Distancia

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Es corto, pero creo que era necesario. 

Este capítulo es nuevo, no estaba dentro de los borradores, por lo que no es el capítulo final, así que habrá otro después de este. 

Disfruten

Por siempre suyo...un pequeño Kaos.








Soma

En la vida, innumerables veces hemos sido dependientes y sumisos de algo o alguien. Y no me mal entiendan, la dependencia no es mala, ni debe verse como un castigo o una reja.

¿Por qué estoy hablando de esto?

Porque en las relaciones sanas -lo queramos o no- la dependencia existe y es parte de la relación. Desde niños; somos dependientes de nuestros padres y, en las escuelas, dependemos de nuestros tutores. La naturaleza innata de las personas pide ser dependiente de algo.

Sin embargo; hay una diferencia entre ser dependiente o codependiente de una persona. Diferenciar esto no es fácil -en mi opinión- pero es necesario saberlo. Es muy normal y saludable depender de alguien; das y recibes apoyo, aliento y cariño, sabiendo que la falta de esto puede inmiscuir negativamente si no se tiene un equilibrio en la relación.

Pero la codependencia es mala, dañina, tóxica y muchas veces hace que las parejas estén destinadas al fracaso. Yo quiero que Erina sea independiente, no que dependa de mí a un punto donde nada más exista para ella. No quiero que sus enfoques, objetivos e intereses se vean nublados por mí o que de alguna forma ella haga lo mismo conmigo.

Si hay algo que ponga aprueba lo anterior dicho, eso es: la distancia.

Hemos pasado por mucho; siento que, lo que he construido con Erina, está sobre bases sólidas. Mi muñeca sabe controlar su ansiedad. Ella sabe dar afecto y pedirlo cuando es necesario. Sabe que no voy a dañarla y que puede depositar toda su confianza en mí. Ella sabe que es maravillosa ¡Joder, estoy orgulloso!

Y, aunque sea duro, eso está a punto de comprobarse.

—¿Y cuándo se supone que saldrás de viaje?— digo, mirando un panfleto de la aerolínea que ella ha dejado descuidadamente sobre la mesita de noche que está a un lado de la cama.

Escucho un pequeño gruñido molesto. Miro a un lado de la cama y veo a Erina frotarse los ojos para desperezarse. Su bonito iris violeta se enfoca en los míos y una pequeña sonrisa es arrancada de sus labios, pero la borra tan rápido cuando mira el panfleto en mi mano.

—En dos días— responde, acercándose a mi posición. Su pecho desnudo descansa sobre el mío y la veo quitarme el susodicho papel de la mano, para mirar quién sabe qué cosa mientras se muerde el labio ¿Había dicho que es hermosa? —Te dije que podías acompañarme— sugiere, en voz tenue.

Una de mis manos quita un mechón rebelde de su frente y lo hace a un lado de su oreja. Amo su cabello, a diferencia de su carácter tierno y dócil (a veces), es la única parte de ella que no puede controlar: su bonito cabello salvaje.

—¿Me escuchaste?— demanda, con su voz vigorosa y llena de incordia.

Yo la veo un momento y me muerdo el labio.

—¿Ir contigo?— pregunto, pero ya sé la respuesta.

Ella asiente sin más.

La idea me parece sumamente tentadora; pero hay muchos pendientes que tengo en Tōtsuki, pendientes que -aclaro- se acumularon por mero descuido. Mi atención es para Erina; totalmente. Sin embargo; esta es una oportunidad necesaria para ella, quiero que entienda que la distancia no es mala y que, mi cariño por ella, no se borrará ni se quitará de la noche a la mañana por un viaje de una semana.

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