0.1 | Invasión

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Aryana | ♈︎

14 de Octubre de 2045

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14 de Octubre de 2045

—¿Te vas a comer todo eso? —pregunté.

Kira solo se limitaba a mirarme, divertida. Su largo cabello castaño, teñido con mechones rosas, y sus alegres ojos marrones contrastaban con las luces de la feria a sus espaldas.

—Claro, no dudes de mis capacidades. Puedo acabarme todo esto yo sola —Su voz chillona, que a otros podía llegar a irritar pero que a mí me parecía de lo más graciosa, notaba obviedad.

Al instante no me creí su respuesta, pues cada vez que pedía una bomba de azúcar como aquella, siempre era yo la que terminaba por acabársela.

—Más te vale. No quiero no poder dormir esta noche por tu culpa. —respondí.

Ella solo se encogió de hombros como respuesta mientras seguía degustando su banana split lleno de chispas, siropes de chocolate y otras porquerías que la hostigarían.

Ambas nos encontrábamos caminando distraídamente por el muelle, recorriéndolo en silencio, mientras cada una de manera individual analizaba lo que tenía a su alrededor.

Yo por mi parte disfrutaba de ver los juegos mecánicos, las bombillas de luces amarillas, las carpas llenas de complicados juegos en los que a duras penas podrías ganarte un chicle masticado y los puestecitos donde se vendían todo tipo de chatarra, como ese en donde Kira compró su helado.

Todo este ambiente me recordaba el motivo del porqué me encantaban las ferias. Cada año mi mejor amiga y yo esperábamos a que la ciudad instálese la suya en el gran muelle de la playa. Lástima que el clima no era lo suficientemente cálido como para meterse a nadar. La mayoría del año las noches eran frías y los días nublados. Lo único que nos quedaba a los turistas y habitantes era admirar el paisaje.

A lo lejos, ambas observamos el final del muelle, en donde la luz de las farolas no llegaba y en el cuál la música y el estruendo de la feria se escuchaban apaciguados. Ya solo habían pocas personas, una que otra ebria, rondando por el lugar. La brisa fría calaba mis brazos destapados, pues había optado por llevar una camisa de mangas cortas y  mi sudadera se había quedado en el auto.

Caminábamos con el afán de llegar al final, para observar mejor el panorama de la playa por la noche, cuando un jaloneo en mi brazo derecho me distrajo.

—¡Ary, mira! —dijo Kira.

Hablaba con una emoción tan tremenda que su voz me condujo a obedecerla y mirar hacia el cielo, donde ella se encontraba apuntando.

La Guerra de las Mil Noches (Zodiac)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora