Capítulo 4

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La noche siguiente Arima preparó todo.
-¿A dónde irás? -preguntó Kaneki.
-Po la mañana me iré al CCG, y no volveré hasta la noche siguiente.
Kaneki desvió la mirada.
-Sabes lo que pasará -continuó-, no te preocupes, sé que no podías decírmelo, sólo quiero saber si irás con Aogiri.
-Debo ir, pero no sé qué haré con Sasaki; no puedo llevarlo con alguien y arriesgarme a que lo vean.
-Déjalo aquí.
-¿Solo? -preguntó sorprendido.
-Dices que duerme toda la noche, no? Lo encerramos, le avisas a tu amigo Hide, y todo arreglado.
Kaneki lo miró unos segundos.
-¿Crees que estará bien?
-Cuando vuelva uno de los dos, lo primero que verá será a Sasaki.
-Quien vuelva... -sonrió tristemente, lanzando un suspiro- Quieres decir cuando TÚ vuelvas.
-Nada es seguro.
-Lo único seguro es que tú volverás.
Arima se acercó, abrazándolo, besándolo.
-Vas a volver -dijo Arima-, es tu obligación, conmigo y con Sasaki.
-Lo haré.
Se besaron de nuevo.
-¿Dónde está Sasaki?
-Dormido.
Arima lo lanzó a la cama. Se puso sobre él, y comenzó besándole los muslos, subiendo hasta su cintura. Levantó su camisa, besándolo, hasta llegar a su boca, que besó con pasión. Los suspiros ardientes aumentaron el éxtasis de Kaneki, que rodeó a Arima-san con brazos y piernas.
El ojo de Kaneki se volvió negro, lo que hizo sonreír a Arima. La pasión que ponía en la batalla era la misma que demostraba en la cama.
Kaneki liberó a Arima, observándolo mientras se desabrochaba la camisa, y una vez que terminó, Kaneki se lanzó a él, besando cada centímetro de su piel, presuroso, tratando de no ceder al instinto de morderlo, de arrancarle un pedazo de su suave y pálida piel, tan suculenta como él.
Arima permitió que le bajara el pantalón con todo y ropa interior, observándolo mientras Kaneki le practicaba una felación, con la misma violencia con que lo había besado.
Exacerbando cada sentido de Arima, Kaneki logró que su amado se viniera en su boca. Antes de que alguna palabra, o alguna acción los distrajera, Arima lo giró y lo penetró con violencia. Con placer.
Al terminar, Kaneki se volvió, abrazándose a su cuello. Sentía aun las manos de Arima en su espalda, que lo sostenía como si temiera que aquella fantasía fuese efímera.
Y así durmieron, abrazados, Kaneki recostado en el pecho de Arima, hasta que el investigador despertó de madrugada, exactamente a la hora en que debía irse.
Se separó lentamente de Kaneki, se dio una ducha y se vistió.
Antes de irse, llevó a Sasaki a la cama, junto a Kaneki, que instintivamente lo abrazó, y besó a cada uno, saliendo de la habitación, saliendo del departamento, esperando volver.

Por la tarde, minutos antes de que Hide llegara, Kaneki veía televisión con Sasaki, cuando un ligero murmullo en la sala lo hizo salir al pasillo, encontrándose con Noro, de pie en la mitad de la sala.
-Noro.
Kaneki se asustó, pensó enseguida en Sasaki, pero no se movió.
-No...No le digas a Tatara dónde estoy, por favor.
Pero Noro no hizo ni un movimiento.
-¿Quieres saber si iré esta noche?
Noro afirmó con un movimiento.
-Iré.
Con simplicidad, Noro fue a la ventana y salió.

Kaneki pensó durante todo el día si debía decirle a Arima lo sucedido, pero al final, mientras se vestía, decidió no hacerlo. De cualquier modo, Noro era de fiar.
Se puso su máscara, y se miró al espejo, pasando su mano por su vientre. Hace poco más de cinco meses había nacido su hijo. Él era su prioridad. Y, tal como había dicho Arima, su obligación era volver.
Salió de la habitación y revisó por cuarta vez la puerta, las ventanas, las llaves del gas y del agua; la habitación, la cuna, Sasaki. Su bebé acababa de quedarse dormido, rodeado de juguetes que su padre compraba.
Kaneki llamó a Hide.
-Irás, verdad? -preguntó Hide.
-Debo ir; no cuelgues...
-Lo sé: dejarás el celular al lado de la cuna, y si escucho algo, voy, y si por la mañana aun no me has llamado, llamo a Arima.
-Gracias.
-Ten mucho cuidado.
-Sí.
Hide puso el celular sobre su buro. Detrás de él estaba Tsukiyama.
-¿Qué te dijo Kaneki? -le preguntó.
-Dice que irá -respondió con tristeza.
-No pongas esa cara, pastelito; el delicioso Kaneki podrá enfrentar cualquier cosa con el poder del amor que tiene por su amada paloma, y su pequeño pichón.
-Que poético -dijo Kaneki por el teléfono. Hide y Tsukiyama rieron.
Kaneki conectó el celular para evitar que la batería de agotara, y así, después de besar la frente de su hijo, salió por la ventana, esperando volver.

