Percy cerró la puerta de su habitación dando un portazo. Mientras Harry, Hermione, Ginny y yo seguíamos a Ron otros tres tramos, llegaban ecos de gritos procedentes de la cocina. El señor Weasley debía de haberle contado a Molly lo de los caramelos.
La habitación donde dormía Ron en la buhardilla de la casa estaba casi igual que el verano anterior: los mismos pósters del equipo de quidditch favorito de Ron, los Chudley Cannons, que daban vueltas y saludaban con la mano desde las paredes y el techo inclinado; y en la pecera del alféizar de la ventana, que antes contenía huevas de rana, había una rana enorme. Ya no estaba Scabbers, la vieja rata de Ron, pero su lugar lo ocupaba la pequeña lechuza gris. Daba saltos en una jaulita y gorjeaba como loca.
-¡Cállate, Pig! —le dijo Ron, abriéndose paso entre dos de las cuatro camas que apenas cabían en la habitación—. Fred y George duermen con nosotros porque Bill y Charlie ocupan su cuarto —le explicó a Harry—. Percy se queda la habitación toda para él porque tiene que trabajar.
-¿Por qué llamas Pig a la lechuza? —le preguntó Harry a Ron.
-Porque es tonto —dijo Ginny—. Su verdadero nombre es Pigwidgeon.
-Sí, y ése no es un nombre tonto —contestó sarcásticamente Ron—. Ginny lo bautizó. Le parece un nombre adorable. Yo intenté cambiarlo, pero era demasiado tarde: ya no responde a ningún otro. Así que ahora se ha quedado con Pig. Tengo que tenerlo aquí porque no gusta a Errol ni a Hermes. En realidad, a mí también me molesta.
Pigwidgeon revoloteaba veloz y alegremente por la jaula, gorjeando de forma estridente. Harry conocía demasiado a Ron para tomar en serio sus palabras: siempre se había quejado de su vieja rata Scabbers, pero cuando creyó que Crookshanks se la había comido, se disgustó muchísimo.
-¿Dónde está Crookshanks? —preguntó Harry a Hermione.
-Fuera, en el jardín, supongo. Le gusta perseguir a los gnomos; nunca los había visto.
-Entonces, ¿Percy está contento con el trabajo? —inquirió Harry, sentándose en una de las camas y observando a los Chudley Cannons, que entraban y salían como balas de los pósters colgados en el techo.
-¿Contento? —dijo Ron con desagrado—. Creo que no habría vuelto a casa si mi padre no lo hubiera obligado. Está obsesionado. Pero no le menciones a su jefe. «Según el señor Crouch... Como le iba diciendo al señor Crouch... El señor Crouch opina... El señor Crouch me ha dicho...» Un día de éstos anunciarán su compromiso matrimonial.
-¿Has pasado un buen verano, Harry? —le pregunté—. ¿Recibiste nuestros paquetes de comida y todo lo demás?
-Sí, muchas gracias —contestó Harry—. Esos pasteles me salvaron la vida.
-¿Y has tenido noticias de...? —comenzó Ron, pero se calló en respuesta a la mirada de Hermione.
Me di cuenta de que Ron quería preguntarle por Sirius. Ron, Hermione y yo nos habíamos involucrado tanto en la fuga de Sirius que estábamos casi tan preocupados por él como Harry. Sin embargo, no era prudente hablar de él delante de Ginny. A excepción de nosotros y del profesor Dumbledore, nadie sabía cómo había escapado Sirius ni creía en su inocencia.
-Creo que han dejado de discutir —dijo Hermione para disimular aquel instante de apuro, porque Ginny miraba con curiosidad tan pronto a Ron como a Harry—. ¿Qué tal si bajamos y ayudamos a su madre con la cena?
-De acuerdo —aceptó Ron.
Salimos de la habitación de Ron, bajamos la escalera y encontraron a la señora Weasley sola en la cocina, con aspecto de enfado.
-Vamos a comer en el jardín —nos dijo en cuanto entramos—. Aquí no cabemos once personas. ¿Podrían sacar los platos, chicas? Bill y Charlie están colocando las mesas. Ustedes dos, lleven los cubiertos —les dijo a Ron y a Harry. Con más fuerza de la debida, apuntó con la varita a un montón de patatas que había en el fregadero, y éstas salieron de sus mondas tan velozmente que fueron a dar en las paredes y el techo—. ¡Dios mío! — exclamó, apuntando con la varita al recogedor, que saltó de su lugar y empezó a moverse por el suelo recogiendo las patatas—. ¡Esos dos! —estalló de pronto, mientras sacaba cazuelas del armario. Comprendí que se refería a
Fred y a George—. No sé qué va a ser de ellos, de verdad que no lo sé. No tienen ninguna ambición, a menos que se considere ambición dar tantos problemas como pueden.
Depositó ruidosamente en la mesa de la cocina una cazuela grande de cobre y comenzó a dar vueltas a la varita dentro de la cazuela. De la punta salía una salsa cremosa conforme iba removiendo.
-No es que no tengan cerebro —prosiguió irritada, mientras llevaba la cazuela a la cocina y encendía el fuego con otro toque de la varita—, pero lo desperdician, y si no cambian pronto, se van a ver metidos en problemas de verdad. He recibido más lechuzas de Hogwarts por causa de ellos que de todos los demás juntos. Si continúan así terminarán en el Departamento Contra el Uso Indebido de la Magia.
La señora Weasley tocó con la varita el cajón de los cubiertos, que se abrió de golpe. Harry y Ron se quitaron de en medio de un salto cuando algunos de los cuchillos salieron del cajón, atravesaron volando la cocina y se pusieron a cortar las patatas que el recogedor acababa de devolver al fregadero.
-No sé en qué nos equivocamos con ellos —dijo la señora Weasley posando la varita y sacando más cazuelas—. Llevamos años así, una cosa detrás de otra, y no hay manera de que entiendan... ¡OH, NO, OTRA VEZ!
Al coger la varita de la mesa, ésta lanzó un fuerte chillido y se convirtió en un ratón de goma gigante.
-¡Otra de sus varitas falsas! —gritó—. ¿Cuántas veces les he dicho a esos dos que no las dejen por ahí?
Cogió su varita auténtica, y al darse la vuelta descubrió que la salsa humeaba en el fuego.
-Vamos —le dijo Ron a Harry apresuradamente, cogiendo un puñado de cubiertos del cajón—. Vamos a echarles una mano a Bill y a Charlie.
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Cambio de vida
FanfictionSoy ____ Briggs Voltaire, estoy cursando el 4to grado en Hogwarts, tengo 14 años, mi novio es Harry Potter y soy de Gryffindor. Mis amigos son Ron y Hermione. Mi vida es perfecta... bueno, parece perfecta, por que no lo es, dejando de lado todo eso...