Anestesia

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ADVERTENCIA: CONTENIDO ADULTO +18











Apenas salgo de mi habitación para buscar algo de comer. Es tarde y ni siquiera me dispuse a atender mis trabajos en Tōtsuki; quizá, porque estoy huyendo, de nuevo.

Ayer fue de esos días que quiero borrar de mi cabeza, quitarlo como por arte de magia de mi memoria de largo plazo, pero no sucederá. Si algo sé, es que la mente es una mierda; recordaré mis ataques de pánico más de lo que quisiera. Al final lloré, seguí haciéndolo hasta que dormí, al menos mis manos se mantuvieron quietas, sin lastimarme a mí misma de lo que aquello suponía.

—Ser mentalmente estable está sobrevalorado— me digo, mientras empiezo a preparar un sándwich ligero para el desayuno.

Una vez que termino, paso por la sala de estar hasta que voy a la sala de películas, pues se me apetece mantener la mente ocupada en algo. Quizá vea una película romántica, porque el masoquismo es lo mío y porque sentirme bien no está dentro de mis planes del día.

Estoy actuando patéticamente, como si hubiese atravesado una ruptura amorosa. Lo cierto es que, estoy confundida y me da miedo. Ningún chico me había confundido tanto o alterado de alguna manera, quizá por eso no encontraba sabor en mis relaciones. Soma es diferente, me hace sentir...sinestesia y anestesia; la primera altera tus sentidos y la segunda me hace sentirme bloqueada. Soma es eso, algo que es demasiado bueno, demasiado real para ser cierto.

—Creí que dormirías todo el día...— me detengo en seco cuando escucho la voz de mi hermano. Alzo la vista y él está ocupando la sala de películas. En la gran pantalla puedo ver una fotografía que él tomó en Palacio Frederiksborg en Dinamarca —¿Todo bien?— pregunta, con una ceja arqueada.

Asiento sin más y busco sentarme a un lado en el sofá donde está Asahi. Tiene muchos bocadillos y algunos sin abrir, por lo que tomo uno de los chocolates empaquetados y lo abro para empezar a comer. No soy fan del chocolate, en realidad, pero no me importa ahora mismo.

—Quiero ver las fotos de la nieve...— demando, mirando la gran pantalla. Escucho una risilla de Asahi y él empieza a deslizar en la tableta cada una de las fotografías tomadas. Al menos, eso me relaja.

—Deberías estar dando clases...— digo para Asahi, mientras le miro de forma acusadora.

—Bueno, pedí un día libre a la directora— Asahi encoge los hombros, restándole importancia. Sus ojos grises me miran con diversión y añade:—Pero la directora no estaba, así que dejé mi excusa en su escritorio, supongo que ella lo verá luego.

Bufo en contestación. A veces, perderme un día implica que Asahi haga lo mismo, necesito ser responsable para que él lo sea.

—Yukihira estaba ahí.

De pronto, mi corazón retumba con fuerza ante la mezcla de palabras que mi cerebro procesó. Miro a Asahi y él tiene una mirada indiferente, claramente podría ser aprehensiva si quisiera. Trago duro, pero me limito a seguir viendo las fotografías correr en la pantalla.

—¿Sí?— inquiero —¿Qué te dijo?

Asahi murmura por lo bajo —¿Estás bien?

—Lo estoy

—¿Quieres hablar de eso, Erina?— me dice, dubitativo.

Yo no miento cuando digo que Asahi es mi confidente y la persona que mejor me conoce. Él sabe que he tenido pésimas experiencias amorosas, de esas que han dejado marca, lo suficiente como para no querer probar nuevas experiencias. No necesitamos que alguien sea física o verbalmente abusivo para destruirnos, basta con que no nos acepten a nosotros mismos a un punto de hacernos cambiar a casi no reconocernos.

Clases de AtracciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora