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|Nervios.

Era lo único que podía sentir en aquel momento, y estoy casi seguro de que Kats también lo sentía. Frente nosotros se encuentra una puerta, de madera clara y una muy interesante perilla de un color medianamente más oscuro.

Detrás de aquella pieza de madera, se encuentra el motivo de nuestra presencia en ese lugar, un sueño que hace años Katsuki y yo anhelabamos de verdad, algo que hasta la fecha se siente irreal, mágico, pero sobre todo alegre y cálido...

Detrás de aquella pieza de madera, se encuentra el motivo de nuestra presencia en ese lugar, un sueño que hace años Katsuki y yo anhelabamos de verdad, algo que hasta la fecha se siente irreal, mágico, pero sobre todo alegre y cálido

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Después de una extensa y agotadora jornada laboral, Todoroki Shoto llegaba al fin a su tan ansiado hogar, en dónde podría y deseaba reposar con tranquilidad.

Pasó de la puerta ingresando a su morada, para después cerrar la misma entrada.

Suspiró.

Amaba su trabajo como profesor de álgebra en U.A, pero en veces se le hacía muy agetreado, lo que provocaba que sus pocas energías matutinas salieran de vacaciones a Finlandia o posiblemente al país de nunca jamás, quién sabe.

En su soledad, pequeños pasos se llegaron a escuchar, o más bien el sonido de diminutas garras chocar contra el suelo, a medida que avanzaban el sonido y la presencia de un can dió inicio al lugar.

Un perro de por lo menos unos meses, Boyero de Berna era su raza. Tenía un pelaje largo, brillante y lacio levemente ondulado. El color de base era negro azabache y presentaba marcas de color marrón rojizo junto con manchas blancas en una distribución particular.

Para ser aún un cachorro ya portaba una estatura promedio para su raza, usaba al rededor de su frondoso cuello un collar color rojo, con una placa con el nombre de Jack incrustado.

El medio albino sonrió.

— ¿Quién es un buen chico?

woof!

Respondió el cachorro, dando saltos en las piernas de su dueño mientras se acariciaba con estas mismas.

Se hincó para quedar, más o menos a la altura del can y comenzó a acariciarlo.

— Ey Jack – llamó, a lo que el susodicho le miró mientras sacaba la lengua – ¿Has visto al amor de mi vida?

woof!

Volvió a ladrar, ahora alejándose del bicolor para sentarse frente de un cenizo, que hace unos minutos les había estado observando.

El heterocromatico se levantó, se dirigió a su chico y depósito un suave pero cariñoso beso en los labios del ojirubí — hola Kats.

— hola bastardo – saludo, mientras en su mano izquierda le mostraba un bento — olvidaste tu almuerzo... Otra vez.

Ante eso el más alto sólo atinó a rascar levemente su cuello mientras miraba al contrario con inocencia — lo siento... No me había dado cuenta... Hasta que me dio hambre.

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