«Personas de todo el mundo miraron hacia el cielo y notaron destellos que caían libremente.
«Estrellas fugaces» habrán pensado en donde era de noche.
«Cohetes» se habrán imaginado los que no podían apreciar completamente su luz de día.
Ojalá hubiese...
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Dentro de la clínica las cosas no parecían ir mejor.
A su alrededor, una que otra camilla se encontraba volcada en medio de los pasillos. Algunos insumos médicos estaban fuera de lugar y esparcidos por el suelo. Existían destrozos en las paredes y, principalmente, en la sala de espera. Vidrios rotos y escritorios en posiciones anormales abundaban. Pero nada de eso podía sorprenderlos a esas alturas.
Y, en medio de la inexistente recepción, los cuatro se mantenían postrados en silencio, expectantes ante cualquier sonido ajeno a sus respiraciones. Todos miraban con atención su periferia, siguiendo el protocolo que ejecutaban cada vez que entraban a un nuevo lugar.
Aryanna, quien siempre se mantenía al frente del grupo, alzó una mano en señal de que era seguro seguir por el pasillo que se extendía, silencioso, por delante de ellos.
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LEILA | ♌︎
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Para ser sincera, creía que ya era demasiado tarde para que nosotros siguiéramos en la intemperie. Pues, en los destrozados ventanales de la clínica, se podía observar el ocaso tiñendo con una paleta anaranjada nuestros pálidos y sucios rostros.
Habíamos salido de aquella fábrica de juguetes decididos a encontrar un buen lugar para pasar la noche cuando, en el camino, nos topamos con esta construcción de un solo piso, la cual parecía haber sido un sanatorio en el pasado.
—Aryanna —la llamé—. No creo que lo mejor sea continuar. Va a anochecer muy pronto.
—Supongo que podemos regresar, si así les parece.
Al responderme, la voz de Ary había sonado bastante apaciguada, pues parecía que aquella oración había salido en contra de su voluntad. Ella había creído que era una buena idea entrar a registrar el edificio, pues así nos abasteceríamos de insumos médicos en caso de que nos hicieran falta.
