5- PRUEBAS

2 4 0
                                    


Hoy me desperté ¡a las nueve de la mañana!, emocionado porque me iba a registrar en ADS, la “Asociación de Superhéroes”. Cuando salí de mi habitación me encontré a Sara preparando el desayuno. Me le acerqué, le di los buenos días, le pregunté si necesitaba ayuda y me dijo que solo pusiera los panes en la tostadora y preparara la mesa, que ya casi todo estaba listo. Cuando terminamos todo, nos sentamos a la mesa e iniciamos nuestra primera comida del día. A la mitad del desayuno, después de hablar sobre varias cosas, Sara me preguntó si ya había podido recordar algo sobre mí. En ese momento no sabía si continuar con la falsedad de mi pérdida de memoria, no me gusta, no es bueno mentir, o contarle la verdad, pero aún dudoso de su reacción, decidí revelarle solo una parte, por lo que le dije que solo había recordado mi nombre, Josh, pero que todavía no recordaba de dónde había venido u otras cosas. Se alegró y lo demostró con una gran sonrisa que iluminó su rostro. Dijo que al menos ¡ya sabía mi nombre! Y también me dijo que le gustaba mucho… Esa frase, y el tono en que lo dijo, hizo que me sonrojara un poco… Terminado de desayuno, Sara se fue a su trabajo, no sin antes despedirme con un hasta la tarde y una sonrisa tan linda que volví a estremecerme...

Una vez se había marchado, le envié un mensaje a Iceberg en el que le decía que esta mañana iba a ir a la ADS a registrarme. Unos segundos después me respondió haciéndome saber que él me esperaría en la puerta, por lo que me puse mi traje y me fui volando hacia la asociación donde, tal como había dicho, ya Iceberg aguardaba por mí. Me saludó y me pidió que lo acompañara, para orientarme cómo iba a ser mi inscripción, decir que me iban a dar unas planillas en las que tenía que anotar cuáles eran mis superpoderes, cuál iba a adoptar como nombre de superhéroe y que, una vez terminado el papeleo, tendría que hacer varias pruebas con las que demostraría si en verdad tenía los poderes que yo que decía tener.
Cuando ambos llegamos a esa parte en el local de la asociación donde todo esto se haría, ya había algunas personas con sus trajes especiales, quienes parecía también iban a inscribirse. Tras aguardar un rato, al llegar mi turno, entré y, efectivamente, tal como Iceberg me había explicado, me dieron unos papeles donde tenía que poner toda mi información, anotar los superpoderes; escribí que poseía superfuerza, piel resistente, supervelocidad, telequinesis y todos mis sentidos agudizados.  Subrayé que mi nombre sería SuperHuman. Luego de esperar unos cuantos minutos, me llevaron a una especie de habitación acorazada, blindada, la cual parecía era el lugar donde probaban las habilidades de cada uno. Primero, para probar mi superfuerza, me hicieron golpear una especie de medidor que calculaba el poder de mis puños. Al hacer esa prueba sucedió algo inesperado para todos, al instante de golpearla, la máquina salió disparada por el aire… Cuando se acercaron para ver su estado, quedaron asombrados porque estaba destrozada y, para mí lo más sorprendente, era que yo solo había usado ¡el diez por ciento de mi fuerza! Esto, obviamente, lo oculté y dije haberla utilizado toda, pues lo único a que aspiraba era a salir airoso en dicha prueba. En mis pensamientos yo era cauteloso pues temía que después quisieran usarme como rata de laboratorio o sabe qué otras cosas... A seguidas vino la prueba de velocidad, la cual tenía dos partes, una para determinar mi resistencia, la otra era para ver cuál era mi velocidad por tramos, la cual a su vez constaba de dos partes. Comenzamos con la de los tramos: primero una carrera de mil metros, la que hice en cero coma un segundo… Al árbitro se le caía la baba de lo sorprendido que estaba pues el récord entre los superhéroes más veloces era de ¡cero coma cinco segundos! Luego a dar cien vueltas al lugar; lo que hice en unos cinco segundos. Traté de ir más lento esta vez, para no levantar tantas sospechas ni crear muchas expectativas. Después fue la segunda parte para medir mi resistencia, ahora debía correr en círculos a máxima velocidad hasta llegar a cansarme. Solo me esforcé al treinta por ciento de mi velocidad y lo hice por solo cinco minutos con lo que terminamos las pruebas de velocidad y resistencia y yo fresco como una lechuga. Entonces hicieron la de durabilidad, donde primero me dispararon con pistolas y rifles, los que ni sentí. Trajeron una bazuca con la que me dispararon a corta distancia… esta vez, al igual que la anterior, tampoco sentí nada y, después, me dispararon con diferentes armas láser, con las cuales arrojé el mismo satisfactorio resultado. Tras todo esto concluyeron que la durabilidad de mi piel y traje era igual a la del metal inhorium, el metal más fuerte y resistente que había en este planeta. Continuamos con la prueba de telequinesis, con lo que comprobaron yo podía levantar multitud de equipos pesados, hasta tanques de guerra, sin el mayor esfuerzo y sin mostrar cansancio. Ya totalmente sorprendidos con mis habilidades, me llevaron a probar mis sentidos, donde les demostré mi habilidad para escuchar sonidos, incluso a través de muros insonorizados o a prueba de sonidos, después fue el olfato, me dieron a oler sustancias y yo tenía que adivinar cuales eran, a continuación, fue la vista, esa fue rápida ya que yo puedo ver cosas que están hasta a un kilómetro de distancia, luego fue el gusto, y después el tacto y así concluyeron los exámenes.
Una vez terminadas las pruebas, me llevaron fuera, a un pasillo donde me pidieron esperara, pues enseguida me iban a dar la evaluación de mis resultados. Aguardé unos cinco minutos, tras lo cual dos personas salieron y me condujeron dentro de una oficina en la que estaba sentado un señor mayor, de unos cincuenta o sesenta años, quien dirigió la vista hacia mí y dijo “vaya, vaya, así que tú eres el famoso novato” ... Un poco sorprendido, le respondí que sí, tras lo cual él sonrió y me entregó mi licencia de héroe, la que tenía la forma de una pequeña y común tarjeta de presentación. Además, me entrego un chip, mientras decía que ese chip yo lo tenía que incorporar a mi traje, para que grabara todo lo que yo hiciera… Aún más sorprendido y un con un poco de sospecha porque sentí como si me quisieran espiar, le pregunté ¿por qué tenía que usar ese chip? Casi como si hubiera estado leyendo mis pensamientos, me explicó que simplemente era porque algunas veces hay superhéroes que se aprovechan de las habilidades de otros para adjudicarse créditos por acciones que ellos no han llevado a cabo... Complacido con su respuesta, instalé el chip en mi traje y, cuando iba a abandonar la habitación, el señor me despidió con estas palabras “espero que puedas proteger este planeta” … Al decir la frase pensé se refería al trabajo que habitualmente hacía un superhéroe, aunque el tono de su voz sonó extraño, como si supiera otras cosas sobre mí, muchas más de las que yo mismo pudiera imaginar ese señor conociera....

