en su rostro o que un extraño se acercará a mi a pesar de ser casi media noche.
—¿Qué? —pregunté en un hilo de voz.
Me permití apreciar su físico: era alto, de cabello castaño, unos maravillosos ojos azules, si la oscuridad me dejo observar bien aquella vez, una piel blanca y pecas en el contorno de su nariz. Esa noche vestía un abrigo marrón con unos vaqueros negros, portaba unas botas marrones al igual que su abrigo, en ese momento pensé que era más hermoso que la noche que contemplaba tiempo atrás.
Mi vista se clavó en mis zapatillas deportivas, ¿qué era lo que estaba haciendo? Por mi mente nunca cruzó la idea de acabar con mi vida ¿tenía el valor para hacerlo? Definitivamente no, era muy cobarde aunque hubieran miles de razones para acabar con todo. No podía.
Sin pensarlo más, volví al lugar donde tiempo atrás estaba, mis piernas realizaron el mismo proceso que la primera vez, volviendo a suelo firme y a poca distancia donde el chico desconocido se encontraba. Mis pies dejaron de temblar, no tenía idea de que todo ese tiempo habían estado temblando como gelatina, quizá era el frío. Limpié las lágrimas que habían escapado con el dorso de mi mano, coloque un mechón de pelo detrás de mi oreja.
—Cielos, yo no pensaba lanzarme —aclaré—; solo contemplaba la ciudad.
El chico de ojos azules miró la espectacular vista que se encontraba a un costado, me pareció ver que las comisuras de sus lindos labios se alzaron en una sonrisa. En ese momento me di cuenta que esos ojos azules era lo más bello que había contemplado, me di cuenta que desde ese momento todo iba a cambiar, que esos ojos serían el espejo de mi pobre alma desquebrajada.
*
Nota: El puente camino a casa, es una introducción necesaria. Por lo tanto, es importante leerla ya que en los próximos capítulos se habla de este primer encuentro.
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Bienvenidos oficialmente, preparen corazones para caminar en ésta aventura de #ELDMV
Em.
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El Latido de mi Vida
Teen FictionAmerica Gibson, una chica lastimada por la vida conoce a un joven de ojos azules en el puente camino a casa cuando ella se encontraba al otro lado del barandal absorbida por la belleza de la ciudad frente a sus ojos. Patrick Donovan, el simpático y...