CAPÍTULO 1

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—¿Qué harás mañana por la tarde?

Terminé de acomodar algunas bolsas de productos caseros en su respectivo lugar y dirigí una mirada a Karla que se encontraba observando sus uñas como si fuese lo más interesante del mundo. Revisé que el sticker de los precios estuviese en el lugar correcto, tomé las cajas que estaban en el piso y me encaminé por el largo pasillo del supermercado con Karla siguiéndome el paso.

—No pienso hacer algo interesante —Comenté—. Aunque pensándolo bien, mañana estaré ocupada —Volteé la cabeza encontrándome con la mirada marrón de mi amiga—, ¿por qué?

—Pensamos salir con los chicos a un nuevo restaurante que no está muy lejos de aquí —Llegó junto a mi, observé como metió un mechón de su cabello negro detrás de la oreja. Al terminar nuestra caminata por el pasillo caminamos directo a las cajas donde era nuestro lugar fijo de trabajo.

—No creo poder ir, recuerda que soy mujer ocupada —Dejé las cajas que cargaba en una carreta que pronto recogerian y llevarían al almacén—. Cuando tenga tiempo aceptaré su invitación; aunque dudo tener tiempo libre, estoy yendo al hospital donde trabaja mi tía visitando a los niños ingresados… y no cambiaría eso ya lo sabes —Dije antes que replicara. Rodo los ojos al cielo pero observé que sonrió.

Llegué a la caja 8 donde empecé a trabajar despachando a los clientes, era mi trabajo cobrar los productos que llevaran. En pocas palabras, trabaja de cajera en un supermercado.

Casi por finalizar la jornada de trabajo, atendía una mujer mayor que seguramente llevaba los productos para cocinar en casa, total no era como si me importara.

Definitivamente esta era una situación incómoda, siempre era así: mis manos sujetaban los productos haciéndolos  deslizar por la registradora, los precios se marcaban en la pantalla que se encontraba frente al cliente que como siempre esperaban impacientes que los despachara.

Alcé los ojos para encontrar la dulce mirada de la anciana que esperaba que cobrara el precio de sus productos, la mujer mayor me brindó una sonrisa dulce y gentil, me fue imposible no devolver el gesto. Quizá por primera vez en el día las comisuras de mis labios se alzaron en una honesta sonrisa.

Empaque los productos en bolsas y cobre la compra de la mujer mayor. Tomé el dinero y ofrecí el vuelto. Mis ojos recorrieron la estancia en busca de alguien amable que se dignara a ayudar a cargar las compras de la mujer mayor.

—¡Jacke! —El dueño del nombre miró por encima de las cajas que cargaba— Siento molestarte, pero… —Sin permitirme decir una palabra más se acercó, no sin antes dejar las cajas en el suelo.

—¿Si, belleza? ¿Me necesitabas? —Apreté los dientes.

—Amy es mi nombre, Jacke. —Sonreí a la anciana que contemplaba la escena entretenida— Sé que éstas ocupado, pero, ayudas a la señora con sus compras, por favor.

—Claro, belleza, yo ayudo a la bella mujer —Mi compañero le brindó una sonrisa.

—Amy —Aclaré.

Negó con la cabeza divertido por la situación y desapareció de mi vista cargando las compras de la mujer mayor.

Jacke era uno de los compañeros de trabajo que conocí desde que empecé a trabajar en el supermercado, tenía el poder de fastidiar con sus tontas bromas que él llamaba “bromas del momento”. Aunque su sentido del humor fuera pésimo, era una de las personas que consideraba amigos ya que desde que empecé a trabajar en éste lugar -hace tres años- me trataba bien y podía desenvolverme en un ambiente cómodo.

Era de esperarse que él pensará que no era agradable que una niña caprichosa y sarcástica empezará a trabajar en el lugar donde pasaba el mayor tiempo en la semana, tomando en cuenta que él era aproximadamente cuatro años mayor que yo. Pero para Jacke fue divertido tener de compañero laboral a una adolescente malcriada, porque así tendría a quien fastidiar toda la jornada de trabajo, bueno, en los tiempos libres.

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