Ya al salir del edificio vi a Iceberg, quien pareciera haberme estado esperando… Se me acercó y me pregunto cómo me había ido. Contento, le dije que muy bien, que ya me habían dado la licencia; con lo que se sorprendió y no lo ocultó, por lo que yo, al ver su expresión, le pregunté qué sucedía, por qué ponía esa cara en vez de alegrarse por mí, y me explicó que no era lo habitual, que normalmente a los héroes se les daba su licencia una semana después de las pruebas pues los resultados se evaluaban cuidadosamente. Al oír sus palabras, pensativo, me vino a la mente el señor que me dio la licencia, por lo que le pregunté si conocía a alguna persona mayor que trabajara en la asociación. Respondió que la única persona de edad era el Presidente, quien era uno de los diez primeros héroes que surgieron en este planeta. Luego de eso seguimos charlando un rato, al finalizar la conversación regresé a casa. Al llegar, Sara estaba viendo la tele, tras los saludos me preguntó dónde había estado y le dije que buscando trabajo. Con un poco de asombro, me preguntó por qué yo estaba haciendo eso, por lo que traté de explicarle que era necesario yo trabajara para ayudarla con los gastos de la casa, que, si estoy viviendo y voy a vivir aquí, lo mínimo que debía hacer era aportar algo a la economía del hogar… De nuevo sonrió en esa forma que yo había comenzado a notar que me gustaba pero que a la vez me ponía algo nervioso, mientras me decía que no era necesario que me preocupara por eso, que lo que debía hacer era descansar para recuperarme. Un poco tartamudeando por mi nerviosismo dije que estaba bien y me senté junto a ella a ver la televisión, hasta que los dos nos quedamos dormidos en el sofá.

SuperhumanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora