Capítulo 2

112 10 0
                                    

Kaneki dejó su trabajo, aunque no le avisó a nadie, salvo a su jefe, y dejó el edificio una noche, sin que nadie lo viese. Se mudó al departamento de Arima, en otro distrito más tranquilo, lejos de todos los que conocía.
Allí, Hide fue a visitarlo meses después, llevándole ropa que Kaneki le había pedido que comprara para el bebé.
-Se llama Sasaki -dijo Kaneki, con el sonriente nene en sus brazos.
-Se parece tanto a ti.
-No, él no es un ghoul.
-¿Qué? -preguntó sorprendido.
-Tiene un nivel de células RC un poco alto, pero no es un ghoul, es humano, como su papá.
-Bien, quizá sea un humano, pero su mirada es igual a la tuya; tiene unos ojos enormes y expresivos.
Rieron, cuando la puerta se abrió, y Arima entró, seguido por Akira Madou. Ella era la única que conocía el secreto de Arima-san.
-Kaneki -dijo Arima-, ella es una de las mejores investigadoras, Akira Madou.
-Mucho gusto -saludó el muchacho, pero ella se limitó a acercarle una bolsa de regalo con motivos infantiles.
-Felicidades -dijo ella igual de seria que Arima. Dentro había un gato de felpa.
Arima preparó algo de comer con ayuda de Akira Madou, mientras Kaneki hablaba con Hide, hasta que los cuatro se sentaron a comer, después de dejar a Sasaki dormido en la habitación.
-¿Qué sabes de Aogiri? -preguntó Akira.
Todos la miraron. Hide sabía que Kaneki pertenecía a Aogiri desde su adolescencia.
-He escuchado sobre ellos -respondió mientras comía.
-¿Sabes dónde se reúnen?
-Basta -interrumpió Arima.
-¿Sabes que ellos son asesinos?
-Madou-sama.
-¿Sabes cuál es la obligación de un investigador ghoul? Asesina ghoul's.
-Ah -sonrió Kaneki-, asesinos contra asesinos, no? Porque usted debe saber que los investigadores también destruyen familias, inofensivos ghoul's que sólo tratan de alimentar a sus hijos.
-Hijos que no deberían existir.
El ojo de Kaneki se volvió negro, y su kagune estalló, directo a atacar a Akira Madou, cuya maestría se vio evidenciada al esquivar el primer golpe que dio Kaneki. Arima se puso de pie también, imitado por Hide, sabiendo lo que estaba por suceder. Pero nada de lo que imaginaban sucedió, pues en la habitación, Sasaki lloró, leve como siempre, como si supiera el secreto en el que sus padres vivían.
Kaneki tuvo que hacerse de toda la paciencia que tenía, y corrió a la habitación, sin hacer caso a los invitados.
-No vuelvas -advirtió Arima- a decir algo como eso.
-Tu hijo es un ghoul, no? -sentenció Akira Madou- Es por eso que te duele lo que digo.
-Sé por qué odias a los ghoul's, pero Kaneki no es como ellos.
-Tú no pensabas así, no te comportas como siempre, ¿qué te pasó? Ciempiés te está cambiando.
Akira salió sin decir más. Hide le ayudó a Arima a limpiar, y se fue luego sin despedirse de su amigo. Arima, entonces, fue a la habitación principal, donde Kaneki arrullaba a Sasaki en la oscuridad.
-Kaneki.
-No es tu culpa -interrumpió el muchacho-, ella y Japón nos odian, y nada los hará cambiar de opinión, mucho menos esta situación.
-Sasaki no es una situación, es nuestro hijo, - se sentó a su lado- una parte tuya y una parte mía, lo mejor de ti -lo besó tomándole con cariño la mejilla para acercarlo a él- y lo mejor de mí.
Kaneki, aunque no lo veía, sabía que el rostro de Arima no cambiaba de expresión. Arima, en cambio, sabía que Kaneki lloraba.
-Siempre eres tan cursi -dijo el muchacho.
Se abrazaron. Arima llevó a Sasaki a su cuna, en la habitación de al lado -aunque cuando Arima se quedaba dormido, Kaneki lo llevaba de vuelta a la habitación-, y volvió a la habitación. Besó a Kaneki, besándole el cuello lo acostó, acostándose sobre él. Le desabotonó la camisa, besando el camino que sus manos marcaban hasta el botón y cierre del pantalón. Pero Kaneki lo detuvo. Arima vio lo que trataba de esconder, la cicatriz de la cesárea.
Arima la observó a la leve luz de la luna que se colaba entre las cortinas abiertas de par en par. La besó, y luego besó a Kaneki en los labios, mientras metía su mano en la ropa interior de su amado, haciéndolo gemir. No dejó de tocarlo hasta que sintió su mano húmeda, sonriendo frente a Kaneki.
-Te amo, Kaneki.
-Te amo, Arima-san -dijo entre gemidos.

Arima despertó un rato después, descubriendo que la cuna de Sasaki ya estaba al lado de la cama, del lado de Kaneki que dormía envuelto en una sábana. Le pasó la mano por el cabello, mirándolo dormir tranquilo, en comparación con la situación en la cena.
Él sabía que así sería siempre; alguien estaría es desacuerdo, humano o ghoul, porque cada uno se pondría del lado de su raza. Y ellos, pero sobre todo Sasaki, estaban fuera de toda normalidad, exiliados, en una batalla constante y sin fin. Nadie entendía que tanto Kaneki como Arima habían encontrado en el otro una fórmula contra la soledad tan terrible que los había envuelto hace tiempo, porque sus vidas sólo eran pelear por y para sí mismos.
Su unión, su amor y su hijo, los condenaba a la soledad. Pero esta soledad no era tan trágica como antes, pensó mientras abrazaba a Kaneki, acostándose a su lado; ahora se tenían uno al otro. Ahora nunca volverían a estar solo.

El PuenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora