Grandes Ojos Rojos

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- Tal vez por eso ya pareces parte de la familia -dijo el de ojos verdes.

Yo me sorprendí mucho al oír aquel comentario hecho por mi hermano, una gran calidez invadió mi cuerpo, aún que estaba consciente que fue una frase al aire, me lleno de una gran felicidad, las ganas de llorar me volvieron a llegar, pero esta vez de lágrimas de alegría, pero aguante mis ganas de llorar, y solo corrí a ir a abrazar a mi hermano pelirrojo, lo que lo sorprendió mucho, llegando a quejarse, por lo que le solté, los hermanos se me quedaron viendo confundidos.

- Am... ¿Que suelen hacer? -les pregunté tratando de cambiar de tema y que olvidaran lo que acababa de pasar.

- ¿Por que trataste de abrazar a Su Majestad? -pregunto el que abrace cruzándose de brazos- Nadie puede tocar a Su Majestad sin permiso -declaró viéndome entre divertido y serio, era una extraña mirada.

- No es nada -le dije- Creí que por tu comentario no te molestaría si te abrasase -me encogí de hombro con un leve nerviosismo siéndose presente.

- No le veo sentido a eso -dijo el de pelo morado.

- Yo solo... -trate de hablar, pero la puerta se abrió revelando al hermano de pelo blanco.

- Akai ven, te llevare a tu cuarto para que descanses -habló.

Después de decir eso el menor de los hermanos salió de la habitación esperándome afuera de esta, yo avancé rápidamente hacia el y en mi interior le agradecí por sacarme de aquella situación tan vergonzosa, mientras caminábamos por el pasillo me di cuenta que aquel hermano era de pocas palabras, aún que siempre tenía cara de molesto, lo que me hizo creer que mi presencia en la casa le había hecho enojar o le incomodaba, con eso en mente no pude juntar el valor para hablar con el.

En pocos metros llegamos una puerta, el la abrió y me mostró un cuarto como en el que estaba, pero vacío, la servidumbre salía de aquel lugar con plumeros en mano, como si acabasen de desempolvar, entre para ver lo que sería mi cuarto, la ventana estaba abierta lo que parecía tratar de que el olor a cuarto encerrado se fuera, cosa que no ayudó mucho, se notaba que aquel lugar no había sido tocado por mucho tiempo, me senté en mi cama, las cobijas se sentían calientes dándole a entender que acaban de ser lavabas, seguí admirando mi nuevo cuarto hasta toparme con la mirada del de ojos rojos sorprendiéndome.

- Creí que te habías ido -le dije sorprendida.

- ¿Que tanto daño te hizo aquella mujer? -pregunto mientras cerraba la puerta detrás de él y se me acercaba.

- Eh -lo mire muy confundida y al mismo tiempo incomoda- ¿Por qué cierras la puerta? -cuestioné.

- Por que los trillizos no les importa la privacidad y yo quiero hablar contigo a solas -dijo sentándose a un lado mío- Dime que tanto daño te hizo esa mujer -insistió.

- ¿Que mujer? -le pregunte.

- Tú madre -habló frunciendo el ceño molestándome cada vez más.

- Ah... ella, pues desde que tengo memoria ella me pegaba, me ah roto la pierna, ambos brazos, me arrancó mi muela -después de decir eso abrí la boca y apunté a mi muela faltante- su excusa era que dije una grosería mientras estaba sola en mi cuarto, por que una dama no debe decir groserías sin importar si esta sola o no -le dije acomodándome en mi lugar y lo volteé a ver.

El chico se sorprendió y me miró confundido, aún que parecía algo acostumbrado al tema ya que no reaccionaba tan bruscamente a diferencia de la servidumbre de mi casa cuando me preguntaban esas cosas, algunos comenzaban a llorar y prometían ayudarme, después de eso no los volvía a ver nunca, no estoy segura si mi madre solo lo despedía o les hago algo peor, pero, siempre se salía con la suya.

- Al parecer ese mal es de familia -habló el en un tono burlón, yo lo mire confundida- Supongo que debes saber sobre nuestras madres -Me miro con seriedad en su rostro.

- ¿Madres? -le pregunté aún más confundida, el volteo hacia la pared.

- A ese sujeto -habló refiriéndose a nuestro padre- No era un hombre de una sola mujer, se casó tres veces y nos tuvo a nosotros, aún que -me miro de reojo mientras hablaba- Tal vez ah estado con más mujeres aparte de nuestras madres -pasó la mano por su pelo, se notaba su estrés tanto en su voz como en su expresión.

- ¿Crees que tengamos más hermanos o hermanas? -le pregunté inclinándome en mi lugar para ver su rostro, el solo se limitó a encogerse de hombros, yo suspiré por su reacción- ¿Que te hizo tú madre? -le pregunté.

El suspiro, podía notar tristeza en sus ojos, me miro a los ojos, para después ver el suelo con una mezcla de tristeza y enojo en su expresión

- Por ahora solo te dire que nuestro padre nunca fue bueno con sus parejas -Dijo

- ¿Crees que el haya influido en cómo mi madre me trató? -lo mire de reojo.

- No tengo idea -se encogió de hombros, para luego levantarse de su asiento- Ya deberías descansar, te dejo sola -hablo mientras caminaba hacia la puerta.

- Una última pregunta -le dije llamando su atención- ¿Como te llamabas? Olvide tu nombre -le dije apenada.

Aquel hermano cambio su expresión a por molestia, y abrió la puerta con rabia para luego verme, sentía como el chico de antes que se había preocupado por mi desapareció de la habitación y fue reemplazado por otro con ganas de matarme, así que solo me limité a bajar la cabeza me tensé y cerré los ojos con fuerza, me había preparado para un golpe, sabía que olvidar su nombre era de malos modales y que debía ser castigada por eso, pero al no sentir un golpe abrí los ojos con cautela y volteé a ver donde el estaba, aún se veía molesto, pero parecía un poco más relajado.

Nuevos colmillos en casa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora