Capítulo 12

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Arima regresó por la tarde del día siguiente, teniendo la extraña sensación de que había retrocedido cuatro años. La ventana rota, la sangre en el piso, las marcas en la pared y el techo, y la puerta de la habitación principal y del baño, abiertas. Se acercó, y encontró charcos de sangre en el baño, alrededor del lavabo.
Sobre su cama estaba Kaneki, vistiendo una ligera nagayuban, la que siempre usaba al salir de bañarse. Entre su cabello vio un vendaje que cubría su ojo derecho, acercándose, encontrando a Sasaki en sus brazos. El niño pareció sentir la presencia de Arima, y abrió sus ojos.
-Papi -le susurró. Se levantó, y Arima notó la cinta de curación.
-¿Qué...? -quiso preguntar, pero Sasaki le interrumpió, haciendo un gesto para silenciarlo:
-Mami sangró mucho, sólo se curó y se durmió... Dice que se siente muy mal.
Arima hizo que su hijo volviera a recostarse, y él se acostó detrás de Kaneki, rodeándole la cintura con sus brazos.
-Arima-san... -susurró Kaneki de repente.
-Aquí estoy -le dijo al oído-, no te preocupes, todo estará bien.
-Sasaki...lo herí...
-Lo vi, no es grave; -lo besó- ahora duerme, Kaneki, tienes que descansar.
Kaneki abrazó a Sasaki, y se pegó al cuerpo de Arima-san, buscando refugio.
-No me sueltes, Arima-san...no me dejes...
-Tranquilo, yo siempre estaré aquí, siempre que me necesites, porque te amo.
La voz fue tan dulce que acarició su oído, pero sin lograr hacerlo sonreír, aun cuando el abrazo de Arima se estrechó más.

Los días que siguieron se volvieron más grises que una noche de crudo invierno. Había llegado diciembre, y Sasaki había visto nevar desde la ventana de la habitación de sus padres. Pasaba mucho tiempo en la cama, no sólo mirando la ventana, también la tv., y a su madre, que estaba sentado frente a la ventana, a una distancia prudente para no ser descubierto. Su mirada no brillaba ni cuando miraba a su hijo, quien no podía sonreír. La venda que cubría el ojo de Kaneki le recordaba la otra cara que nunca imaginó, una imagen oscura, tan lejana a la inmaculada visión que siempre había tenido. Una imagen tan blanca como la ropa que siempre usaba. Hoy, su ropa era blanca, pero sin brillo. Todo en él había perdido el brillo; sus ojos, su cabello, su sonrisa... Era deprimente.
Con él, el departamento se volvía un lugar aun más tétrico, sobre todo porque, como cada año, no había ni un adorno navideño.
-Mami.
Kaneki miró a su hijo. Lo sentó en sus piernas, y le pasó la mano por el cabello.
-¿Qué pasa, hijito? -sonrió suavemente.
-¿Cómo te sientes?
-Bien, ¿por qué?
-Pareces triste...como si quisieras llorar.
-No, nene, estoy bien, simplemente... -miró a la ventana, y lo abrazó más fuerte- Me gusta la Navidad.
-¿Estás triste por qué no ponemos adornos?
-Un poco.
-¿Estás triste por tu ojo?
-Un poco -le hizo un cariño para hacerlo reír-, pero tú me haces feliz.
-No te preocupes, mami, yo voy a cuidarte, nadie va a lastimarte otra vez.
-Gracias, bebé.

-Feliz cumpleaños.
Arima leyó una nota que habían dejado en su escritorio junto con una caja. La abrió, y tan sólo ver el contenido, creyó saber quién lo había enviado, así que tomó el teléfono, llamó, y esperó, hasta que Shinohara llegó. Al ver la caja abierta, sonrió.
-Feliz cumpleaños, Arima-san -dijo.
-Esto no es una broma -contestó mostrándole el interior del presente. En él había una pelota blanca con la imagen de un ojo.
-Yo no lo envíe...
-Lo sé, pero tú incitas a Suzuya, así que voy a pedirte que te controles, y lo controles a él.
-Sólo es una broma, ya sabes cómo es Juuzo, o será que -sonrió burlón- ¿tocó un tema sensible? ¿Quizá el ataque de Juuzo tocó una fibra más sensible...?
-Sé porqué lo hiciste, pero no me interesa; él está mejor, está a salvo.
-Me imagino, tiene la mejor protección que se puede esperar, no?
-Creo que eso es irrelevante para usted, regrese y haga su trabajo sin pensar en las relaciones...

-...personales de sus superiores -repitió con burla Shinohara-san.
-Me parece que está muy raro -dijo Akira Madou-, exagera las bromas.
-¿Qué se puede esperar? Está idiotizado, no se da cuenta de lo anormal de su vida, ha olvidado que es un ghoul, ¡un ghoul! Sólo imagina a un humano viviendo con una de esas criaturas, o peor aun, un niño criado por un ghoul.
Juuzo, al lado de Shinohara lo miró confundido. Shinohara-san le revolvió el cabello, sacando de su bolsillo una bolsa con caramelos que le entregó, haciendo sonreír al muchacho. Shinohara miró serio a Akira.
-Lo ha enloquecido -continuó-, aunque el único punto a su favor es que lo ha mantenido a raya; cuando Aogiri lo dejó ir cometieron un error colosal, ahora son más débiles; es tan fácil encontrar y erradicarlos.
-¿Pero él? Aogiri cae, pero llegará un momento en que, así como la decisión de Ciempiés afectó a su grupo, un día la decisión de Arima nos debilitará a nosotros también; el CCG no puede caer, es la única defensa que tenemos contra ellos.
-Tranquila, por más fuerte que sea, él no es el pilar del CCG, sólo es un investigador más.
-Querrás decir el único investigador asociado que no cae de la gracia de la familia Washuu.
-Aun así no es el centro de todo.
Se quedaron callados un momento al escuchar a alguien acercarse al pequeño cuarto donde estaban, fingiendo buscar artículos de oficina. Cuando se quedaron solos de nuevos, se miraron.
-Tenemos -dijo Akira- que alejarlo de él, antes de que algo suceda.
-Maldito Ciempiés -soltó Shinohara molesto. Akira tomó una caja de clips y salió primero. Segundos después salieron Juuzo y Shinohara.
Escondido cerca de la puerta, alguien esperó a que se alejaran lo suficiente y, a paso veloz, bajó hasta el estacionamiento, hizo una llamada y se fue, recogiendo a alguien en la entrada del edificio.

La puerta se abrió, y por primera vez en cuatro años, nadie recibió a Arima Kishou, así que entró y atravesó la casa a oscuras hasta la habitación. Antes de que siquiera tocara la puerta, ésta se abrió, y Kaneki, con Sasaki en brazos, sonrió a su esposo, no como antes, pero era una maravilla ver otra vez una expresión alegre.
-Papi -dijo Sasaki estirándose para abrazarlo. Arima lo tomó, le besó el cabello, y lo mandó a encender las luces mientras él abrazaba a Kaneki, que aun mantenía la quijada en el pecho, hasta que Arima lo hizo mirarlo a los ojos. Comenzó a acariciarle el cabello, quitándole la venda.
-No... -se apresuró a decir Kaneki, pero Arima continuó. La cuenca estaba vacía, y tenía cicatrices alrededor. El otro ojo miraba al piso, hasta que Arima le tomó por la quijada suavemente.
-Arima-san...
-Quiero mirar tu rostro.
-Está deforme...
-No, -lo besó- el rostro de Kaneki es el rostro más bello que hay.
-Aun...
Arima lo besó largamente.
-Te amo, Kaneki -susurró acariciándolo.
-Te amo, Arima-san.
Sasaki se acercó, riendo al verlos, cuando Arima lo tomó en brazos, atrapándolo entre él y Kaneki.
Kaneki quería quedarse así para siempre, con la familia que había formado. La familia que nunca tuvo.

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