Balde de agua fría.

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— Y, ella aceptó, fin de la historia. - explicó Kota, siendo seguido por Mahoro y Katsuma.

Los tres encaminándose a su instituto.

— Vaya, ¿Lo ves Katsuma? Mentir no es tan malo, acabaste ayudándonos y ahora todo tuvo un final feliz – le comentó al menor.

En eso, divisaron a Eri a la distancia, venía a paso veloz, algo inusual, teniendo en cuánta su expresión.

— Oh, Buenos días Eri-chan – saludo Katsuma, pero la peliceleste albina no contestó, simplemente pasó de él y siguió su camino a la academia.

— ¿H-hice o dije algo malo? – preguntó el castaño entristecido.

— No creo que hayas sido tú hermanito.

La chica miró al azabache, quién negó, sabiendo de antemano que la contraria quería preguntarle qué, que había sido eso, pero al parecer, él no se lo imaginaba.

Suspiró — Yo hablaré con ella – afirmó, a la vez que se adelantaba de los chicos.

Suspiró — Yo hablaré con ella – afirmó, a la vez que se adelantaba de los chicos

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Tiempo de receso, más específicamente para almorzar.

Mientras los estudiantes se dirigían a la cafetería, algunos maestros preferían comer en la sala correspondiente para ellos, era el caso de Shoto.

Después de una exhaustiva mañana de exámenes, llantos y sobornos que obviamente no aceptó por parte de sus estudiantes, al fin, por fin podría comer algo.

Se sentó a la mesa, que estaba vacía, pues solo se encontraban pocos profesores en ese lugar, paz y tranquilidad, no había nada mejor que eso.

— Buenas tardes, Todoroki – Saludó alguien a sus espaldas.

Por la voz y el tono sabía quién era, no dudó en devolver el saludo y voltear a ver al susodicho.

— Buenas tardes, Shinso.

El pelimorado sonrió, sentándose a su lado.

— Y, ¿Qué tal tu mañana? – cuestionó, creando algún tema de conversación.

— Como siempre.

— ¿Aceptaste algún soborno?

— Nop.

— ¿Alguna vez has pensado renunciar? Cuidar a niños pubertos da más trabajo de lo que parece.

— Renunciar, no gracias, pero ganas no me faltan.

Ante eso el ojeroso negó riendo suavemente.

— ¿Y que tal la familia?

Silencio, junto con aquella mueca que salió involuntariamente de su rostro, decía que no estaba bién.

— Uy, ¿Problemas en el paraíso?

Suspiró – a decir verdad, sí, hay problemas en mí Edén.

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