Una batalla entre humanos y ghoul's está llena de acción, drama; un despliegue de habilidad y agilidad por igual, pero siempre con el toque trágico por las bajas, que para cada bando, se vuelven numerosas. Uno hace de tripas, corazón, como se dice por acá, para que al menos su físico y su cordura prevalezca.
Es esta la razón por la que no la describo, no sería de utilidad, ya que es un asunto visual, no literario. Lo que sí les puedo decir es que Ciempiés estuvo allí, decidido a defender los ideales del árbol de Aogiri. También estaba Arima, defendiendo a la humanidad, con su eterna seriedad, habilidad, y fuerza que sólo él poseía.
Sucedió de todo en ese lugar del que pocos ghoul's, entre ellos los más fuertes, salieron ilesos.
(En resumen, no sé escribir escenas de acción)

El departamento estaba vacío y oscuro. Aun el día no se iluminaba a las cinco de la mañana, y los únicos ruidos que se escuchaban en el distrito eran de autos repartidores, o trabajadores que iban en bicicleta.
Nadie vio una sombra entrar de golpe a una ventana de cierto departamento. Cayendo al suelo, respirando con dificultad. Su costado izquierdo estaba herido, sangrando, manchando todo a su alrededor. Jadeaba, y temblaban su cuerpo y máscara de Ciempiés, aterradora para quien sabía lo peligroso que era un ghoul nivel SS, a excepción del joven y fuerte investigador, en compañía de otro de apariencia maniaca que lo atacaron con la fiereza de la venganza, ya que aunque él pudo hacerles frente, resultó gravemente herido. Por suerte, Eto apareció a tiempo y lo ayudó a volver al distrito.
Kaneki regresó solo al departamento. Agotado.
Hambriento.
Había comida en el departamento, lo sabía, la olía. Entonces un ruido llegó a él desde el pasillo. Con la habilidad y fuerza que aún le quedaba, se acercó a la puerta del baño, pero allí no encontró nada. El ruido se repitió, esta vez a su espalda. Algo "vivo" lo llamaba.
En la habitación principal la puerta se abrió lentamente, y unas garras tamborilearon lentamente en la pared. Una sombra entró por la parte superior de la puerta, acercándose hasta la cuna frente a la cama, en la esquina lejos de la puerta. De allí venía el delicioso aroma a carne, y el rumor, la respiración de una inocente criatura que dormía con tranquilidad. Ciempiés miró alrededor, lo único que brillaba era el brillo del cargador del celular. Ciempiés rió, y colgó. Al otro lado del celular, Hide y Shuu dormían abrazados.
Caminando por la pared, Ciempiés se acercaba más y más, sangrando mientras las gotas de sangre marcaban el piso con la precisión del segundero, agitado con un corazón. El corazón de un niño.
Ciempiés se acercó tanto al niño que su máscara tocó la nariz del bebé.
-Mamá -sonrió el bebé.
Arima había dicho que era aun muy pequeño para comenzar a hablar.
-¿Sa... -tartamudeó asustado- Sasaki?
Kaneki cayó de lleno al piso, pero se repuso rápidamente, tratándose de alejar, golpeándose contra la pared detrás de la puerta. Escuchó la risa de su hijo, llamándolo de nuevo.
Kaneki huyó de la habitación, guardando su kagune, entrando a la cocina. Del refrigerador sacó un empaque de carne, comiendo, arrepintiéndose de no haberlo hecho antes de la batalla, pero estaba tan nervioso.
Estuvo a punto de matar a su bebé.
-¡Mamá!
Se limpió la boca con el dorso de la mano, y tambaleándose, sosteniéndose de la pared, poco a poco llegó al lado de su bebé, al que cargó y acostó a su lado, en la cama. Aun no se curaba bien, pero no le importó manchar la cama, abrazándolo.
-Perdón -lloró-, perdóname, Sasaki, perdóname.

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